25/11/10

Comentarios al post de Kantor “Gas&Petróleo: el escenario de sustitución”

Kantor ha escrito una interesante entrada en su blog analizando la evolución de las reservas de gas y petróleo en los próximos 30 años y posicionándose a favor del gas como sustituto del petróleo en el transporte. Os recomiendo su lectura.

Hay muchas partes de su entrada con las que estoy esencialmente de acuerdo y sobre ellas no me extenderé. Sin embargo otras partes sí merecen algún comentario, que por haberme salido un poco extenso lo he convertido en un post. Ya os habéis leído el suyo, ¿verdad?... ¿no? Pues venga, os doy 5 minutos más…

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Vayamos bloque por bloque del post de Kantor.

1.- Transición energética global: los próximos treinta años

En él dice Kantor:

Por otra parte, existe (ahora) un sustituto sencillo y barato para el petróleo en los motores de combustión interna; se trata del gas natural. Mientras escribo estas líneas el gas natural, un combustible solo un poco menos versátil que el petróleo se quema (criminalmente) en plantas de producción eléctrica, mientras algunos gobiernos (los mismos que han apoyado el timo de las renovables, y que por tanto apoyan el desperdicio atroz del gas) apuestan otra vez por la solución más cara y propagandística, tirando millones en el coche eléctrico, cuando el automóvil de gas natural (y su versión hibrida) pueden retardar el problema de los combustibles líquidos durante al menos tres décadas: las necesarias para disponer de un amplio parque de reactores nucleares de tercera generación (y los primeros breeders comerciales en funcionamiento) y baterías eléctricas de nanotubos de carbono, o en su defecto, una tecnología viable del hidrógeno como vector energético.”

Lo cierto es que la proliferación de Ciclos Combinados a gas natural (CC), en España y otros países, a partir de los años 90, fueron el resultado de unos incentivos que en ese momento empujaron a los agentes hacia esa tecnología de generación eléctrica: el desarrollo tecnológico y comercial de las turbinas de gas (con su consecuente reducción de costes) confluyó con la aparición de contratos de abastecimiento e infraestructuras de un gas natural que por aquél entonces ya se consideraba “sencillo y barato”. El elevado rendimiento de estas plantas, su (relativamente) bajo impacto ambiental y la rapidez de construcción (y bajos costes de inversión) eran la promesa de futuro para la generación eléctrica a la que todos se apuntaron, sobre todo ante unas centrales de carbón muy contaminantes y una (si no criminal, sí estúpida) moratoria nuclear. Posteriormente el gas subió de precio, y además empezaron a proliferar las renovables (sobre todo la eólica)… aunque Kantor considera que todo apoyo a las renovables es un apoyo implícito a la quema de gas en CC por su posicionamiento como energía de respaldo ante la intermitencia de aquéllas, lo cierto es que todas las compañías apostaron por el gas como “energía de base”… mientras que las renovables abocan al gas a ser mera energía de respaldo, con cada vez menos horas de funcionamiento pero con la necesidad imperiosa de disponer de dicha potencia instalada (ya lo analizamos en éste y éste post). Es decir, que ese supuesto “desperdicio de gas” que provocan las renovables, se da poco y cada vez menos… de hecho el verdadero problema es el “desperdicio económico” que supone este hecho para los que invirtieron en Ciclos Combinados.

Por lo tanto, la historia de los CC de gas fue como fue por una cuestión de incentivos, y no fueron los gobiernos sino las empresas privadas las que hicieron su elección, la que creyeron mejor en ese momento, sin prever el impacto futuro de las renovables y cómo éstas iban a comprometer dramáticamente la rentabilidad de los Ciclos.

En cuanto al penúltimo comentario sobre el coche eléctrico, desde luego es “caro y propagandístico” repetir el error que se cometió con la fotovoltaica, que es subvencionar la instalación (en el caso del coche, la compra) de tecnologías ineficientes y que están al comienzo de su curva de aprendizaje, en lugar de incentivar el I+D (en el caso del coche, sobre las baterías) que permita hacerlas comercialmente viables en, digamos, una década.

Efectivamente, sobre el papel (es decir, atendiendo sólo a las reservas y la tecnología disponible) estoy de acuerdo con Kantor en que el automóvil de gas natural podría retrasar unas décadas el problema de los combustibles líquidos… la cuestión es, de nuevo, si se dan los incentivos, que además son distintos en los diferentes países, para que dicha sustitución se dé en la práctica: en los países que ya disponen de un amplio parque de automóviles movidos por GNC (gas natural comprimido), éste no ha logrado sustituir más que a una parte del parque movido por combustibles líquidos (normalmente, taxis urbanos), a pesar de su menor coste de utilización. La razón fundamental entiendo que es su baja autonomía.
En el resto de países, que no tienen la infraestructura de surtidores de GNC (aunque ésta no me parece muy problemática) y, sobre todo, que tendrían que sustituir su parque automovilístico actual por otro con GNC o bien adaptar los motores de los automóviles, se me hace difícil pensar en qué tipo de incentivos podrían tener los usuarios particulares para acometer los costes de sustitución, perdiendo dramáticamente espacio de carga y aún más dramáticamente autonomía de uso… mientras diésel y gasolina sigan estando disponibles y a un coste aceptable. El reciente informe del MIT que comentábamos en éste post, le da un papel bastante insignificante al uso del gas para el transporte en los próximos años, aunque sí recomienda que los gobiernos faciliten su utilización.

Otro punto importante es la geopolítica de abastecimiento del GN, muy distinta a la del petróleo y que provoca que prácticamente los únicos usos relevantes del GNC como combustible vehicular se den en países con yacimientos de gas o acceso fácil a los mismos.

Aparte del coste de sustitución / adaptación de los motores actuales, y las cuestiones logísticas y geopolíticas, no olvidemos que la combustión del gas natural, aunque claramente más limpia que la de los líquidos, sólo reduce las emisiones de CO2 en un 26% frente a éstos, por lo que apenas puede considerarse como solución en cualquier escenario que considere necesaria una radical reducción de emisiones. Incluso sin considerar razonable un escenario tal, no es inverosímil que las sucesivas mejoras en los actuales motores diesel y gasolina logren una reducción de emisiones similar…

De todas formas, no quiero extenderme demasiado sobre este punto en particular, pues Kantor ha prometido hablar de ello en su próximo post, y como es un tío bien informado, seremos cautos y esperaremos su escrito con paciencia e interés.

Tan sólo decir para finalizar este bloque, que su último comentario sobre las baterías eléctricas de nanotubos y la tecnología de hidrógeno, también me parece apostar en demasía por un “deux ex machina tecnológico”… Para mostrarlo, fijaos bien en la siguiente gráfica, donde muestro la densidad energética de varios combustibles: se puede ver dónde están las baterías eléctricas, incluso considerando los límites teóricos conocidos hasta el momento y las baterías de nanotubos… y dónde está el hidrógeno, frente a los combustibles líquidos “al uso”. No olvidéis que el parámetro relevante para comparar la densidad energética es aquél en el que se va a usar el combustible, es decir, “por litro” en todos los líquidos y gases y “por kg” en el caso de las baterías o cualquier combustible sólido. Y sin olvidar, tampoco, que no es la densidad energética por sí sola, sino combinada con la facilidad (economía) de uso, transporte y almacenamiento a Tª ambiente, lo que convierte a los líquidos en elementos duros de pelar a la hora de ser sustituidos, tarea posiblemente titánica para las baterías y para el hidrógeno.

Por cierto: echad un vistazo a la posición del Gas Natural Comprimido, y entenderéis por qué la autonomía de dichos vehículos se ve tan penalizada frente a los diésel y gasolina, e incluso frente a los de GLP…


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3.-Un modelo (con “teorización implícita”) de sustitución entre gas natural y petróleo

Dice Kantor:

se espera que estos yacimientos no convencionales puedan alimentar la mitad de la demanda de gas natural”.

Es cierto, pero la explotación de yacimientos no convencionales de gas (y más aún de petróleo) implica un alto consumo de agua y energía y unas elevadas emisiones de CO2 y riesgo de contaminación de acuíferos. Su evolución futura depende mucho de las restricciones medioambientales que se impongan (que, una vez más, diferirán por país), pero en cualquier caso fueron catalogados por el MIT como “gestionables, aunque desafiantes”.

En cualquier caso, el modelo de teorización implícita de Kantor se centra en mostrar que existen reservas combinadas (gas y petróleo) suficientes para el medio plazo, y que ello no debe ser motivo de preocupación inmediata… cuando el verdadero problema, en mi opinión, es lo que el modelo deja fuera: no es tanto la disponibilidad de reservas sino la garantía (o seguridad) de suministro lo que nos debe preocupar, y sobre ella hay fuertes dudas. Es decir, es un problema de “time to market”: la pregunta no es tanto la cantidad que queda por descubrir, sino si la industria será capaz de desarrollar las infraestructuras necesarias a la velocidad necesaria para abastecer el crecimiento de la demanda esperado.

La clave, es el ratio P/R del modelo de Kantor. Si bien dicho ratio no ha cambiado demasiado en los últimos años, parece haber consenso en que debería subir fuertemente en los próximos, ya que la demanda sigue creciendo y los nuevos descubrimientos no reponen el petróleo extraído (ver gráfica siguiente, que muestra la historia de los grandes descubrimientos y las reservas que han ido añadiendo, frente a la producción):



Más allá de que un P/R creciente, si se consigue, pueda reducir en algunos años la disponibilidad de reservas calculada por Kantor, están las serias dudas de que de facto este hecho se pueda conseguir, es decir, incrementar la producción al ritmo requerido. Los motivos son variados (tomado de Mariano Marzo.-Abril 2010):

- La exploración y producción es cada vez más cara
- La producción mundial de petróleo convencional está en declive
- Muchos países han sobrepasado el cenit de producción
- La producción convencional ajena a la OPEP ha superado el cenit
- Cada vez somos más dependientes de las exportaciones de la OPEP
- Y, sobre todo, las inversiones necesarias podrían no concretarse a tiempo, debido a:
  • Políticas de control del ritmo de extracción en países productores
  • Menos oportunidades de inversión para las compañías internacionales y petronacionalismo
  • Limitaciones políticas, conflictos bélicos y terrorismo,
  • Falta de personal cualificado
  • Un EROI (Energy Return of Energy Investment) cada vez más desfavorable.

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4.-Conclusión: pesimismo sobre la electrificación del transporte, incertidumbre sobre el petróleo y suficiencia de gas y petróleo

En cuanto a la sustitución del petróleo por el gas en la alimentación de los MCI (motores de combustión interna), esperaremos al próximo post de Kantor. Mientras tanto, reitero mis dudas de que se den los incentivos adecuados en la mayoría de países como para que se acometa tal transición y los importantes cambios en la geopolítica y la logística del GN que requeriría. Sí veo su posible aportación en algunos nichos: flotas de transporte (limitado por la escasez de autonomía) y trasporte urbano (taxis, autobuses, trenes…)

En cuanto a la producción eléctrica, difiero en que la producción de electricidad sea un problema resuelto. Por una parte, es un “problema” que difiere mucho de país a país. Por otra, si se establece definitivamente una tasa sobre la Tm de CO2 emitido que incorpore más o menos adecuadamente las externalidades de este tipo de combustibles, es más alta la probabilidad de que el gas sustituya al carbón en generación eléctrica que la probabilidad de que sustituya al petróleo en automoción.
Y, por último, la energía nuclear tiene sus propios problemas aún no resueltos, como hemos comentado (y comentaremos) en otras ocasiones.

En cuanto al aumento del peso del ferrocarril en el transporte de mercancías, totalmente de acuerdo, pero ¿cuánto MCI sustituirá en la práctica? Hay una cota superior en cada país por encima de la cual seguirá siendo imprescindible el transporte por carretera.

También de acuerdo con la electrificación, aunque requiere de la drástica reducción de las pérdidas en la red que todavía se dan.

En cualquier caso, y para ir finalizando, el escenario que plantea Kantor es factible. Sin embargo, existen otros escenarios posibles, sobre todo si nos tomamos el Cambio Climático en serio y entendemos que las renovables han llegado para quedarse. Un esbozo de cómo podría ser ese escenario:

Más nuclear (asumiendo que se crean modelos de mercado eléctrico que incentiven a las compañías a invertir en nucleares). Más renovables, pero combinadas con almacenamientos de energía eléctrica que compensen su intermitencia (centrales de bombeo y coche eléctrico) y con smart grids para su gestión... de modo que la capacidad instalada de CC de gas para respaldo sea mínima y se pueda dedicar a reemplazar las centrales de carbón. Y para el transporte, asumiendo que el coche eléctrico puro aún tardará y posiblemente se limite a flotas urbanas, desarrollo de los híbridos y sí, quizá GNC para transporte colectivo y de mercancías.

Queda por ver, en cualquier modelo, que pasará en países de fuerte crecimiento proyectado y con abundantes reservas de carbón, como China, si no somos capaces de desarrollar tecnologías de captura y almacenamiento de CO2 viables...

10/11/10

Otra de (los mismos) magufos...

Al pitoniso parece que se le han desalineado un poco los astros, según descubre ahora un redactor de El País.

Era algo que por aquí ya alertábamos que... ejem, quizás, sólo quizás, podría llegar a pasar... es lo que tienen las bolas de cristal, que se mueven, se caen, se enturbian, te deslumbran... vamos, que nunca se puede fiar uno de esas pequeñas cabroncitas...

En fin, menos mal que la cuenta corriente sigue bien, a base de libros, conferencias y presencia radiofónica abundante... esto da para comprar otras bolas y continuar con el negocio.

3/11/10

Los negacionistas y el debate de las pensiones

Me diréis que qué tiene que ver el Cambio Climático y el alargamiento de la edad de jubilación, en discusión estos días en varios países. La mayoría dirá que no mucho. Sin embargo, en ambos casos nos tenemos que enfrentar a la misma pregunta, que es necesario responder: qué políticas públicas es necesario implementar ahora, para hacer frente a un acontecimiento que tendrá lugar en un futuro lejano aunque con un elevado nivel de incertidumbre, pero con consecuencias potencialmente catastróficas.

Algunos diréis que las alertas sobre el cambio climático tienen mucha ciencia detrás (es cierto), mientras que los modelos económicos pueden no tener tanta, o al menos estar sometidos a mayor incertidumbre y a una mayor probabilidad de fallo en sus predicciones, como ha pasado a menudo (también es cierto). Sin embargo, el caso particular que nos ocupa admite un contraargumento poderoso: los modelos climáticos tienen también un elevado nivel de incertidumbre mientras que los cálculos sobre las pensiones son relativamente fáciles de hacer, pues la curva demográfica actual, que es el principal condicionante (aunque no el único) de las pensiones futuras, es bien conocida.

En el caso del cambio climático, ningún científico ni economista serio lo pone ya en duda, centrándose el debate en cuál es la mejor manera de enfrentarse a él, es decir, qué políticas públicas (en este caso a nivel planetario) son las más efectivas y que además no comprometan el desarrollo económico presente o el de las futuras generaciones. Y sobre ése debate, enconado, aún queda mucho por decir. Que nieguen el cambio climático sólo quedan los negacionistas, activistas que por ignorancia, ideología o más habitualmente, intereses económicos particulares, niegan la mayor como si fuera una invención de un grupo de científicos de las Naciones Unidas.

En el caso de las pensiones, un problema muchísimo más simple ya que afecta sólo a un grupo de países (los que defienden un determinado Estado del Bienestar y con una curva demográfica particular) y además lo puede resolver cada país a nivel individual, resulta que también actúan los negacionistas: no sólo discuten qué políticas son las más adecuadas para enfrentar el problema (lo cual sería legítimo) sino que niegan el mismo hecho de que las pensiones estén en peligro, desviando la atención hacia los motivos ideológicos u oscuros intereses que según ellos existen detrás de los que promueven el cambio.

Es común entre los negacionistas, a veces fuertemente ideologizados y otras veces fuertemente respaldados por otro tipo de intereses, acusar a sus rivales de lo mismo. Os adjunto un ejemplo que no sé si está respaldado por otros intereses, pero desde luego sí ideologizado: éste artículo de uno de los “negacionistas de las pensiones” más seguidos en los medios.

Pero no me interesa aquí enconar aún más el debate. Convengamos en que puede haber debate. Aceptemos que, a pesar de la curva demográfica, hay varios puntos que pueden afectar al futuro de las pensiones (inmigración, productividad…) sobre los que es difícil prever su evolución, y por tanto que admiten un cierto nivel de discusión. Podéis entrar en detalles en éste y éste post.

Lo que me parece importante resaltar aquí, sin embargo, es la manera que adoptan unos y otros, y sobre todo la que deben adoptar los gobiernos, para enfrentarse a este tipo de problemas, es decir, cuál debe ser la actitud sensata cuando un acontecimiento, a pesar de su nivel de incertidumbre, tiene un riesgo no despreciable de convertirse en catastrófico si no se hace nada. Ya veis, de nuevo el cambio climático…

Desde luego, no creo que apostar a ciegas por “los enormes avances tecnológicos” (en palabras de Viçent Navarro), como si éstos se dieran por necesidad, o apostar a ciegas por el crecimiento del PIB en base a históricos en los que no se tiene en cuenta qué los produjo y por tanto podrían no volver a suceder, etc., sea la actitud adecuada. Como no creo que apostar por enormes avances tecnológicos, revoluciones energéticas aún no vislumbradas y el cambio radical en la actitud consumista y derrochadora de la sociedad… sean maneras sensatas de enfrentar el cambio climático, aunque todo ello pudiera producirse de hecho (ojalá), pues en períodos prolongados de tiempo casi todo puede ocurrir. Fijaos que he dicho “casi”. Y también “puede ocurrir”.

Pero la actitud negacionista va más allá de su apuesta por “muchas cosas buenas ocurrirán con seguridad”. Se acusa a los que alertan del problema de que son peligrosos representantes de la ideología “neoliberal” comeniños, que defienden los intereses de la derecha y el capital y además (volved a la última parte del artículo de Navarro) de que tienen una enorme presencia en los medios que a los sufridos defensores del pueblo, como él, se les niega. Esta narrativa es particularmente nefasta porque cala fácilmente en una ciudadanía cada vez más machacada por la crisis, pues le presenta un enemigo, por más ficticio que sea, contra el que combatir.

Esta parte final, no me resisto a comentarlo, es la más graciosa de todo el artículo de Navarro, veréis: en cuanto a los medios de comunicación españoles más serios (que supongo que son a los que él se refiere) se le ofrece tribuna a cualquiera (hasta a Niño Becerra) para decir casi cualquier patochada en igualdad de condiciones que a cualquier premio Nobel o científico serio, sin que el público lector tenga la más remota idea de cuál es el bagaje de unos y otros a la hora de ocupar tales tribunas. Por centrar un poco el argumento: qué más quisiéramos algunos que salieran más en prensa, radio y TV gente capaz de hacer análisis rigurosos y presentar debates un poco más alejados de la confrontación política y la ideología… Porque si volvemos a la última parte del artículo de Navarro, en la que presenta como ejemplo a seguir los “análisis” que defienden esa especie de subversores de la realidad agrupados en ATTAC , apañados vamos…

Pero no nos dispersemos, y volvamos al argumento fundamental del post: ¿vosotros fiaríais vuestro futuro a que “muchas cosas buenas pueden ocurrir”? ¿No sería más sensato poner los medios para resolver lo que tememos que pueda ocurrir si finalmente no pasan esas “cosas buenas”? Puesto que si finalmente pasan, rectificar la política sería sin duda menos costoso que si por inacción, dejamos que lo peor termine ocurriendo.

Ésta es, al menos, mi modesta opinión.

ACTUALIZACIÓN 09/11/10: Una relevante aportación al debate aquí... y las consideraciones sobre el tratamiento de la incertidumbre, aquí.