... pues a juzgar por lo que dice un profesor de Economía de Harvard, su problema es
la educación.
Para cualquiera de los que conocemos y amamos ese hermoso país, es sobradamente conocido hasta qué punto el país es un desastre, su clase política una desgracia y sus instituciones y sistema político parecen diseñados para mantener al país en la esclerosis y multiplicar la corrupción.
No obstante lo cual, la conclusión de Edward L. Glaeser (por cierto, el artículo me ha llegado a través del
blog de Pedro Linares) no ha dejado de sorprenderme, pues siempre he considerado que el país mantenía un nivel educativo razonablemente alto y desde luego superior al de sus vecinos más cercanos.
Os recomiendo que os leáis el
artículo de Glaeser en el New York Times, porque es cortito y porque vamos a comentarlo (sí, hoy toca comentario de textos).
El artículo tiene muchos puntos dignos de comentario, e incluso de crítica, porque para aceptar sus conclusiones uno tiene que aceptar que correlación implica causalidad o suponer que el autor ha hecho un trabajo más profundo que justifica sus conclusiones, pero que no le da tiempo a mostrar en tan corto artículo. Vamos a dar por hecho que es así.
La tesis del autor es muy interesante. Muestra una primera gráfica, que reproduzco aquí, donde correlaciona el PIB de varios países en 1909 y en 2000 (aceptemos que los valores son correctos y el pequeño detalle de que la gráfica no incluye más que unos pocos países):
Algo que podemos tratar de dilucidar (también es la intención del autor) es
si uno puede sacar ventaja de su posición de partida, es decir, si los que parten de un PIB alto tienen más posibilidades de mantenerlo un siglo después y viceversa. Aunque de la gráfica se puede concluir que existe una cierta correlación, ésta no es demasiado fuerte, o lo que es lo mismo: lo es para un grupo de países, pero hay bastantes excepciones. Entre los que sí se cumple la hipótesis está el grupo de países "desarrollados": Suiza, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Alemania, Austria...
Lo más interesante, sin embargo, es fijarse en los que no cumplen. Hay un grupo de países que estaban mal y un siglo después están peor (India, Filipinas, Indonesia, Perú, Sri Lanka...). Otro grupo de países no estaban muy bien pero han remontado su posición: brillantemente Taiwan, Japón y Noruega; de modo más modesto Portugal, España e Italia, quedando en estado intermedio Finlandia.
Pero lo auténticamente relevante, lo que se puede considerar excepcional, es el caso (positivo) de Noruega y el caso (patéticamente negativo) de Argentina (aunque también Uruguay y Chile son bastante negativos).
Fijáos que a principios de siglo Argentina sólo era superada en riqueza por un grupito pequeño de países (tirad una línea vertical que pase por "Argentina"). En el 2000, sin embargo (tirad ahora una línea horizontal) se ha quedado en el furgón de cola junto a México y Venezuela, a los que antes superaba de lejos, y mucho más cerca del grupo de países en desarrollo que del grupo de los desarrollados a los que tanto dice parecerse.
Obviamente, lo que haya ocurrido en el transcurso del siglo XX es lo que explica la evolución que ha tenido cada país y la dispersión que muestra la gráfica, y cada caso es digno de un "análisis de causas" interesante. Todo esto lo obvia el autor, que se centra en el caso de Argentina y trata de buscar la explicación ofreciéndonos una comparación entre Buenos Aires y Chicago y su diferente evolución económica. Cuando el autor busca las causas de este comportamiento tan diferente de ambas ciudades, su tesis es que la menor evolución en el nivel educativo de Buenos Aires (y por extensión, de todo el país) es lo que contribuyó a su progresivo estancamiento y retraso durante la 2ª mitad del siglo XX.
Una vez más nos pueden surgir dudas sobre la metodología del autor: la comparación entre Buenos Aires y Chicago puede ser pertinente, incluso brillante, pero ¿cómo sabemos si sus conclusiones son relevantes? ¿no pueden haber influido otros factores en la diferente evolución? De nuevo nos tenemos que fiar de que el autor ha hecho bien su trabajo y dispone de más información (de hecho tiene algún paper publicado sobre el tema y promete insistir en un futuro artículo).
Fijáos, de todas formas, en esta segunda gráfica de Glaeser,
que utiliza para apoyar su conclusión de que ninguna variable explica mejor el éxito de ciertos países en el 2000 que la inversión en educación. Según el autor, ésto no se debe sólo a la relación entre escolarización y tecnología, sino, lo que es mucho más relevante en el caso de Argentina, por
la relación entre educación y buen funcionamiento de la democracia.
La gráfica es la siguiente:
En este caso, la correlación parece mucho más fuerte que en el anterior, pero cuidado, porque aquí el autor utiliza una escala logarítmica para el PIB que de algún modo "aproxima" los valores de PIB... es lo malo de guiarse por impresiones ópticas y no disponer de los valores estadísticos que caracterízan la correlación.
No obstante, también a esta gráfica se le puede sacar punta:
- Hay países, como Perú, Colombia, Argentina, Holanda, Suecia, UK... que se puede decir que su riqueza, mucha o poca, está claramente correlacionada con su inversión en educación.
- Hay países que están incluso mejor de lo que su inversión en educación prometía, como Venezuela, Portugal o Italia, y también Chile y España.
- ... Y países que parecen estar peor de lo esperado, como EEUU y Canadá. Sobre este punto se puede abrir una discusión interesante: ¿hay un nivel umbral en la inversión en educación a partir del cual ésta ya no tiene influencia en la riqueza?
Aparte de todo esto, dejo a la reflexión del lector algún otro caso interesante, por ejemplo:
- Conclusiones parecidas a las de Argentina se podrían tener para Chile y Uruguay: no eran tan ricos como Argentina (sobre todo Chile), pero eran ricos... y se han quedado también muy retrasados (el que menos, precisamente Chile).
- El caso de Noruega es espectacular: tirad una línea vertical por Noruega en la primera gráfica, y comparad su evolución con países que partían de PIB similares, como Finlandia, España o Italia. ¿Es el petróleo Noruego el que lo explica?. Antes de llegar a la ligera a esta conclusión, amigo lector, sugiero observar el caso de Venezuela, México y Gran Bretaña, también con petróleo. Y comparar con países exitosos sin petróleo como Japón o Taiwan (o España, por qué no). Y luego irse a la segunda gráfica y ver cómo estaban en educación todos estos países.
En definitiva, un artículo sugerente que nos ofrece unos gráficos que me han llevado a un par de reflexiones lúdicas que me apetecía compartir con vosotros.
No obstante, el caso de Argentina es tan peculiar, que aunque la tesis "educativa" de Glaeser fuera cierta, aún quedaría mucho por explicar (estas preguntas son de nota, para los expertos que nos leen):
- ¿Por qué el sistema político del que Argentina se ha dotado no permite el ascenso de políticos medianamente honestos y eficaces, y los que aparecen, son engullidos por el sistema?
- ¿Cuáles son las raices de la aparición y aparente eternidad del peronismo y del peculiar bipartidismo del país?
- ¿Cuál es la influencia de la geografía física y económica del país, casi un continente, con un puñado de ciudades modernas y una extensión inmensa (y hermosísima) de tierras salvajes y casi desiertas?
- ¿Apostó Argentina en exceso por los "bienes de la tierra", como el grano y la carne de vacuno, y después el petróleo y el gas, sin aprovechar sus recursos para crear industria y un tejido productivo más flexible y diversificado?
- ¿Cómo influyó la dictadura militar (obviamente, no como en Chile)?¿Y las brillantes ideas de Domingo Cavalho con su dolarización?¿O esto sólo son anécdotas de un problema más fundamental?
- ¿Cómo influye en todo esto el carácter de los argentinos?¿Por qué admiran tanto a los italianos, otro país desastroso de instituciones corruptas (aunque con un tejido industrial bien asentado y una sociedad que avanza en cierto modo al margen de su sistema político)...?
Para finalizar, parafraseo al comentarista deportivo John Carlin (inglés, por cierto), que afirmaba recientemente que el hecho de tener a Maradona en un pedestal, una especie de dios digno de ser admirado e imitado, es la mejor muestra de la decadencia de una sociedad. Lo digo con tristeza, pensando en los buenos amigos que tratan de sobrevivir y sacar adelante aquel país...