24/8/11

Dominus vobiscum

Nos ha visitado El Representante de Dios en la Tierra y, como no podía ser de otro modo (¿o sí?) todas las televisiones, incluso las que no tienen por costumbre comulgar, han hecho un seguimiento concienzudo de las andanzas de sus huestes.

Conocido por mi ateismo y feroz anticlericalismo, ha sorprendido entre mis allegados mi indiferencia ante tan empalagosa ensalada de sotanas.

Quizá sea el período vacacional, quizá sea que me hago viejo, pero hay ciertas batallas (dialécticas) que me da ya soberana pereza emprender. Al fin y al cabo, las discusiones con los catoliquillos de turno ya las tenía con 16 años, cuando yo mismo había abandonado de motu propio la ideología cristiana en que, de un modo más bien laxo, como siguiendo la costumbre establecida, me habían educado mis padres…

Al fin y al cabo, es a esa edad, entre los 14 y los 16 años, cuando uno empieza a tomar algunas decisiones propias, a hacer ciertas elecciones: de sus amigos, de sus aficiones y de sus vicios, de sus lecturas, de aquello en lo que quiere creer o lo que prefiere rechazar. Es, en cierto modo, cuando uno empieza a convertirse en el hombre que será, para bien o para mal. Es cuando se empieza a descubrir que existe un mundo mucho más grande y más complejo que lo que te explica desde el púlpito un tipo con sotana que del mundo parece saber muy poco, y que lo reduce a un lugar pequeñito y cerrado, no muy agradable (un valle de lágrimas) donde hay que regirse por cuatro reglas sencillas (¿o eran 10?) que te aseguran un lugar en otro mundo del que tampoco sabe nada. Es la edad a la que empiezas a dudar de todo y de todos, cuando empiezas a pedir explicaciones que no sean meros eslóganes ni liturgias vacías de contenido, y descubres que hay una cosa llamada ciencia que no tiene respuestas para todo, pero que las pocas respuestas que da permiten explicar a un nivel razonable cómo funciona el mundo. Y que admite la incertidumbre. Sí, que se puede vivir con incertidumbre, si uno tiene la necesaria fortaleza de espíritu (¿he dicho espíritu?... quería decir “la necesaria presencia de ánimo”) como para no necesitar el consuelo permanente de un hipotético paraíso de eterna felicidad.

En esto ocurre como la afición a la Ciencia Ficción: si de adolescente no descubres sus encantos, que duran para siempre, es muy difícil que en la edad adulta uno se acerque a ese tipo de lecturas. Pues con la religión igual: si de adolescente no has abandonado su influencia, bajo el convencimiento de su vacuidad, ya es muy difícil que de adulto la abandones (en todo caso la sustituirás por otra ideología, posiblemente tras una decepción, posiblemente tan vacía como la anterior, y la abrazarás de la misma forma entusiasta e irracional). Por lo tanto, ¿para qué discutir con católicos convencidos? ¿Para qué comentar sus andanzas? Es, además de aburrido, una soberana pérdida de tiempo…

Todo lo más, la visión de los “groupies” de Ratzinger siempre me ha deprimido un poco… es como que uno pierde un poco más de confianza en la racionalidad de la especie. Ver a chicos jóvenes, miles de ellos, gritar azorados al líder de la tribu, verlos reunirse con el propósito de… ¿con qué propósito, por cierto?... con el único propósito de reunirse, por lo que parece… que lo único que tienen que ofrecer al mundo que heredarán es una letanía de mensajes sin sentido cuando no un puñado de ideas socialmente rechazables… qué queréis que os diga, me resulta deprimente.

Por suerte, en esto pasa como en Internet: se concentra mucho friki y parece que tienen mucha influencia, pero luego, cuando se dispersan, su influencia se diluye como azucarillo en boca de rocín. No así la de los jefes de la banda (y vuelvo a las sotanas), que han mostrado una notable capacidad para mantener su influencia y capacidad de amedrentamiento, si no sobre la sociedad civil a la que aspiran a someter, sí sobre los políticos y gran parte del capital, que corren azorados a arrodillarse y a besar los decrépitos anillos, bien sea como miembros activos de las segregaciones más retrógradas de la secta principal (Opus, Legionarios de Cristo, Kikos… sobre todo entre los miembros del PP), o por mantener la cercanía al poder y la influencia que aún ejerce la jerarquía católica en España, o como mero residuo de una educación cristiana… en cualquier caso, gran mérito de la Iglesia de Roma, que de vez en cuando gusta de darse estos baños de masas a lo Madonna o Bruce Springsteen: para demostrarse a sí mismos, y mostrar al mundo, que a pesar de que su época de gloria ya pasó, aún son capaces de llenar estadios.

PD: no os perdáis este reportaje sobre los kikos (eso sí, no apto para estómagos sensibles...)