Mi mujer me dice que tengo una pulsión obsesiva por tener la razón. Y otra como mínimo tan intensa por restregárselo en los morros a todo el mundo. Dado que mi mujer es mucho más lista que yo, seguramente sea cierto.
Viene esto a cuento del artículo de opinión de Paul Krugman en El País de hoy. Hace mucho tiempo y pocas entradas, afirmaba yo que la llegada al poder de Obama no iba a suponer una revolución. Por contraste con la anterior administración, eso sí, cualquier cosa que haga que no sea entrar en un colegio y disparar aleatoriamente sobre el alumnado parecerá sensata.
Parece que mi intuición no era errada y el plan de Geithner no se aleja demasiado de lo que Paulson propusiera bajo gobierno Bush. Definitivamente, parece que el ejecutivo estadounidense prefiere que sea el mercado, con dinero público, el que arregle lo que el mercado rompió. Será necesario hacer un análisis más profundo del plan, pero me parece a mí que si las reglas del juego no han cambiado los agentes tendrán los mismos incentivos que antes para hacer las cosas mal de nuevo.
Creo más coherente la postura de la señora Merkel: primero adecuar la regulación, luego inyectar dinero, y siempre con el control del estado. Yo pago, yo mando: eso es capitalismo, por si lo habíamos olvidado.
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