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9/10/11

El amor lo es todo

No lo puedo evitar, me encanta este tío...


25/10/10

Un baño de realidad... y Richard Dawkins

Hacía mucho tiempo que no cogía el metro de Madrid para ir al trabajo. Hoy he tenido que hacerlo. Y en el corto trayecto de 40 minutos he tenido ocasión de darme un buen baño de humanidad, literalmente, pues en la hora punta de Madrid la humanidad se desparrama por los pasillos, por los andenes y dentro de los trenes, te rodea y te moja y a veces, hasta te ahoga.

No penséis que soy un remilgado: toda mi vida he usado el metro, y soy un gran defensor de este transporte público, servicio imprescindible, esencial y básico en toda gran ciudad. Pero conviene recordar que el metro en horas punta dista mucho de ser ése veloz y confortable medio de transporte que nos quieren vender en los anuncios (sobre todo en ciertas líneas y ciertos tramos) y puede convertirse en una pequeña tortura. Tanto, que mucha gente directamente lo rechaza y prefiere consumir minutos y minutos en el atasco, pero al menos cómodamente sentado, con el climatizador ajustado y escuchando música o la sabiduría que destilan los todólogos mañaneros de su tertulia radiofónica favorita.

El caso es que me disponía a disfrutar el trayecto haciendo eso que te permite el metro y no el coche: leer. Sin embargo, empezaron a ocurrir cosas.

Primero fue un carterista. Unas voces al fondo del vagón me hicieron apartar mi atención del fascinante experimento del doctor Richard Lenski con 45.000 generaciones de bacteria Escherichia Coli en su laboratorio de la Michigan State University, que muestra de manera espectacular, para desconsuelo de los creacionistas, los efectos de la selección natural delante de nuestros ojos y en un cortísimo espacio de tiempo.
Pero en un cortísimo espacio de tiempo y también delante de mis ojos un tipo con aspecto desaliñado se escabullía por el andén a los gritos de “caradura”, “jeta”, “sinvergüenza”… mientras un señor de cierta edad advertía a otro que el susodicho había estado a punto de robarle la cartera, y lo hubiera hecho de no ser por los gritos de alerta de este caballero.

Siempre me da por pensar en estos casos qué hubiera hecho yo si el carterista estuviera actuando a mi lado y yo lo advirtiera. Al fin y al cabo, el tipo tenía muy mala pinta, y podría revolverse con violencia ante un grito de alerta, sobre todo en un espacio cerrado en el que puede sentirse muy acorralado. Y, qué queréis que os diga, yo soy de los que piensan que la cartera de un desconocido, ni siquiera la mía propia, merece un navajazo. Posiblemente lo más inteligente sería dejar que actuara, bajarse con él en la siguiente parada y seguirle discretamente mientras avisas a la policía con el móvil (siempre que en dicha estación hubiera cobertura) o a alguna pareja de seguratas que te encuentres por allí y que no estuvieran ocupados amenazando a algún top-manta.

Sin terminar de resolver esta íntima duda moral que me reconcomía, volví a la lectura del libro de Richard Dawkins, diciéndome a mi mismo con alivio que así sería improbable que pudiera ver a ningún carterista actuando por muy cerca que éste estuviera.

Pero a los pocos minutos ocurrió algo más. Algo tan fascinante (aunque mucho más inexplicable) como el experimento del doctor John Endler con los peces guppies de Venezuela, un experimento que muestra a las claras como la Evolución (sí, esa peligrosa idea de Darwin) ocurre delante de nuestros ojos (ya sé que me repito), a veces a velocidades sorprendentes.

Una señora se levantó para apearse en la siguiente estación, dejando en el asiento el periódico gratuito que había estado leyendo. Uno no sabe si este gesto es una cortesía para que otro viajero pueda tomar el periódico y leerlo a su vez, o bien un ejemplo de la deleznable costumbre hispana de abandonar nuestras basuras en cualquier sitio para que otro las recoja. En cualquier caso, un orondo representante femenino de eso que podríamos llamar con cierta malicia “animal de polígono industrial” se sentó encima del periódico mientras hojeaba bruscamente su propio ejemplar. En el asiento de enfrente, al mismo tiempo, una joven vestida y peinada con el monótono estilo que un estirado observador (yo no, por supuesto) definiría como “típico de las chonis del sur” se dirigía a ella para pedirle si le podía acercar el periódico sobre el que se había sentado. Para pasmo de todos los que íbamos alrededor, la mujer gruesa reaccionó levantando el periódico para no ver la cara de la otra mientras mascullaba un improperio. La joven puso cara de sorpresa y masculló que la tipa debía de estar loca. La cosa no habría pasado de ahí si no fuera porque la primera seguía farfullando cosas ininteligibles, hasta que se oyó un sonoro insulto. En ese momento, la joven se levantó airada y se fue hacia la otra, recriminándole en voz alta el insulto e insultándola a su vez. A partir de aquí se inicia una “conversación” a gritos entre ambas, de lo más absurdo que os podáis imaginar, mientras los otros ocupantes del vagón ejercíamos de testigos mudos, malsanamente fascinados por el grado de violencia verbal que se estaba produciendo sin ningún motivo aparente.

Al final la chica consiguió su periódico y el tono de los improperios de ambas fue bajando hasta detenerse, momento en que todos los demás volvimos a lo que estábamos haciendo, pero con un poco menos de confianza en la racionalidad del género humano.

Para los que estamos convencidos del poder de la razón y de que las palabras sirven para entenderse, es un duro golpe observar comportamientos como éste. Siempre se puede decir que la señora estaba un poco loca, y que la chica era en exceso susceptible y, en fin, ambas un poco verduleras. Pero lamentablemente no es tan sencillo: posiblemente ambas eran gente “normal”, ciudadanas acudiendo a su puesto de trabajo, con cierto interés por las noticias del periódico, etc. Lo único que me dio por pensar, es que los “razonamientos” de los creacionistas, que el libro de Dawkins menciona a menudo, se me antojan un poco menos incomprensibles a la luz del material de desecho que hay dentro de algunos de nuestros cerebros. Y después de esta brillante conclusión, me sumergí de nuevo en la lectura, para buscar en el libro las claves de la Selección Natural que me permitieran entender el estúpido comportamiento de ciertas subespecies del homo-sapiens.

Sí, lo sé: esto es sólo una anécdota, un episodio casual que posiblemente no se repetirá en meses, del que no se pueden sacar conclusiones. Pero mirad, es lunes, comienza una dura semana de trabajo (para los que tenemos la suerte de tenerlo) y no me digáis que no es más entretenido empezarla con un poco de sociología amateur con pinceladas de psicología de barra de bar...

18/5/10

Tres estudios científicos: el bueno, el feo y el malo

Siguiendo con mi manía personal de reflexionar sobre la buena o mala aplicación del método científico, y sobre todo de lo que nos ofrecen los medios de comunicación a ese respecto, me encuentro hoy con tres llamativas noticias en El País que merece la pena comentar, para descargar un poco la tensión que en los últimos días Zapatero, los malvados especuladores y la (merecida) victoria del Barça en la Liga han dejado en el ambiente:
La primera cita un estudio de la Univ. Politécnica de Madrid encaminado a comprobar si la pulserita de los famo-tontos y de los tontos a secas, mejora o no mejora el equilibrio. Decir, en defensa del honrado cuerpo de ingenieros que se forman en dicha santa casa (entre los que me cuento), que el estudio lo realiza una tal Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, desconocida para mi hasta el momento, pero al parecer con bastante tiempo libre, como su propio nombre deja entrever...

La segunda noticia cita un estudio de una catedrática de Nutrición de la Univ. Complutense de Madrid.

La tercera no se refiere a un estudio concreto, sino a una entrevista con Thomas Verny, "psiquiatra de bebés y embarazos" (sic) en la que suelta esa perla y alguna otra similar, basándose en "sus experiencias".

Os voy a explicar por qué, a pesar de la apariencia un tanto frívola de las tres noticias (y por extensión de los estudios a los que hacen referencia), la primera me parece BUENA, la segunda FEA y la tercera MALA. Por supuesto, esta es mi opinión personal basada en los datos que se ofrecen en el desarrollo de la noticia, no conozco en detalle los estudios concretos, por lo que podría meter la pata en algún punto (esto lo digo por las posibles querellas, más que nada...)

  • EL BUENO: Resulta que el estudio sobre la pulserita de marras parece cumplir con los pasos necesarios para sacar alguna conclusión relevante en este tipo de estudio: sistema de "doble ciego" (ni los voluntarios ni los experimentadores saben qué pulsera lleva holograma y cuál no, para no influir en los resultados), las pruebas de equilibrio están normalizadas, se utilizan instrumentos para objetivar lo que se entiende por "equilibrio", se hace un estudio estadístico final... y se concluye que "no hay evidencia de efecto en el equilibrio". Sin más. No se cuestiona si la pulsera incrementa la erección, o refuerza la autoestima, o te hace sentir más guapo, etc. Eso, lógicamente, requeriría un estudio ad-hoc similar al anterior.
  • EL FEO: el segundo estudio concluye que "los niños que consumen más pan tienen menos sobrepeso y obesidad y mejores parámetros sanguíneos y de otros nutrientes." En el detalle de la noticia comprobamos que se toma una muestra de niños, y se relaciona su estado inicial con su ingesta de pan. Luego se hace una hipótesis teórica: si aumentamos la cantidad de pan en la dieta, los parámetros físicos mejorarán. A continuación se le aumenta una cantidad de pan a la dieta de una parte de la muestra, y se vuelven a analizar sus parámetros físicos para comprobar la validez de la hipótesis. Se encuentra que los parámetros han mejorado,y se llega a la conclusión de que el motivo es el pan. Pregunta para el lector: ¿soy el único que encuentra varios defectos en esta metodología? Insisto en que no tengo los detalles del estudio, pero sólo con lo que se deduce de la noticia, deberíamos concluir que éste no cumple adecuadamente el método científico: se hace una afirmación y se prepara un experimento para ver si dicha afirmación se cumple... pero no parece tenerse en cuenta el resto de posibilidades, como que el pan no sea el único factor, que la correlación pueda ser espúrea... ¿se ha comprobado si la afirmación también se cumple si aumentas la ingesta, pongamos por caso, de fresas silvestres en la dieta? Y si es así, cuál es el efecto relevante, el del pan o el de las fresas? ¿Se dice algo sobre la cantidad de pan a partir de la cual podemos esperar una mejora de los parámetros? ¿Se ha controlado la muestra por otros factores que pudieran introducir fuertes sesgos, como la herencia genética, etc. En fin, si este estudio no entra directamente en la categoría de MALO, es porque leemos (era de esperar) que está patrocinado por el sector del pan español, lo cual lo sitúa directamente en el apartado de FEO.
  • EL MALO: de éste, que debería ser el feo a juzgar por la foto del interfecto, realmente desconozco los detalles de su trayectoria científica. Quizá Terapeuta pueda ofrecernos algo de luz. Pero si tenemos que juzgar sólo por lo que afirma en la entrevista, lo voy a catalogar de MALO porque las afirmaciones que lanza el tipo, basadas en experiencias personales cuando no directamente en "testimonios", rayan directamente en el chamanismo.
En conclusión: nos quedamos con el primer estudio. Habrá quien diga que para saber que las pulseras power-balance no funcionan no hacía falta un estudio tan cuidadoso. Ya lo sé!!: es sobradamente conocido que las únicas pulseras con efecto en el estado de ánimo (de una parte de la población), y que mejoran la función sexual (de ambas partes de la población) SON LAS PULSERAS DE DIAMANTES. Y esto es empirismo puro: prueba y verás. ;)

11/3/10

Este es un mundo acientífico...

Puede resultar paradójica tal afirmación, cuando no ha habido otra época en la historia en la que la ciencia tenga tanta importancia para el bienestar de los seres humanos y goce de un prestigio tan acorde a dicha posición.

Y sin embargo (y hay quien piensa que precisamente por esa preeminencia de la ciencia) la pseudociencia, la superstición y la superchería proliferan por doquier. No sé si más o menos que antes: debería ser menos. Sin embargo, en una época dominada por la ciencia, este hecho llama mucho más la atención.

Aunque le venía dando vueltas desde hace tiempo (al fin y al cabo hay obras ya clásicas sobre el tema, como el excelente “El mundo y sus demonios” de Carl Sagan), lo que me ha decidido a escribir sobre el tema son las reacciones airadas de algunos comentaristas de mi anterior entrada sobre Niño Becerra y sus predicciones apocalípticas. Y también las que recibieron cambiosocialyaEduardo Robredo o José Luis Ferreira en sus blogs respectivos.

Aunque en este post hablaré algo de pseudociencias, lo que me interesa resaltar de verdad es hasta qué punto mucha gente “normal”, usualmente sensata y a menudo con formación, es capaz de creer en las cosas más extrañas. Hasta qué punto está alejado del discurso de la gente de la calle el método científico y lo que implica como modo de pensamiento: el sano escepticismo, la reflexión crítica ante lo que oímos y leemos, el cuestionamiento de todo aquello que no venga respaldado por el contraste empírico y un mínimo análisis lógico de los hechos.

Las pseudociencias y el auge de programas como los de Iker Jiménez
Cuando yo era niño, el que nos hablaba desde la tele de OVNIs y de fantasmas era Jiménez del Oso. Era gracioso este programa, que rompió records de audiencia para la época, dado el aspecto fantasmagórico del presentador, acentuado por su pinta de profesor chiflado y su peculiar forma de narrar. De aquéllos tiempos románticos hemos pasado a la dura competencia televisiva y radiofónica por las audiencias: y aquí aparece el pequeño aprendiz de brujo que es Iker Jiménez, con el lamentable respaldo mediático del Grupo PRISA.

También los programas de Iker Jiménez alcanzan las importantes cuotas de audiencia que suelen acompañar a otros programas de la “telebasura”. Sin embargo, los programadores de la SER y CUATRO han decidido tragarse los escrúpulos y dar todo el respaldo a su nueva estrella, que cada vez tiene más tiempo de programación y en mejores horarios. Hasta los lectores del diario El País hemos visto horrorizados como se repartían DVD’s con los programas del inefable Iker con el periódico, al que sus responsables parecen arrastrar cada vez más a la mediocridad.

Que un programa como el de Iker Jiménez tenga audiencia no es extraño: como programa de entretenimiento, está bien hecho, y a eso hay que sumarle el interés de la gente por los temas “paranormales”. Lo que a mi me preocupa es que tal programa, que se aprovecha de la credulidad, de la ingenuidad, y desde luego de la irracionalidad de muchas personas, que explota las zonas más tontorronas de nuestra psique, y que defiende la pseudociencia y la superchería, se programe cada vez más y encima reciba premios de colegas periodistas. No me vale que algunos de esos premios sean “a la innovación” o “al entretenimiento”: el programa defiende un modo de ver el mundo que sí que hace, a mi modo de ver, un daño auténtico a la labor de maestros y educadores a la hora de formar ciudadanos pensantes (no como otros “peligros” que se suelen citar, como los videojuegos, las películas de tiros y los juegos de rol…)

Las creencias extrañas de la vida cotidiana…

Como he dicho, no quiero hablar tanto de las típicas pseudociencias como de la actitud de mucha gente que podemos considerar “normal”, que incluso no suele creer en pseudociencias, algunos de ellos considerados gente de “gran cultura” y que gozan de una formación nada despreciable.

Por supuesto, a muchos lectores igual no les parecerán extrañas estas creencias irracionales, lo cual no hace sino confirmar mis temores. Veamos algunos ejemplos:
  • Hay gente que se niega a alojarse en una habitación de hotel que lleve el número 13. De hecho, muchos hoteles del mundo se saltan dicha cifra en la numeración de sus habitaciones.
  • Mucha gente está convencida de que los sueños tienen un significado, que es una forma en la que “alguien” les envía mensajes que deben interpretar cuidadosamente (o pagar a alguien para que los interprete por ellos) por la influencia que pudieran tener en sus vidas.
  • Hay gente que cree sinceramente que tiene algún tipo de conexión mental con alguno de sus parientes. Normalmente este curioso mecanismo sale a la luz cuando ocurre alguna desgracia en la familia, que afirman “percibir” antes de que se produzca: intuir una llamada telefónica, o soñar con la desgracia. Algunos también dicen hablar con su abuela muerta hace años (esto no me parece tan raro… lo raro es que la abuela les conteste).
  • Muchísima gente considera que ciertos encuentros fortuitos no son por casualidad, que hay un sentido profundo y desconocido cuando confluyen en su vida una serie de hechos que son improbables.
  • Hay gente, mucha gente, que asegura que está más que probado que los días de luna llena nacen más bebés. Esto se lo oiréis decir incluso a muchas enfermeras (no me extrañaría que también a algún médico). No importa que haya numerosos estudios que no hayan encontrado ninguna relación entre fases de la luna y nacimientos: incluso (me cuentan que) algunos hospitales refuerzan los turnos de las maternidades que coinciden con días de luna llena.
  • Hay gente que cree que sólo es cuestión de tiempo que ganen un gran premio jugando a la lotería / quiniela / bonoloto / ONCE / etc. Porque “ellos se lo merecen”, porque “nunca les ha sonreído la suerte y a ellos ya les toca”. O que apuestan al mismo número, porque “en algún momento tiene que salir”. También hay gente, muy formada y muy culta, que si les das a elegir entre dos números de lotería como el 00001 y, digamos, el 73418, nunca optarían por el primero.
  • Hay gente que piensa que viajar en avión es muy peligroso. Sin embargo, cogen su coche y se lanzan alegremente a la carretera todos los fines de semana, algunos incluso sin abrocharse el cinturón de seguridad.
  • Hay gente que piensa que las posibilidades de sufrir un ataque terrorista son muy altas. Y que las posibilidades de ser contagiado de SIDA por dar la mano o compartir habitación o baño con un contagiado también son muy altas. Sin embargo, oímos a menudo que el Cambio Climático es algo que se han inventado un grupo de científicos, y también que “el Darwin ése” estaba chalado cuando “dijo que el hombre venía del mono”.
  • Etc.
Posibles explicaciones de la tendencia a la pseudociencia y a la irracionalidad
No todos los ejemplos anteriores son de la misma naturaleza, y el sesgo cognitivo que implican no responde a las mismas causas. Examinemos someramente algunas de las causas de la tendencia a la irracionalidad, al pensamiento acientífico y a la pseudociencia:
  • Problemas para calcular o al menos estimar probabilidades, y en general en el manejo de los números y las magnitudes. Este es un problema esencialmente de formación, pero no sólo de formación, pues conozco gente muy capaz de manejar los números con rigurosidad en el trabajo y algunos aspectos de su vida, y sin embargo no se libran de un comportamiento bastante irracional por ejemplo con la lotería y las apuestas, o estimando los riesgos.
Sobre esta cuestión, los medios de comunicación suelen tener un comportamiento nefasto, ya que son capaces de cometer las peores tropelías imaginables con los números, como José Luis Ferreira nos hace notar a menudo.
  • Tendencia creciente a descubrir coincidencias e improbabilidades, llevando a la gente a postular conexiones, relaciones y fuerzas donde sólo hay coincidencias… sobre todo en una sociedad cada vez más interconectada en un mundo de complejidad creciente. Este fenómeno se encuadraría también en la dificultad de manejar la probabilidad y entender el importante papel que el azar juega en nuestras vidas.
  • Gusto por lo raro. Las rarezas llaman más la atención que lo considerado normal. Una vez más, aquí los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad. La atención a gente como Niño Becerra, o los reportajes sobre prácticas médicas no ortodoxas (homeopatía, curanderismo variado…) reflejan este hecho. En palabras del matemático John Allen Paulos:
esta predilección de los medios de comunicación de masas por los reportajes espectacularmente dramáticos favorece, de un modo directo, a los extremismos políticos e incluso a la pseudociencia. Como los políticos y científicos marginales son generalmente más fascinantes que los de la línea principal, atraen una porción desproporcionada de la publicidad, con lo que parecen más importantes y representativos de lo que son en realidad

Dicho sea de paso éste fenómeno se ha multiplicado, y además es muy visible, en internet y en el mundo de los blogs.
  • Cierto gusto por el “romanticismo” y la emoción del “relato frente a la hoguera”: agitar los fantasmas del miedo a lo desconocido.
  • Sentido crítico muy poco desarrollado. Poco cuestionamiento de lo que hemos aprendido de nuestros padres o de lo que todo el mundo cree. En definitiva, una tendencia muy arraigada a “moverse con la manada”, que ofrece más seguridad.
Sobre estos dos últimos puntos, que me parecen muy importantes, hablaré más detenidamente en el siguiente apartado.

¿Es necesario tener formación científica para pensar como un científico?
“Hacer ciencia” no está al alcance de todo el mundo, pues conlleva unas considerables dotes de disciplina mental, una importante formación y también unas capacidades que no todos tenemos. Sin embargo, “pensar como un científico”, al menos hasta cierto punto, creo que está al alcance de cualquiera.

“Pensar como un científico” implica, para empezar, tener una cierta idea de lo que significa el método científico, para lo que sirve y para lo que no sirve. No se trata de aplicar el método científico literalmente a nuestra vida cotidiana: esto no sólo no es necesario en la mayoría de las situaciones, sino que tampoco sería posible. Pero lo que sí nos servirá en nuestra vida cotidiana es saber que el hombre tiene un método para describir el mundo en el que vive, un método para acercarse a “la verdad” (sin entrar en disquisiciones filosóficas sobre la palabra), que supone, de momento, un considerable éxito, y que exige, por lo menos, el razonamiento lógico, el contraste de las hipótesis con la realidad, la replicabilidad de los experimentos y de los resultados, la coherencia entre la explicación que le damos a un fenómeno y lo que ya se sabe de otros fenómenos relacionados con él, etc.

Someter una creencia, o la explicación que recibimos de alguien sobre un determinado fenómeno, o una determinada información periodística… a una reflexión en la que examinemos someramente si la cosa tiene pinta de haber pasado por los filtros que comento en el párrafo anterior, es un ejercicio mental imprescindible para cualquiera que no desee ser engañado o sometido a los designios, a veces nada inocentes, del interlocutor. Posiblemente esto no basta, pero es lo mínimo exigible. Y sin olvidar, además, algo de lo que ya nos alertaba Carl Sagan:

“Para afirmaciones extraordinarias se requieren evidencias extraordinarias”

Este ejercicio mental no es sencillo. Para empezar, no es algo que nos salga de modo natural: el razonamiento lógico, el pensamiento científico y crítico exige un esfuerzo deliberado, pues nuestra tendencia natural es más bien a buscar explicaciones fáciles y rápidas a los fenómenos, ya que es lo que nuestro cerebro necesitó en su momento para hacernos reaccionar rápido y probablemente salvar así nuestra vida. También poseemos una tendencia a la narración: a aprender de otros escuchando sus historias, y a contarnos historias a nosotros mismos. Ya hablé en el apartado anterior del gusto por la “narración a la luz de la hoguera” y a moverse junto a la masa, buscando la seguridad de la manada. Como ya expresó poéticamente Lord Dunsany:

El hombre es una cosa muy pequeña, y la noche es grande y llena de prodigios.”

Necesitamos un manto de seguridad, un agarradero mental para caminar por un mundo, a menudo incomprensible, sin tambalearnos. Sin embargo, desde la llegada de la ciencia moderna, al menos el mundo natural es un poco menos oscuro, un poco menos aterrador: desde luego no lo sabemos todo, y con cada nuevo conocimiento surgen unas pocas respuestas y miles de nuevas preguntas. Pero al menos sabemos que tenemos un arma con el que enfrentarnos a él e ir desentrañando poco a poco sus misterios.

A pesar de ello, muchísima gente no es capaz de vivir sin disponer de algunas “certezas” consoladoras que le permitan enfrentarse al mundo con una batería de “respuestas”: poco importa si estas respuestas, estas certezas, apenas explican nada o son incoherentes entre ellas o literalmente son absurdas.

Esto es lo que ofrece la religión y sus diversas cosmogonías, las creencias más diversas en dioses y demonios, pero también la creencia en que la posición de los astros influye en nuestras vidas, la creencia en el destino, en la vida eterna y en todo tipo de artificios y explicaciones extrañas de fenómenos, cuya función principal es evitar a nuestra mente tener que enfrentarse a la incertidumbre, a la constatación del importante papel que el azar y la contingencia tiene en nuestras vidas, a la posible carencia de un “sentido” en nuestra existencia…

“Examinad fragmentos de pseudociencia y encontraréis un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse. ¿Y qué ofrecemos nosotros a cambio? ¡Incertidumbre!¡Inseguridad!”
Isaac Asimov

¿Hay algún remedio para el pensamiento acientífico?

Como para tantas otras cosas, la educación que uno recibe, ya desde niño, es fundamental. Sobre todo que los maestros inculquen a los niños el gusto por las matemáticas y les inciten a experimentar y descubrir por sí mismos. Esto es una carencia tradicional de las escuelas, al menos en el mundo occidental: no es concebible que una persona “culta” y “educada” sepa mucho de literatura, de historia, de arte y de filosofía (siendo como son conocimientos necesarios) y sea a la vez un analfabeto matemático.

Pero si la educación es muy importante, la práctica cotidiana de nuestras personas-modelo es mucho más importante: de nada servirá que las instituciones educativas fomenten el pensamiento científico si después observamos comportamientos anticientíficos e irracionales en nuestros padres, en nuestros profesores, en el médico que nos atiende, el periódico que leemos… incluso en el blog al que estamos enganchados.

No sé cuál es la respuesta correcta a la pregunta de este párrafo. Pero puedo contar mi experiencia personal. Lo que generó en mi un gusto por la ciencia, desde pequeño, fueron programas de TV como “Los Sabios": un concurso basado en preguntas sobre algún tema científico o técnico durante el cual se emitía un pequeño reportaje de dibujos animados, sencillo y entretenido para cualquiera, donde se explicaban conceptos como la electricidad, el magnetismo, el teléfono, la radio, la hidrostática… Y cómo no, la serie de divulgación “Cosmos”, con su puntito especulativo y la narración sugerente de Carl Sagan. Luego, ya en la adolescencia, la revista Muy Interesante hizo su contribución en el paso hacia lecturas de divulgación más serias y rigurosas: Asimov, Carl Sagan, John Gribbin, Richard Feynman… El propio Einstein defendía la importancia de las obras de divulgación científica a la hora de despertar el interés y la fascinación por la ciencia, no sólo de los jóvenes científicos, sino de cualquier espíritu medianamente inquieto.

Hoy en día en las distintas cadenas de TV, más numerosas que entonces, ¿se puede ver algo parecido?: la programación dedicada a la ciencia es un desierto, salvo honrosas excepciones, aunque claramente para adultos, como el programa “Redes” de Eduard Punset.

¿Es el mundo menos apasionante sin fantasmas, telepatía, posesiones diabólicas y sueños premonitorios…?

Una de las opiniones más extendidas entre los aversos a la ciencia es que el razonamiento científico es mecánico y frío, no deja sitio para los sentimientos y las pasiones, quita belleza y romanticismo al mundo y de alguna manera nos deshumaniza.

Puedo entender que alguien dijera que renunciar a la religión, el arte, la moral u otras manifestaciones culturales, las historias y los mitos, la especulación social o existencial… nos deshumaniza. Pero no hay nada en el método científico (tan limitado, en realidad) y en la práctica de la ciencia que imponga como condición la renuncia a unos valores que sencillamente están en otro plano. Condición que sería en cualquier caso imposible dada nuestra naturaleza humana. Para desmontar esta falacia, así como algunas otras referidas a la ciencia, de forma brillante y profunda, recomiendo la lectura del siguiente miniensayo de Jesús Zamora Bonilla: “El Neopositivismo es un Humanismo

Quien piense que nuestro mundo, visto a través de las gafas que proporciona la ciencia, no es apasionante, es que no se ha parado a pensarlo detenidamente. Y si no, decidme:
  • ¿No es apasionante describir el movimiento de los planetas con un puñado de reglas matemáticas sencillas y ser capaces con ellas (y un poco de ingeniería) de poner un hombre en la Luna?
  • ¿No es fascinante haber descubierto y dominado la energía del núcleo atómico, y haberla puesto al servicio de nuestras necesidades de forma eficiente y segura?
  • Nuestros antepasados ya sabían navegar en contra del viento con la ayuda de un trapo, pero hasta que entendimos de verdad el efecto-vela no desarrollamos la navegación y la aeronáutica hasta los niveles que disfrutamos ahora…
  • ¿No es fascinante descubrir que los árboles disponen de estructuras pretensadas en sus troncos para resistir la fuerza del viento, mucho antes de que los constructores de puentes descubrieran las ventajas de pretensar el hormigón para aumentar la resistencia?
  • Y hablando de puentes, ¿no es dramático descubrir por qué uno que no tenga suficiente resistencia a la torsión puede ser derribado de forma espectacular por una ligera brisa persistente? ¿Y por qué un muro se viene abajo si le fallan los cimientos mientras que un puente de arcos no lo hace?
  • ¿No es fascinante haber roto la “ilusión determinista” del mundo con la llegada de la Mecánica Cuántica y los Sistemas Caóticos? ¿Cómo es posible que una partícula subatómica lanzada contra dos rendijas sea capaz de pasar por las dos a la vez? ¿Por qué no somos capaces de predecir el comportamiento de un sistema caótico a medio plazo (meteorología) y sin embargo sí descubrimos comportamientos predecibles a muy largo plazo (climatología)?
  • ¿Cómo es que la geometría fractal puede aplicarse para modelizar el comportamiento sísmico de una región, las crecidas del Nilo y también el comportamiento de la Bolsa…?
  • ¿No es apasionante entender la verdadera influencia de la Luna sobre nuestro mundo, que no es en el nacimiento de los niños, sino en las mareas? Algo tan difícil de explicar y de entender, a pesar de ser un resultado de las leyes de gravitación de Newton, como por qué hay 4 mareas al día en la Tierra, y de tanta belleza estética en muchos lugares y tanta importancia práctica para los habitantes de las costas…
Sé que me dejo muchos temas: la nanotecnología, los superconductores, los ecosistemas, la vida y la evolución… Con todos estos “misterios” a nuestro alrededor, ¿quién necesita fantasmas, horóscopos y demonios?

Pero me temo que los que utilizamos este mecanismo de pensamiento seguimos siendo “los bichos raros”… mientras esto sea así, este será un mundo acientífico.

Referencias:
“El mundo y sus demonios”. Carl Sagan
“El hombre anumérico”. John Allen Paulos
“El placer de descubrir”. Richard Feynman

26/10/09

El caso Argentina


   Argentina es un misterio. O eso al menos quieren creer muchos argentinos, asombrados de que su país, extenso, rico en recursos naturales, origen de las minas* más lindas del mundo, sea ahora relativamente más pobre de lo que fuera en 1910. Un país cuyo siglo XX se ha visto asolado por golpes de estado, por dictaduras militares, por represiones, por la corrupción sistemática, por hiperinflaciones, por corralitos, por Menem y por la cumbia*. A veces, con el gesto cansado, el argentino responde amargamente: “Argentina es maravillosa, lo único malo es que está llena de argentinos”. Os cuelgo un vídeo que puede dar una idea del asunto.






   Yo no creo tan incomprensible el misterio, o no más que el debido al tratar de comprender las obras humanas. Oyendo al argentino medio uno se barrunta que enfrenta el asunto de una forma como ésta: “Pero cómo así. Somos blancos, no bolitas cabezas negras. Tenemos premios Nobel, Jorge Luis Borges, la calle más ancha del mundo, Gardel, el dulce de leche, la pampa, el asado y Maradona. Inventamos la birome, el by-pass coronario, las huellas digitales y los colectivos. Fuimos el granero del mundo y ahora importamos trigo. Acá venían esos gallegos pelotudos porque allá no había con qué, y ahora somos nosotros los que tenemos que devolver la visita. ¿Qué se jodió? ¿Quién nos fundió el país?” Uno, que lo ve todo de cerca y de lejos, no cree que nada tenga que ver una cosa con la otra. Quizá por ser español estas desgracias no lo pillan a uno por sorpresa.

   Nos ofrecía Ender hace unos días una reflexión alrededor de un artículo que escribió respecto al misterio argentino el profesor Edward Glaeser, de Harvard. En él, y con más detalle en un paper escrito junto con Filipe Campante, Glaeser determina como factor más explicativo para el limitado desarrollo de Argentina  en el último siglo el capital humano, especialmente lo referido a la educación. Lo desarrolla mediante una comparación entre la posición económica, educacional y demográficas relativas de Chicago y Buenos Aires en 1910 y actualmente. Comentándolo con argentinos la reacción fue de incredulidad. A Argentina se le pueden echar en cara muchas cosas, pero no su nivel educativo, al menos comparado con su entorno. “Podés decir que la corrupción, que son todos unos chorros, que cada uno va por su lado, que el que no llora no mama y el que no afana es un gil, pero tenés ingenieros trabajando de taxistas y abogados paseando perros. Por ahí no”

   Desde otra perspectiva, yo tampoco estoy de acuerdo con las conclusiones de Glaeser. Por dos motivos principales: porque intenta trazar correlaciones tomando los valores en dos puntos temporales, sin tener demasiado en cuenta la dinámica de procesos relacionados a lo largo de un siglo. En segundo lugar, porque creo que olvida algunas variables importantes a la hora de explicar el desarrollo económico del país. Toma en cuenta el PIB per cápita, pero no la distribución de la riqueza, por ejemplo. También minimiza el efecto del reparto relativo de cada uno de los sectores económicos, que son una variable utilizada comúnmente para describir la modernización económica. De igual forma toma como índice de inestabilidad política el de Marshall y Jagers, que se centra en crisis institucionales y grandes conflictos, pero no hace intervenir índice alguno que de cuenta de la corrupción sistémica y otros elementos de inseguridad institucional de baja intensidad.

   De hecho, en el mismo paper de Glaeser puede verse una gráfica donde sueldos y PIB per cápita se separan en el tiempo mientras que el nivel educativo, medido como índice de alfabetización, va cerrándose. Glaeser no da una explicación satisfactoria a este hecho. He realizado una gráfica comparativa superponiendo la evolución de la alfabetización en Argentina en comparación con la de tres países europeos descriptivos: Reino Unido, Italia y España. La gráfica base y los datos están extraídos de Tortella, G. y Flora, P. (1983-1987), State, Economy and Society in Western Europe 1815-1975 y de Campobassi, Carlos Alberto: El analfabetismo en la República Argentina. Podemos hacer lo mismo con el PIB per cápita para hacer la comparación pertinente con datos extraídos de Maddison: Maddison, Angus. Historical Statistics for the World Economy:  1-2006 AD que son los utilizados por Glaeser. El resultado es que mientras la línea de alfabetización argentina es convergente con los países comparados, la de PIB per cápita es divergente con los dos países más ricos, Reino Unido e Italia, y convergente con España que era más pobre y menos alfabetizada.








   De esta forma, la elevada correlación que extrae Glaeser entre educación (como nivel de alfabetización) y PIB per cápita para 1910 sería muy superior a la que ofrecería en 1950, por ejemplo. Esto no significa que la educación no sea un factor a tener en cuenta en el desarrollo económico de un país, pero sí que, en mi opinión, existen otros que probablemente tengan un mayor peso causal, al menos antes de la tercera revolución industrial. De todas formas los factores a estudiar, como en cualquier sistema social, interactúan y se retroalimentan, por lo que no me parece aconsejable ofrecer explicaciones excesivamente centradas en una sola variable.

   Como esto se está haciendo largo, dejaré para la próxima entrada el desarrollo de mi propia hipótesis explicativa del limitado desarrollo de la economía Argentina en el S. XX.


* A continuación ofrezco un pequeño glosario porteño-español:
   Mina: chica, mujer joven.
   Cumbia: música argentina de origen popular.
   Bolita: término despectivo para denominar a los naturales de bolivia.
   Cabeza negra: término despectivo para denominar a una persona de origen indio o   mestizo. También utilizado para referirse a personas pobres o marginales.
   Birome: bolígrafo, así denominado por los hermanos Laszlo y George Biro, inmigrantes húngaros que vivieron y comercializaron su invento en Argentina.
   Jorge Luis Borges: Dios.
   Gallego: español. Se dice también de la persona tozuda, tosca o tarda.

30/9/09

Algunas notas epistemológicas: Nassim Taleb, la economía académica y el advenimiento de las crisis…

I.- Un posicionamiento de partida: nuestro entorno social es complejo, sometido a una incertidumbre fundamental que no es fácil de modelizar.

Mis dos recientes entradas sobre el estado de la Macroeconomía (más bien, enlaces a otros blogs que hablan sobre el tema), así como alguno de los comentarios recibidos, me han decidido a meterme de cabeza en un charco y escribir unas líneas sobre epistemología de la ciencia económica (si bien mi pensamiento sobre el tema está “on going” desde hace un tiempo…). Como no me considero especialmente dotado para ello, usaré varias ideas de un libro que me ha servido de lectura de verano, “El Cisne Negro”, de Nassim N. Taleb, del que hago en esta entrada una pequeña revisión muy personal, describiendo lo que me gusta y lo que no me gusta de las ideas que contiene.

Dadas las actuales circunstancias (debacle económica más o menos repentina), el libro se ha puesto muy de moda, ya que trata precisamente de dichos acontecimientos sociales inesperados (=cisnes negros).

Es una lectura que he podido disfrutar y padecer… Disfrutar, porque presenta varias ideas interesantes, que han demostrado su pertinencia después de la actual crisis, y que particularmente me interesan mucho. Padecer, porque el libro es excesivamente largo y repetitivo, el estilo del autor es confuso en el fondo y antipático en las formas, y porque las batallas personales del autor así como algunas conclusiones un tanto excesivas de su “filosofía” me llevaron al enfado en algunos momentos. Para leer una reseña muy buena del libro, podéis pinchar éste enlace .

Nassim Taleb trabajó de “quant” especializado en derivados para varias firmas punteras de Wall Street. En el crack bursátil de 1987, vio como muchos compañeros arruinaban a sus clientes y perdían su trabajo, mientras él, utilizando sus particulares métodos, se enriquecía lo suficiente como para retirarse y dedicarse a escribir libros y explicar su filosofía.

Ante todo hay que decir que el libro es un libelo . No tengo nada en contra, pero a un libelo se le debe exigir que sea breve. Este libro no lo es. Taleb mezcla sus teorías con ataques furibundos a varios grupos:

• La economía académica. Particularmente la aplicación de modelos matemáticos para describir la realidad, que él particulariza en los trabajos de Samuelson, Friedman, Arrow, Debreu…
• El banco sueco que concede los Nobel de Economía, que Taleb aboga por suprimir.
• Los padres del análisis cuantitativo en finanzas (Markowitz, Merton, Scholes…)
• Los estadísticos.
• … y algún otro que se me olvida, siempre ligado a algún tipo de establishment.

Y son ataques destemplados, a menudo ad-hominem. Uno tiene que hacer un esfuerzo para esquivar la ensalada de palos y entresacar las ideas de Taleb, que yo resumo a continuación:

1) Vivimos en dos mundos diferentes:
En uno de ellos (Mediocristán, en la terminología de Taleb), las relaciones son lineales (vamos, que funciona la regla de tres simple…), se puede extrapolar y predecir, los fenómenos quedan bien descritos por la curva de la campana (de Gauss), son de aplicación modelos matemáticos y estadísticos convencionales, funciona el “azar de casino”, esto es, son de aplicación las leyes conocidas de la probabilidad, no ocurren acontecimientos imprevistos y/o catastróficos…
En el otro (Extremistán), no aplica la linealidad, los fenómenos no responden a la campana de Gauss, es un mundo complejo, caótico, supone un nivel o capa de incertidumbre adicional a las conocidas leyes del azar, es impredecible por definición, y por tanto propenso a cisnes negros (=acontecimientos de probabilidad imposible de calcular, aunque se les supone muy improbables, pero de impacto trascendental).

2) Existe un grave riesgo de aplicar las leyes del primero al segundo de los mundos, particularmente en el mundillo de la bolsa y las finanzas.

3) El objeto de estudio de las ciencias sociales está en Extremistán. La Economía (y en menor medida la Sociología) se han empeñado en creer que el objeto de su estudio está en Mediocristán.

4) Esto no se hace sólo por error o desconocimiento, sino que a menudo es deliberado (Taleb culpa de ello a los economistas académicos y al comité Nobel), y no sólo produce una disciplina cuya acumulación de conocimiento es irrelevante, sino que a menudo conduce a la catástrofe.

Estos puntos le hacen a Taleb simpatizar con corrientes económicas fuera de la ortodoxia, como los post-keynesianos (Paul Davidson, Hyman Minsky... aunque Taleb cita a algún otro) o la economía austríaca de Hayek. Ya comentaré en el apartado IV de mi escrito lo chusco que esto me parece…

En la última parte del libro, Taleb nos introduce, aunque muy por encima, la “aleatoriedad mandelbrotiana” (por el matemático Benôit Mandelbrot, creador de los “objetos fractales”) como el mecanismo adecuado para entender y tratar ese “segundo nivel de incertidumbre” no tratable mediante las leyes habituales de la probabilidad. Esta es la parte en mi opinión que presenta un mayor recorrido y sobre la que merece la pena indagar un poco más (hoy por hoy sigue siendo un campo abierto de investigación matemática), pero aquí Taleb decepciona, porque no profundiza en la aplicación de los objetos fractales a la incertidumbre y a las finanzas y apenas ofrece nociones muy superficiales de por dónde pueden ir los tiros.

II.- Influencia del trabajo de Kanehman y Tversky

En definitiva, Taleb se autodefine como un empirista-escéptico, y nos alerta sobre la excesiva tendencia humana a teorizar, a la narración, a buscar causas en todos los fenómenos (particularmente después de que hayan ocurrido, aunque no pudieran ser previstos), a la excesiva confianza en la información histórica (series temporales de datos, pero también en la Historia con mayúsculas), a la tendencia a crear modelos mentales (y plasmarlos en modelos matemáticos…), y la dificultad que tenemos, probablemente favorecida por la selección natural, a mensurar las probabilidades de los fenómenos (somos mejores “haciendo cosas” que “comprendiendo nuestro entorno”).

En esto se basa en los trabajos pioneros de Kanehman y Tversky sobre el comportamiento humano y la toma de decisiones en entornos complejos, que llevó al primero a recibir un Nobel de Economía a pesar de ser psicólogo, debido a que pusieron los cimientos de la llamada “economía del comportamiento” que, primero fue ignorada por los economistas, luego empezó a atraer a algunos (ver, por ejemplo, el éxito del libro “Animal Spirits” de Akerlof y Shiller sobre las burbujas) y que después de la actual crisis ha recibido un buen espaldarazo.

Como empirista-escéptico, Taleb aboga en las ciencias sociales por el empirismo puro y duro y la metodología de prueba y error, en contra de un cuerpo de conocimientos consensuado y mantenido por un mainstream académico. Pone el ejemplo de la medicina medieval, donde la “medicina oficial” mataba mucho más que las propias enfermedades, y donde los únicos que salvaban vidas eran al parecer un pequeño grupo de médicos empiristas, que aplicaban a sus pacientes sólo los métodos que habían comprobado que funcionaban.

III.- Sympathy for the devil…

Cualquiera que haya leído mis anteriores entradas sobre economía, o los debates con Citoyen, sabrá que defiendo la idea de que la economía y el resto de ciencias sociales tienen muy difícil la aplicación del método científico en toda su extensión y, en los casos en que sí pueden aplicarlo, a menudo lo hacen sin el suficiente rigor, tomando atajos o, en lo que se refiere al uso de las matemáticas, tomando la modelización matemática como garantía de “cientificidad”.

Por lo tanto, es lógico que sienta simpatía por muchas de las ideas de Taleb, y considere esencialmente acertados muchos de los aspectos que defiende, por ejemplo:

• La existencia de “Extremistán”, un mundo que no se rige por las meras reglas de la probabilidad, un mundo complejo, incierto y a menudo impredecible.

• La dudosa utilización que el mainstream macroeconómico hace de los modelos teóricos, perfectamente construidos formalmente, pero que fallan en las premisas de partida y, por lo tanto, de dudosa utilidad práctica (se guían por criterios de belleza formal y no por criterios de utilidad). Entresaco un pasaje de este enlace (donde se describe duramente el proceso de construcción del establishment económico), que resume esta postura:

“The presuppositions could be as implausible as the economist wished, the “hard core” was invulnerable to criticism, and no realism was required, as long as the modeling was sophisticated.”

• Lo engañosa y peligrosa que puede ser la falsa seguridad en el manejo de la incertidumbre, la ilusión de control sobre los riesgos.

• Esa especie de obsesión de la Economía, que yo achaco a un cierto complejo de inferioridad, de diferenciarse del resto de ciencias sociales y parecerse a las ciencias duras, como la Física, eligiendo para ello exclusivamente el camino de la matematización, en lo que a menudo no resulta más que en una “apariencia de ciencia”. Os adjunto unos pasajes de una profunda entrevista a Bill Janeway, economista y director de una firma de inversión de Wall Street, que son muy ilustrativos:

"The IRA: But doesn't this certainty about the ability of science and mathematics to reveal truth go back to WWII and the Whiz Kids of McNamara's Pentagon? Then we see the emergence of physics as the real leader of 20th Century scientific research. Finally, in the latter decades of the century physics is applied to finance.
Janeway: Yes, but here is the problem. Real scientists tend to be much more skeptical about their data and their models, and thus tend to be critical empiricists. We can blame the crisis on failed physicists; they had all of the math but none of the instincts of good scientists that would enable them to be good physicists."


• El agudo y profundo rechazo, tanto psicológico como social, que las personas sentimos a decir “no lo sé”.

• La tendencia humana a sobrestimar las probabilidades de ciertos acontecimientos, como los ataques terroristas, un accidente de avión, ganar a la lotería… mientras que subestimamos insensatamente otros que tienen más probabilidades de suceder (aunque no es posible calcular dicha probabilidad), como un crack bursátil, que el gestor de nuestra cartera de valores la pifie, que nos quedemos sin trabajo o que el precio de nuestra vivienda se desplome.

• Que el mundo de la bolsa y las finanzas es un campo de juego donde se ponen especialmente de manifiesto todos estos problemas, con resultados a menudo catastróficos.

IV.- … ma non troppo

A pesar de lo anterior, hay puntos en mi opinión en los que Taleb se pasa de frenada, mezcla churras con merinas y se enreda en una ensalada mental o, si él no la tiene, te la termina provocando a ti.

No voy ni a mencionar algunas insinuaciones de Taleb en las que pretende extender su filosofía a las ciencias naturales, aunque lo hace con la boca pequeña, porque creo que ahí saca los pies del tiesto. Lo que sí está claro es su convencimiento de que la única manera de adquirir conocimiento en las ciencias sociales es mediante el empirismo escéptico, el método prueba-error y la aplicación práctica de únicamente “lo que funciona”.

El empirismo-escéptico probablemente es una buena guía de actuación para un quant de Wall-Street, pero a mi me parece una especie de aceptación de la derrota sobre el conocimiento, una renuncia a intentar lograr un conocimiento superior sobre cualquier disciplina, cosa a la que (yo al menos) no quiero renunciar tampoco en lo que respecta a las ciencias sociales.

Puede que en el estado de conocimientos de la medicina medieval el método de prueba y error funcionara, o puede que el auténtico estado de conocimiento actual de la Economía sea equivalente al de la medicina medieval (al menos Taleb así lo piensa), pero desde luego la medicina no ha alcanzado el nivel que tiene ahora exclusivamente con dicho método: la guía de una buena teoría sigue siendo necesaria para afianzar el conocimiento, y en cualquier caso, creo que forma parte de nuestros procesos mentales la tendencia a teorizar y a tratar de entender el mundo a través de modelos y paradigmas. Como los propios Kanehman y Tverski descubrieron en sus experimentos, lo difícil es lo contrario, es decir, hay que hacer un esfuerzo para no teorizar, no buscar una causa y una estructura en cada acontecimiento observado.

No sé si tiene sentido discutir si esto es bueno, o malo como piensa Taleb: sencillamente es así como funciona nuestro cerebro. Una vez más, para mi la clave es el contraste empírico: es el verdadero filtro para cualquier teoría o modelo, y todas aquellas disciplinas que no disponen de un laboratorio y que tienen difícil el contraste empírico de sus modelos, no por ello deben renunciar a que la realidad, y sólo la realidad, es el verdadero juez del conocimiento que pretenden atesorar. Una vez en este punto, uno debe ser honesto y reconocer los límites de dicho conocimiento.

Uno de los puntos que se le pueden criticar a Taleb es la sensación que transmite de que los métodos estadísticos son erróneos per se. Ciertamente la Estadística se presta a la manipulación falaz de los datos y a la extracción de conclusiones sin fundamento, pero esto no es culpa de la Estadística ni de sus técnicas, sino de los que la aplican con desconocimiento (periodistas, políticos…) o con malas intenciones (políticos, economistas…)

Lo mismo se podría decir de la matematización: no es lo mismo los que inician el camino y elaboran las herramientas básicas que los que posteriormente (mal) aplican y extienden dicho paradigma. Por eso se podría considerar excesivo el “yo acuso” de Taleb hacia Samuelson, Arrow, Debreu, etc. como responsables de la deriva que nos ha llevado al actual colapso. Sobre este punto, no obstante, recurro otra vez a Bill Janeway, pues mi opinión es muy parecida a la suya:

"Janeway: Samuelson laid down a fundamental philosophical principle, namely that we have to apply to economics what is known as the ergodic principle from the natural sciences, which is the notion that the underlying processes are stationary, the results, the observables they generate arrive stochastically, seemingly randomly, but the distribution is stable over time. Without that principle, we cannot do "positive economics." Now, interestingly, Milton Friedman, the other philosophical father of financial economics, came together with Samuelson on this principle applied to the "real world." Friedman, in his essay on positive economics, says basically that we all know that the assumptions we are making are not true. This is not how people really are, perfectly rational, etc., etc. But Friedman proposed the "as if" principle, namely that we should do our work "as if" they were, as if people were rational.
[…]
The IRA: So we can blame the entire mess on Milton Friedman? Did he and Samuelson, two of the most towering figures in the economics profession, open the door to the biggest financial disaster in the history of the market economies?
Janeway: No, but those who followed their work clearly took it too far in terms of practical applications. We will see mathematical models applied to cases where we have inefficient markets, where we posit that people are reasonably rational, that they try to make good decision with inadequate data or incomplete models. I think that most people are rational or try to be, and that accordingly we should treat them as generally rational because they are doing the best that they can. And therefore, they will actually behave in ways that are described by people like John Maynard Keynes and Ben Graham.
[…]
Janeway: One of the great thinkers and great men of the last half of the 20th Century who, like Samuelson, is still alive, is Ken Arrow. The Arrow-Debreu general equilibrium mathematical construction was one of the precursors to the current mess. If only we had hung it up on the wall and contemplated it as an aesthetic object, and never led people down this terrible path towards trying to make it operational. This notion that "if" markets were complete and efficient; "if" we had the infinite array of contingent securities so that we could at one point in time hedge every possible event, we'd have complete closure, everything would close.
The IRA: It's called absolute zero in physics, the end of molecular motion. It implies the end of days and, thus, is hopefully only a theoretical possibility. That's why my partner Dennis Santiago and I prefer Minsky and scientific notions like entropy to describe market behavior.
Janeway: Exactly. Reaching general equilibrium implies that we have extracted ourselves from historical time and that we are frozen in stasis. We had done one trade that was good forever. And remember that the math is beautiful. The practical effect is catastrophic. And that is the catastrophe you are talking about. Because as we build layer upon layer of derivatives, what we were doing was pursuing Ken Arrow's challenge. These are not bad people, they have simply been chasing the impossible dream of completing the market and, going back to MacKenzie, chasing the legitimatory goal of making the world a more efficient place."


El último punto que me gustaría criticar del pensamiento de Taleb es su simpatía por escuelas económicas fuera del mainstream académico como el post-keynesianismo y la economía austríaca, sin importarle al parecer que no tengan mucho que ver la una con la otra. Parece que a Taleb le basta con que sean corrientes alternativas al pensamiento económico establecido y de algún modo estén enfrentadas al establishment y marginadas por éste, que acepten la complejidad del mundo y rechacen en mayor o menor medida la modelización matemática.

Particularmente, si hay algo opuesto al empirismo-escéptico que propugna Taleb es la escuela austríaca, basada en la “praxeología”, que es una especie de misticismo que se deriva de cuatro axiomas o principios originarios que se pueden aplicar a cualquier cosa (como el horóscopo) y que es, por lo tanto, una disciplina narrativa por excelencia. Se la puede tachar de ser una fe, una religión, una ideología… pero desde luego ni es empirista ni es escéptica: representa precisamente la “platonificación” a la que tanto se opone Taleb.

V.- Una nueva esperanza…

Llega el momento de preguntarnos: ¿y, entonces?, ¿cuál es la alternativa?

Me voy a permitir citar unas palabras de mi compañero de blog, Demócrito:

“En realidad la disyuntiva es sencilla: o existen pautas de conducta humana condicionadas por antecedentes cognoscibles o no. En el primer caso, es viable y necesaria la aplicación del método científico, por difícil, aproximativa y limitada que sea. Si no es así, entonces los fenómenos sociales son incognoscibles y no es posible afirmar nada sobre ellos, todo se reduciría a juicios de valor. […] ¿Cuál es la alternativa?"

Krugman y otros daban algunas claves de por dónde pueden ir los tiros en la futura macroeconomía, aunque, como hemos visto en los enlaces de mi anterior entrada se dista mucho de un consenso.

Quien haya tenido la paciencia de leerme hasta aquí, creo que se merece que esboce al menos qué es lo que yo creo:

• Abandonar la “ilusión cientificista” de la Economía basada en modelos matemáticos “platónicos”, alejados de la realidad. Esto no implica renunciar a las matemáticas como herramienta, pero como dice Krugman, “as our servant, not our master”

• Ser muy consciente de las limitaciones de los modelos, y de lo restrictivo de sus hipótesis de partida. Particularmente en su aplicación directa a los casos reales. En palabras de Feynman, “hacer todo el trabajo” del método científico, sin atajos, particularmente ser más riguroso con la “revisión por pares” y, en la medida de lo posible, el contraste empírico. [Digresión: recordar que una disciplina como la Mecánica Cuántica, que es extraña, anti-intuitiva y está basada en postulados, funciona como teoría porque cumple con el proceso:

Axiomática (postulados) → estructura algebraica (hubo que inventar las matemáticas) → contraste empírico... (si no cumple, se vuelve al primer paso y se cambian los postulados).

• Mayor disposición a modificar / descartar los modelos cuando éstos no son útiles (criterio de utilidad). Des-ideologizar la Economía: curiosamente, la elevada tecnificación y recurso a las matemáticas no ha servido para ello, lo que demuestra que la herramienta no es garantía de nada.

• Mayor humildad entre los economistas y mayor permeabilidad a otras ramas del conocimiento (a veces parece que los economistas sólo leen a economistas y que sólo se citan entre ellos de forma circular).

• Necesidad de incorporar a los modelos elementos de complejidad e imperfección (“animal spirits”, economía del comportamiento…)

• Más y mejores estudios empíricos: a menudo los estudios empíricos en ciencias sociales, que involucran mucha manipulación estadística, se prestan a sacar conclusiones precipitadas o falaces: hoy por hoy no gozan de mucho prestigio. Tan mala ciencia es el exceso de racionalismo como el mal empirismo.

• ¿…? (aquí el lector puede incluir sus propias reflexiones, que serán bien recibidas en comentarios)

No quiero terminar esta extensa nota sin recordar de nuevo que lo que más me interesa investigar en todo esto (a un nivel amateur, divulgativo…) son las ideas del matemático Benôit Mandelbrot y de qué manera pueden cuestionar la actual formulación de la Economía. Prometo leer sobre ello y venir aquí a comentarlo.

Para los auténticamente masokas, dejo un par de enlaces de gente importante donde también hablan del tema de mi escrito (son divulgativos, no temáis):

Daniel Cloud: “Capitalismo Científico
Dany Rodrik: “Que los escépticos de las finanzas tomen el control
Robert Skidelsky: “La traición de los economistas
Robert Skidelsky: “Risky risk Management

ACTUALIZACIÓN 1: Una interesante discusión sobre el Value at Risk y la seducción de los modelos.
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25/9/09

Curso de ética periodística

- Te estoy diciendo que no, que es de mal gusto y además casi ilegal -
- Sólo un chascarrillo, prometo no ser borde -
- Un chascarrillo, dice ¿Te crees gracioso? Demasiado tienen con lo suyo.
- ¿Qué es lo suyo? ¿Que su estilista esté a sueldo de Jiménez Losantos?-
- Que te calles. No he dicho nada. Olvídalo -
- No entiendo por qué no puedo meterme con las hijas del presidente. Bien que te ríes cuando me meto con Anasagasti.-
- Pero es que el peinado de Anasagasti es el Mal, no tiene comparación. -
- Quizá las peine el peluquero de Anasagasti, mira tú -
- Que no. Además son menores -
- ¿Qué pasa? ¿No nos podemos meter con las niñas? ¿Aunque no lo parezcan?
- No, no podemos -
- Pues de la niña de "El exorcista" dijiste que se parecía a Leire Pajín -
- Joder, cállate que nos van a oir. -
- Podríamos simular un juego de preguntas y respuestas: por un euro, películas o series que podrían protagonizar las hijas del presidente... "El Jovencito Frankenstein", "Hellraiser", "El señor de los anillos", "King Kong", "Mal gusto", "El diablo viste de pena", "La famila Adams", "Padre de familia"...-
- No colaría. Muy obvio. Además no me gusta el gore.-
- Vale, no digo nada. Aunque ahora empiezo a comprender algunas decisiones del gobierno. -
- ¿?
- Ahora entiendo el nombramiento de Bibiana Aído. Para ZP debe ser la hija guapa que nunca tendrá.
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Economic professors street boxing session... o "Ensalada de tortas entre universidades americanas"

...En el principio fue la crisis...

...y después de la crisis, algunos empezaron a preguntarse en qué había fallado la Macroeconomía, sus teóricos, sus practicantes y sus seguidores...

Y entonces llegó Krugman y escribió un artículo-resumen en el New York Times, enlazado en mi anterior entrada, donde exponía su postura. Y como Krugman es bastante macarra y siente un especial placer en atizarle a otros miembros de la profesión, la tomó (y con razón) con la Escuela de Chicago y algunos de sus más prominentes miembros... y también con algún prominente departamento de Economía de lo que él llama "freshwater economics" (los "nuevos clásicos" que, al parecer, suelen encontrarse sobre todo en universidades "del interior" como Chicago, Arizona State o Washinton U. in St. Louis... por oposición a la "saltwater economics", algo así como los "keynesianos", al parecer más fáciles de encontrar en universidades regadas por el mar, como Harvard, Princeton, Berkeley, el MIT...)

Como no podía ser de otra forma, la respuesta de estos últimos ha sido furibunda, llamando a Krugman de todo menos bonito, y en lo que es ya un clásico en la historia del quehacer de los economistas, acusándole de lo mismo que él los acusaba a ellos: básicamente de no tener ni pajolera, de no haber estado atento a las investigaciones de los últimos 20 años, etc.

Es mejor que os leais este artículo de Bradford Delong (profesor en Berkeley) donde hace un extracto de algunas respuestas de dichos profesores al artículo de Krugman y las ridiculiza sin piedad: los 7 magníficos.

Como yo siento una mórbida fascinación por estos combates, los estoy siguiendo con cierto detalle... porque, a diferencia de lo que piensa mi amigo Citoyen, creo que encierran mucha más profundidad que una mera pelea retórica entre escuelas económicas, una de las cuales (Chicago School) parece haber perdido el tren de la historia. Vosotros también podéis hacerlo siguiendo los enlaces que el propio Delong va poniendo en su blog, o desde el blog de Greg Mankiw (que de momento se mantiene como espectador...).

Aunque yo estoy con Delong, Krugman, Shiller, etc., lo que me fascina es de qué manera se sacuden entre sí profesores de universidad que se suponen punteros en lo suyo, algunos de ellos premios Nobel... y hasta qué punto difieren en sus conocimientos, y en sus apreciaciones, sobre su materia de estudio. Es preocupante lo que dice Delong en su conclusión:

"The scary thing is the level at which they are wrong: these are all freshman (ok, sophomore) mistakes--yet the seven include two past (and a year ago I would have said three future Nobel laureates in Economics).

If this doesn't frighten you, you aren't paying attention..."


(Fleshman= alumno de primer año; Sophomore= alumno de 2º año)


Pero para mi, lo más preocupante lo describe bien uno de los comentaristas del blog:

"As an economic outsider reading blogs from all sides of the political spectrum and trying to make sense of the economic events of recent years, it is almost impossible to make sense of the magnitude of disagreement in your field. Is it really possible that economists from top rank departments, some with Nobel prizes, are really making elementary, undergraduate errors? If so, how in the world is this possible? How can disparate groups of top-ranking scholars consider the members of other groups as complete idiots? What does this say about the field as a whole? I cannot recall or imagine something comparable occurring in any physical science.

The spectacle is startling and mesmerizing."



Este tipo de "espectáculo", tan característico de la Economía, muestra hasta qué punto ésta está marcada por la ideología: hasta el punto de marcar diferencias sustanciales en lo que se enseña en las distintas universidades (esto a modo de reflexión para los que gustan del modelo americano de Universidad), hasta el punto de que los economistas de unas universidades no están al tanto de lo que se investiga en otras, si son de "otra escuela", o lo ignoran y lo desprecian.

Esto refuerza mi idea sobre la "falta de un conocimiento establecido", compartido por los economistas y fuera de discusión... o al menos que existe, pero su alcance es muy pequeño.

Seguiremos reflexionando sobre el tema...

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2/7/09

¿Saben Economía los economistas?

Haría mal el lector, sobre todo el lector perteneciente a la profesión económica (de entre los miles que nos leen a Demócrito y a mi…) en considerar esta pregunta como una (mera) provocación.

La pregunta pretende ser retórica, puesto que el que escribe estas líneas está convencido de que si alguien sabe economía, son los economistas, o al menos algunos de ellos.

El drama es que, lamentablemente, la pregunta no es retórica, o al menos no para gran parte de la profesión, a juzgar por lo que nos cuenta Citoyen en esta entrada, y lo que se extrae de la nota de Paul Krugman que en ella se enlaza.

Lo podemos resumir en una frase: “la profesión tiene un problema” (la profesión económica, se entiende). Y es un problema muy gordo.

Es cierto que la profesión es vilipendiada por propios y extraños que a menudo no conocen lo más elemental de sus fundamentos, pero yo sobrevolaría ese punto sin darle más importancia que la que tiene (es lógico que todo el mundo opine de economía, puesto que trata de temas muy cercanos al bienestar de la gente: dinero, salarios, paro, inflación, etc).

El auténtico problema, en mi opinión, viene de dentro. Porque si, como se afirma, un gran número de economistas no entienden los modelos en los que se basa su disciplina, entonces se está cuestionando los fundamentos mismos de la profesión: ¿qué confianza podemos tener, no ya en las opiniones, sino incluso en los trabajos de los propios economistas?

Como el anterior párrafo suena un poco radical, conviene aclarar algo: mi objetivo con esta entrada no es añadir un ataque más a la profesión económica: mi propia postura al respecto ha ido mejorando a medida que conozco un poco más del mundillo, desde posiciones bastante escépticas y críticas hasta otras mucho más matizadas. Mi objetivo es sencillamente añadir alguna reflexión a cuál puede ser el problema que hace a la profesión económica tan controvertida, bajo la tesis de que tiene que haber algo bastante profundo en el asunto.

Seamos sensatos: es obvio que un gran número de economistas sí entiende los modelos económicos. Por lo tanto, aquí puede haber un doble problema:

a) Un problema de “divulgación”, en el sentido de saber explicar al gran público los fundamentos de la disciplina, siguiendo la tradición de la divulgación científica por ejemplo en Física o Biología.

b) Un problema de “enseñanza académica”, que va más allá de la mera confección de los programas académicos.

Un caso personal a modo de ilustración

Os voy a contar mi caso personal: en la Escuela de Industriales de la UPM hay un curso de Economía en 3º de carrera (del plan de 6 años que yo estudié). Para un alumno al que se le supone cierta pericia matemática, que ha pasado ya por las abstracciones del Álgebra, se ha enfrentado al Cálculo Infinitesimal y las Ecuaciones Diferenciales y con un par de cursos con asignaturas de Física y de Química en la chepa… comprender las sutilezas de esos modelitos aparentemente simples que el profe de Economía pintaba en la pizarra, con dos sencillas curvas que se cortan… bueno, debería ser fácil, ¿no? Pues no. Para mi sorpresa y disgusto, me vi bastante incapaz de entender a la primera cada par de curvas que el profesor explicaba en la pizarra. Bien, esto puede ser un problema mío, bien sabe dios y el diablo que no soy el tipo más listo ni de mi barrio… pero no lo creo, mirad, no me creo tan especial ni como para detentar en exclusiva la bandera de la estulticia… estoy seguro de que allí en la Escuela la podíamos levantar muchos, y también en las Facultades de Economía, claro.

Lo cierto es que cada par de curvas que se me pintaban (oferta, demanda, precios, tasas de interés…) encerraban detrás toda una serie de asunciones y suposiciones que para mi no eran nada obvias, y que me obligaban a pensar y a intentar ver exactamente qué demonios quería decir esa curva… porque siempre tuve la impresión de que las curvas eran una manera gráfica y simple de explicar un teoría establecida a priori, y cuyos fundamentos son los que yo quería conocer, y desde luego las curvas no me los explicaban.

Supongo que parte del problema es no estar familiarizado con los métodos de las ciencias sociales. O mejor, estar demasiado familiarizado con las ciencias empíricas: para mí, una curva que describe el comportamiento de “algo” tiene una ley, una ecuación, detrás, y uno puede reflexionar sobre el “sentido físico” de esa ecuación, utilizar la intuición para entender cómo la ecuación describe un determinado aspecto de la realidad (esto del sentido físico valió hasta que llegué a la mecánica cuántica, claro, donde la visión intuitiva sirve para poco… pero eso es otra historia, que contaremos en otro lugar).

Pues bien, nunca logré discernir con claridad “el sentido físico” de lo que allí se me contaba. ¿Es un problema de cómo se explica la Economía? Sí, sin ninguna duda esto es parte del problema. También me pasó con asignaturas como la Electrotecnia, no os creáis… siempre he tenido dificultades para aprehender asignaturas en las que te enseñan un conjunto de técnicas de resolución de problemas y casos-tipo, pero en las que no era capaz de ver los fundamentos.

Pero aquí la cuestión clave no soy yo, sino que seguramente yo no soy el único con este “problema”: ¿es descabellado pensar que muchos estudiantes de Economía aprenden las técnicas, manejan la parafernalia matemática, conocen los modelos… sin de verdad entender en profundidad lo que éstos representan?

El problema, entonces, es que la mayoría sabrán tanta Economía como yo Electrotecnia.

Las matemáticas: ¿la herramienta es el problema?


Las matemáticas son sólo una herramienta, y es una herramienta poderosa. Es como el sable láser de los caballeros Jedi: su manejo además no está al alcance de todo el mundo, por lo que se convierte en símbolo de prestigio.

Nota friki al margen, su prestigio está bien ganado como medio de representar la realidad física, y dicho prestigio trasciende el de su mera utilización por la ciencia: es un prestigio social.

Es bien conocida la costumbre de muchos magufos, chamanes, buscadores de ovnis y de fantasmas, echadores de cartas, cienciólogos, astrólogos, parapsicólogos y demás charlatanes, de rodearse de parafernalia con apariencia matemática pero sin sentido, con el fin de dar una apariencia de profundidad y verosimilitud a su actividad.

Pero no estamos aquí para hablar de pseudociencias: el uso de las matemáticas es reivindicado por muchas disciplinas: por sus características intrínsecas, porque forma parte de nuestro propio esquema mental como especie, porque no conocemos otro modo más preciso, coherente y explotable de modelizar la realidad… y también porque da prestigio a la actividad, por qué no decirlo, muchas disciplinas tratan de incorporar la matemática a su metodología, incluidas las ciencias sociales. Y la Economía es la que más éxito ha obtenido en el empeño. Tanto, que puede morir de éxito.

¿Qué quiero decir con esto? Una vez que Samuelson estableció las bases matemáticas de la Economía, y de algún modo estableció al mismo tiempo la base de los programas académicos clásicos de enseñanza de la Economía, es obvio que los economistas están obligados a saber manejarse con las matemáticas. Ningún problema con esto, siempre que no se olvide que conocer la herramienta no es conocer la disciplina: saber manejar el yunque y la maza es condición necesaria, pero no suficiente, para hacer buenas espadas. Es necesario ver más allá de las curvas y las ecuaciones, y entender (y cuestionar, si ha lugar) lo que se te está enseñando. Aprehender lo que es “conocimiento establecido” en Economía. Porque si no, el riesgo que se corre es que los modelos sean patrimonio exclusivo de cuatro académicos que los entienden, y el resto de la profesión simplemente maneje una parafernalia cada vez más enrevesada y en la que es cada vez más difícil discernir su capacidad para representar la realidad. El riesgo es que todos estos trabajos queden en simples divertimentos académicos. O peor aún, que una vez obtenida “la gran ecuación” que aparentemente nos resuelve el problema, todos a usarla indiscriminadamente sin cuestionarse sus fundamentos, lo cual puede conducir al desastre.

En resumen, para mi no debería existir ningún problema con la herramienta matemática, siempre que quede claro que es sólo una herramienta (que puede ser utilizada para cualquier cosa, que puede ser utilizada bien o mal, y que por tanto no es por sí sola garantía de nada). Y que el prestigio no lo puede dar el cómo usas la herramienta, sino el resultado último de tu trabajo, sea cual sea la herramienta.

Si la herramienta no es el problema, ¿cuál es el problema?

Aquí, voy a hacer una CONJETURA.

Para mi, el problema puede estar en el “conocimiento establecido” por la Economía. ¿Cuál es el verdadero conocimiento establecido? Aquél que conocen y comparten todos los economistas, aquél que está fuera de la discusión, aquél en el que la profesión se asienta para poder avanzar, para adentrarse en nuevas líneas de investigación necesariamente más especulativas…

Por “conocimiento establecido” no hablo de una verdad absoluta e inamovible, puesto que esta noción es incompatible con cualquier ciencia. Para la ciencia, todo conocimiento está en permanente revisión, si queréis, en “permanente estado transitorio”, sujeto a la revisión por pares y a que nuevos experimentos puedan derribarlo, matizarlo o confirmarlo (por n-ésima vez en un ciclo sin fin).

Pero mirad, en Física, por ejemplo, se da un proceso que yo no veo en Economía: cada avance, cada nuevo descubrimiento, cada modelo que sustituye a uno anterior… se basa en el anterior y lo complementa… cuando el modelo anterior es “conocimiento establecido”, el nuevo modelo raramente lo invalida, en el sentido de descartarlo por incorrecto (aunque los más puristas dirán que sí)… generalmente lo que hace es complementar con nuevos conocimientos aquello a lo que el modelo anterior no llegaba, permaneciendo el modelo anterior como válido para casos simplificados, a menudo suficiente para la mayoría de casos y aplicaciones (ejemplo: la mecánica newtoniana queda sustituida por la relativista, mucho más general y mejor descriptora de la realidad… sin embargo, la newtoniana sigue siendo suficiente buena para la mayoría de aplicaciones de la vida diaria. No es concebible una “escuela newtoniana” en lucha a lo largo del tiempo con una “escuela relativista”).

¿Por qué en Economía este proceso no se da? Como decía un amigo mío: “la Economía es la única disciplina en que alguien es capaz de recibir el Nobel por un trabajo en que se defiende una cosa, y años después alguien puede recibir otro Nobel por un trabajo en que se defiende la contraria”.
Cuando los fundamentos de la disciplina económica son cuestionados desde dentro, cuando persisten distintas “escuelas económicas” enfrentadas, cuando los economistas no se ponen de acuerdo sobre cuestiones básicas, cuando se duda de que los economistas entiendan sus propios modelos… lo primero que se me ocurre es que no hay un conocimiento establecido.

Disclaimer:

Bien, yo no creo realmente que NO EXISTA en absoluto un conocimiento establecido en Economía. Lo que creo, con muchas dudas y sujeto a la refutación de quien me quiera iluminar (recordad que esto es sólo una conjetura), es que:

1) O bien el conocimiento establecido debe de ser muy limitado, de corto alcance, mucho más limitado de lo que piensan la mayoría de los economistas (incluso los que entienden los modelos).

2) O bien este conocimiento existe pero se enseña muy mal en las facultades, que si lo pensáis nos lleva casi necesariamente al primer punto, después de un par de generaciones.

Esta es una conjetura muy osada, para ser planteada desde fuera de la profesión. Insisto: esto es sólo un blog, se trata de debatir: que nadie vea aquí un ataque a la Economía per se. Únicamente pretendo buscar una explicación para un conjunto de problemas relativos a la disciplina, a los que también se refiere Citoyen en su entrada, y es la explicación que yo le doy. Sólo pretendo que alguien quiera recoger el guante: no ya darme a mi un curso acelerado de “conocimientos establecidos” por la Economía (aunque no estaría mal, je, je), sino de dar una hipótesis alternativa que explique mejor que la mía los problemas antes referidos.

Finalizaré con varios ejemplos:

a) En el recientemente célebre “Manifiesto de los 100”, en que 100 economistas académicos hacían recomendaciones al gobierno español para salir de la crisis, y que he leído con interés y con cuyas tesis estoy en general bastante de acuerdo, uno puede encontrar algunas propuestas (eso sí, no muchas) de algunos de los ponentes que son contradictorias entre sí. O un economista que recomienda bajar IRPF y subir cotizaciones a la SS mientras que otro colega, varias páginas más adelante, recomienda precisamente lo contrario. A esto, que puede ser más o menos explicable, se suma de repente el “Manifiesto de los 700”, en que otros tantos economistas, supongo que igual de “académicos”, tratan de rebatir, a veces de forma furibunda, las propuestas de sus colegas.

b) La teoría clásica del comercio internacional viene a afirmar que éste beneficia siempre a los países que intercambian productos, independientemente de su nivel de desarrollo y productividad, pues cada uno crecerá en base a su ventaja comparativa relativa. Yo mismo he utilizado este argumento en mi anterior entrada sobre el modelo productivo. Sin embargo, se pueden encontrar trabajos, basados en evidencias empíricas (por ejemplo en países latinoamericanos) que cuestionan este modelo, y que afirman que países con una gran diferencia en su nivel de desarrollo y su acceso a la tecnología, la mera ventaja comparativa no servirá para garantizar su crecimiento, e incluso el proceso comercial puede incrementar aún más la distancia con los países más desarrollados.

....

Hay un problema con el conocimiento establecido. Es sólo una conjetura, que es difícil de confirmar para mi desde fuera de la profesión, pero es la mejor explicación que le encuentro a lo que ocurre con la profesión. Y, creedme, quiero estar equivocado.

Vuelvo a la Física: cada nuevo modelo avanza y sustituye al anterior, y en cada momento está razonablemente claro lo que es conocimiento establecido. Newton describió el proceso en una frase: “…si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes…

¿Dónde están los gigantes, en Economía?

ACTUALIZACIÓN: Un poco más sobre este tema, en el debate entre Citoyen y Alberto Garzón...

ACTUALIZACIÓN 2: Respuesta de Citoyen, aquí.

14/5/09

CRITERIOS (I)

Introducción:

Uno pasea por la blogosfera con el buen ánimo de aprender de unos y otros. Hace solamente quince años encontrar tantas opiniones y tantos opinantes preparados al alcance de la mano era impensable. Por desgracia, también te encuentras a menudo con vociferantes repetidores de consignas, cuevas vacías que hacen eco de voces que no son suyas. Intuyo ciertas similitudes entre los habladores que componen esta última categoría. A pesar de que entre ellos los hunos griten lo contrario que los hotros, son más las cosas que los unen que las que los separan.

Creo que la característica que los define es que sus criterios a la hora de juzgar ideas, acciones o hechos son siempre dogmáticos. Es decir, que han plantado firmemente sus pies sobre tales o cuales ideales, prejuicios o creencias y se niegan a moverse de ahí, y mucho menos a que les muevan. Cuando lo hacen es para volver al mismo sitio, a ser posible seguidos de una claque entusiasta contratada para el viaje. Algunos claman por su sacrosanta libertad siempre mancillada por el estado expoliador. Otros pelean enfurecidos por su particular nación, oprimida por otra más grande y con bigote o amenazada por otra más pequeña tocada con Txapela o Barretina. Aquéllos exigen justicia, igualdad y el Plus pál salón. Sea el tema que sea, sea quien sea el que lo protagonice, sus consignas siempre son las mismas y la realidad entusiásticamente desatendida.

La postura contraria, la de tener claro desde un principio a dónde quieres llegar pero no el camino que hay que seguir, es incómoda por dos motivos: uno, que exige el esfuerzo de obligarte a conocer el terreno que pisas y de saber adaptar tu ruta a éste, y no al contrario. La otra es que los que están sentados cómodamente en sus principios irrenunciables te tiran piedras desde su agujero, donde no ven nada pero les jode que vengas a traer noticias de fuera.

La ventaja es que es la única que permite adoptar estrategias lo más coherentes posibles con la realidad y que así éstas sirvan de algo. En el siguiente post hablaremos más de ello.
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2/4/09

El fin de la infancia


Casi todos los domingos paseamos, Vicky y yo, por la Dehesa de la Villa. Me hago viejo y tengo, claro, costumbres de viejo: repetidas, tranquilizadoras. El último domingo, a la vuelta, nos encontramos con una charanga, apenas cuarenta personas tras una pancarta y dos muñecos grandotes guiados por cordeles. Casi todos ellos iban disfrazados, casi todos con festivas pinturas de guerra. El lema que les precedía era algo así como "Por un barrio solidario y mestizo”. Hacían ruido de tambores y juegos de malabares.


“Yo también estoy por un barrio mestizo y solidario”, dije, “pero no hago ruido”. Vicky respondió: “entonces nadie lo sabrá” .


Tenía razón, como tantas veces. Me pregunto cuándo empecé a sentirme ridículo al defender ideales. Qué día me encontró revolviendo cifras y gráficos, tratando de comprender las cosas desde lejos y, desde luego, sin hacer ruido. Cuándo sustituí palabras como “bueno” o “injusto” por “retroalimentación positiva” o “desestabilizador”. Cuándo me abandonó la inocencia y me casé de penalti con la ironía.


Hace tiempo conocí a un chaval, muy majo, que a veces llevaba una camiseta roja. En blanco, en tipos grandes, estaba escrito: “Non serviam”. Y un poco más abajo, dejándolo claro: “Orgullo obrero”. Yo quise hacerme una camiseta parecida, ya digo que fue hace mucho tiempo, pero como tantas otras cosas, se me olvidó.


Ahora ya no podría ponérmela: combinaría fatal con la barriga, combinaría fatal con mi cinismo, combinaría fatal con las canas y con mis amigos. Supongo que con mi inocencia pasó lo mismo y por eso se largó, sin dejar siquiera un mensaje escrito con pintalabios en el espejo.

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