La pregunta que se hace Glaeser es si la propensión de la gente a cometer errores y a tener comportamientos "irracionales" en determinadas decisiones económicas, hace más atractiva la idea de un "gobierno fuerte" que se ocupe de vigilar estos excesos privados. Cita como ejemplo la Oficina de Protección Financiera del Consumidor" que pretende lanzar el gobierno Obama.
Nos habla del comportamiento irracional de los agentes en la burbuja inmobiliaria en EEUU (el razonamiento es igualmente válido para España). Y comenta, muy acertadamente, que el comportamiento de los que piden un préstamo para comprar una vivienda que dudosamente pueden pagar, puede ser de hecho perfectamente racional: porque piensen que, en caso de insolvencia, será otro el que asuma su deuda. O bien, y esto lo añado yo, porque piensen que es una inversión, o bien porque asumen que el banco que le está prestando ya habrá medido los riesgos suficientemente. Glaeser afirma precisamente que lo más difícil de entender es efectivamente el comportamiento de los bancos, "tan alocados como para hacer este tipo de préstamos".
En mi opinión, sin embargo, también es discutible que el comportamiento de los bancos fuera "irracional". Como he defendido ya en alguna ocasión en este blog, el problema de las burbujas no es tan sencillo, o no se producirían: es un problema de incentivos perversos que provocan que prácticamente todos los agentes involucrados inflen la burbuja con comportamientos perfectamente racionales, lo que hace difícil que se puedan "descabalgar de ella":
- Los compradores de pisos porque ven a sus vecinos ganar dinero comprando y vendiendo inmuebles, y no quieren ser menos. Además, el banco, supuesto principal interesado en vigilar el riesgo, les da el préstamo a bajo interés y con bajas exigencias. ¿Quién va a ser el "tonto" que no lo aproveche?
- Los promotores, chanchulleando con los políticos para conseguir suelo y elevando los precios sin límite, puesto que ven que los compradores están dispuestos a pagar cualquier cosa y los bancos están felices de prestar alegremente tanto al comprador como al propio promotor. ¿Quién va a ser el "tonto" que no aproveche el negocio?
- ¿Los bancos? Con objetivos explícitos de sus gestores sobre el nº de hipotecas concedidas, con tasas de morosidad bajísimas, mirando de reojo cómo crece el negocio del banco de enfrente... y algunos, sin preocuparse de las hipotecas de más alto riesgo, en tanto puedan paquetizar este riesgo y venderlo camuflado a otros incautos. En el caso de los bancos, al menos de algunos, no era tanto un juego irracional como un juego de tramposos. En cualquier caso, ¿quien va a ser el "tonto" que pierda negocio abandonando el comportamiento que tan bien le va a toda su competencia?
- ¿Los Gobiernos y la Administración? Para los ayuntamientos jugar con el suelo les permitía resolver sus problemas de financiación. Para muchos políticos locales, enriquecerse corruptamente con las recalificaciones y las adjudicaciones. El gobierno, por su parte, veía cómo la tasa de paro bajaba a niveles históricos y podía presentarlo como un éxito de su gestión. ¿Quién va a ser el "tonto" que... ? No quiero insistir.
- Expectativas no realistas sobre la evolución del precio de la vivienda (que seguirá subiendo de modo indefinido, que no puede bajar...). Pero esto, no lo olvidemos, era un escenario posible (aunque improbable) por el que todo el mundo apostó porque estaba ganando dinero al apostar por él.
- Un comportamiento irresponsable de la mayoría de los agentes, consistente en algo así como "otro estará mirando los riesgos". Es decir, cada agente involucrado consideró que "alguien" estaría cuidándose de los riesgos, y mientras tanto ellos tenían vía libre.
Pasando a analizar el asunto de una agencia reguladora que vigile el comportamiento irracional de los agentes, la opinión de Glaeser es que tales agencias también están sometidas al error y al comportamiento irracional, y ejemplos tenemos que lo demuestran. La solución por la que aboga es que dichas agencias tengan objetivos modestos y bien definidos, básicamente informar a los más vulnerables, y que tengan una baja burocracia en su funcionamiento. Quiere evitar que la agencia genere barreras de entrada y limite la innovación.
Y es en este punto, en las conclusiones, en donde yo no estoy de acuerdo con Glaeser. Entiendo que por lo que él aboga es algo de tan bajo nivel (algo así como la agencia que obliga a etiquetar el contenido calórico de los alimentos) que muy dudosamente servirá para algo.
En mi modesta opinión, lo que se necesita es una agencia con la suficiente capacidad como para establecer y seguir algún tipo de indicador de alerta contra el riesgo sistémico, y con capacidad para actuar "irracionalmente" (valga la boutade) y pinchar burbujas. Esto significa poca gente pero muy formada y bien pagada, con independencia política y de criterio, algo así como el Banco de España en la época de Luis Ángel Rojo, que fue capaz de cabrear a nuestros banqueros imponiendo provisiones contracíclicas en un momento en que esto parecía "irracional". Con la que ha caído y está cayendo, lo que menos nos debe preocupar es "que se limite la innovación"... todo lo contrario, vigilar la innovación es posiblemente, y a la luz de los acontecimientos, el objetivo.
Sobre las dificultades para configurar tales agencias, y sobre si debe o no debe ser el Banco de España una de ellas, Jesús Fdez. Villaverde lo ha discutido en el blog Nada es Gratis, en una serie (I, II, III y IV) cuya lectura os recomiendo fervientemente a pesar de ser bastante más técnica.
ACTUALIZACIÓN 22/07/10: Un artículo de Robert J. Shiller en el que aboga por un regulador fuerte y le asigna la responsabilidad a los bancos centrales.