Mostrando entradas con la etiqueta Sociología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sociología. Mostrar todas las entradas

12/9/12

De patadas en la boca y otros enlaces...

Siempre me han gustado las patadas en la boca (incluso en la propia) cuando están bien fundamentadas y sirven para hacer reflexionar y repensar algunos planteamientos. Patadas en la boca dialécticas, digo, que este es un blog no violento...

La primera se refiere al libro "Ejército Enemigo", de Alberto Olmos. Solidaridad de niño bien, activismo low cost, perroflautismo variado... Yo no lo he leído aún, pero mi amigo Terapeuta sí, y tengo plena confianza en su criterio, pues otras veces ha dado acertadas patadas en la boca (por aquí también lo hemos hecho) a ciertos planteamientos de la "izquierda verdadera" y de la otra...  además de tener aquello de lo que muchos carecen: la capacidad de hacer autocrítica lúcida y feroz (como en éstas entradas). Por eso os remito al análisis del libro que hace en su blog.

La otra patada en la boca de muchos es el artículo de César Molinas en El País "Una teoría de la clase política española". Si uno prescinde de la retórica con la que escribe Molinas (el lenguaje de sus artículos periodísticos está pensado para atraer la atención y provocar la polémica, rayando a veces con un cierto amarillismo), lo cierto es que su diagnóstico me parece acertado en lo esencial, y merece la pena ser leido. Otra cosa es la "solución" que propone, que probablemente no lo sea tanto...

El último enlace que os propongo es de lectura más breve y sosegada, y sin embargo lo que dice me parece particularmente importante. Se trata de un breve análisis del economista José García Montalvo sobre las diferencias entre los "ni-nis" españoles y otros europeos. Pero, sobre todo, su diagnóstico de cómo el Gobierno considera la escolaridad en menores de 3 años como una cuestión "asistencial", con el riesgo que ello supone de que "perdamos ventaja en uno de los pocos indicadores positivos en los que España destaca desde el punto de vista educativo", según sus propias palabras.

20/1/11

politikon.es

Un grupo de blogueros amigos que tienen la costumbre de escribir sobre historia, política, economía y asuntos de actualidad de forma inteligente, informada y sensata han creado un nuevo sitio en el que podemos disfrutar de sus escritos: politikon.es

Aunque de todos ellos ya teníamos enlaces a sus blogs originales en nuestro margen derecho, ahora los podréis disfrutar en "pack".

No es necesario que diga cuán necesaria es su aportación, tanto más por ser desinteresada (salvo por la humilde pretensión de dominar el mundo), si la comparamos con el nivel de debate al que uno puede acceder a través de los medios tradicionales (más aún tras el cierre de CNN+): gente hablando (solemnemente) de lo que no sabe, ni un solo dato que respalde los argumentos, tópicos y lugares comunes, lametazos a la voz de los amos... por no hablar de la TDT, que nos obsequia a diario con debates políticos bajunos, fétidos o directamente irrelevantes.

Feliz andadura a politikon.es!

30/9/10

La influencia de la cultura en la economía: el recurso a las explicaciones fáciles

De un tiempo a esta parte leo en algunos artículos y escucho en algunas tertulias la vieja cuestión de hasta qué punto los factores culturales influyen en la economía, o más concretamente, en el nivel de desarrollo (la riqueza, en definitiva) de los distintos países.

Dada la crisis económica que vivimos, y los recientes problemas de España y otros países del grupo de los PIGS con su deuda, estas “agudas” reflexiones han proliferado en los medios. Recomiendo fervientemente que leáis este artículo de El País: “La Economía entiende muy poco de dioses”, ya que aunque el tratamiento es un tanto superficial y frívolo, pone sobre la mesa varias cuestiones interesantes y resume las posturas de varios economistas y sociólogos al respecto.

La cuestión es si la religión (y más en general, los aspectos culturales de una sociedad) tienen tanto peso como para condicionar el desarrollo económico de los países. Este tema se ha debatido desde hace tiempo, al menos desde que Max Weber defendiera las supuestas ventajas de la moralidad protestante frente a la católica a la hora de hacer negocios. Otras veces, sin embargo, y un tanto en contradicción con lo anterior, se ha hablado de las ventajas de las religiones “occidentales”, intervencionistas y materialistas, sobre las orientales (budismo, confucionismo…), que más bien empujan al individuo hacia el retiro, la introspección y el rechazo a lo material, deduciendo por ello que los países orientales nunca llegarían a ser potencias económicas y serían siempre avasallados por el empuje de los occidentales.

Mi postura al respecto está clara: no aceptar explicaciones que sirven para explicarlo todo, y por lo tanto, no explican nada. Para empezar, existen muchísimas excepciones a la tesis de que la religión influye en la riqueza de las naciones: las hay ahora, y las ha habido en casi cualquier momento histórico donde se nos ocurra “hacer la foto”. Entre otras cosas, porque el desarrollo económico de casi todos los países ha venido cambiando continuamente desde la Revolución Industrial, si bien de manera desigual y con acelerones y frenazos en según qué momento histórico y en qué lugar geográfico… pero con una tendencia general al crecimiento (con la excepción del África Subsahariana). Pues bien, parafraseando al economista Sala i Martin, “tú no puedes explicar algo que cambia rápidamente mediante factores que o bien no cambian o bien lo hacen muy lentamente” (como son la religión y la cultura). Dicho sea de paso, los términos “cultura” o “factores culturales” son suficientemente vagos como para dar cabida en ellos a cualquier cosa.

Hoy hay muchos países católicos que son más ricos que los protestantes de su entorno. Y las economías de Japón, Hong Kong, Taiwan o Corea del Sur, y cada vez más la de China, desmienten también la tesis de las “religiones orientales”.

¿Por qué razón, entonces, es tan persistente la idea de que la religión y la cultura influyen en la riqueza de las naciones? Muy sencillo: porque es una explicación fácil, muy a mano para los que no quieren hacer el trabajo duro, el trabajo científico… parece que de forma natural lo explica todo, aunque no explique nada, es decir, exactamente igual que las pseudociencias. Es una narrativa fácil de entender por todo el mundo y además alimenta nuestros prejuicios: los irlandeses son vagos y borrachos en comparación con los ingleses; los anglosajones protestantes son industriosos y emprendedores en comparación con los católicos mediterráneos, más dados a la resignación y a la sopa boba; los musulmanes son fanáticos y dados a la traición; los orientales son sumisos y carentes de liderazgo y de creatividad;… y, en fin, los negros son menos inteligentes aunque tienen el miembro más largo…

Tomemos como ejemplo la tesis defendida por del sociólogo Enrique Gil Calvo sobre los países europeos en el artículo enlazado: los tres “grados de bienestar” (nórdico-socialdemócrata, anglosajón-liberal y continental-democristiano), que el ínclito profesor relaciona directamente con la religión (luteranos, calvinistas, católicos), mezclando en la coctelera también el “grado de tolerancia a la corrupción”. No parece importarle mucho meter a los PIGS en el grupo de comportamiento “continental-democristiano” a pesar de que hay alguno no continental (Irlanda) y alguno no católico (Grecia). Lo dicho, todo vale si confirma nuestros prejuicios. Porque cuando a los PIGS les iba bien, (particularmente bien a Irlanda y a España) supongo que era porque sus ciudadanos dejaron de ir a misa.

¿Es posible dar alguna explicación alternativa a la situación de crisis de los PIGS, que no caiga en el “recurso fácil” de la religión y la cultura? Bueno, podemos hacer el intento… por ejemplo, os recomiendo este artículo de Javier Andrés en el blog NeG sobre los desequilibrios globales.

Hay que decir que pensadores a los que respeto más que a Gil Calvo también se apuntan desde hace tiempo a la “tesis de la cultura”. Como ejemplo, leed éste artículo del economista Jeffrey Sachs sobre el crecimiento en la “economía budista” de Buthan, que es, en efecto, una bonita historia. Se pueden encontrar historias de éxito similares (aunque escasas) en otros países que parecen destacarse poco a poco sobre el lúgubre destino de sus vecinos: los primeros que me vienen a la mente son Costa Rica, en Centroamérica, y Botswana, en el África Subsahariana. ¿Qué se puede decir para explicar su éxito? Pues, como diría la gente que se dedica a estudiar la Economía del Desarrollo, el problema es que se puede decir muy poco, o al menos ser muy cauteloso, a la hora de explicar por qué unos países tienen éxito y otros no… hay que observar, tomar datos, relacionar variables, construir un modelo y testarlo. Ya sé que no es fácil. Lo fácil es recurrir a la religión, a la raza, a la cultura negra, a la crueldad del pasado colonial… Pero si somos más cuidadosos, si tenemos en cuenta todos los factores que pueden influir, y que podemos observar incluso en el artículo de Sachs sobre Buthan (aunque él prefiera el budismo como explicación última), veremos cómo surgen del análisis cuestiones relacionadas con el buen gobierno, la apertura del mercado, el aprovechamiento inteligente de tus recursos naturales o de otras ventajas comparativas, la estabilidad institucional, etc… y, en definitiva, una correcta toma de decisiones político-económicas, que trascienden (por suerte) la cultura, la religión y hasta cierto punto, el entorno geográfico que te ha tocado.

Desde luego, la respuesta a la pregunta del por qué de la riqueza de las naciones está lejos de estar clara: es un campo de investigación apasionante de la Economía del Desarrollo. Y como tal campo de investigación, podría ser que finalmente asignara algún papel a los aspectos culturales o religiosos. Mi propia opinión al respecto no es la de despojarles absolutamente de algún papel: pienso que dichos aspectos, en el mejor de los casos, “modulan” la respuesta de una sociedad ante determinadas políticas. Es decir, podrían influir en el grado y facilidad de implantación de determinadas políticas y por lo tanto explicar pequeñas diferencias en la “manera de crecer” de unos países y otros. Pero no hasta el punto de condicionar su éxito o su fracaso. Pero esta es una hipótesis que, como todas, tiene que ser sometida al juicio empírico.

Mientras tanto, huyamos de las explicaciones fáciles sobre cuestiones que distan mucho de estar resueltas.


ACTUALIZACIÓN: Un estudio curioso relacionado con el tema del post lo podéis ver comentado en el blog Neoconomicón: "Democracia pluvial".

29/6/10

¿Qué me preocupa de la reforma laboral?

Leyendo lo que se viene escribiendo sobre la reforma laboral, tanto en los medios de comunicación como en muchos blogs que me gusta leer, hay una cosa que me empieza a preocupar: las posturas extremas.

Cuando uno defiende su postura con pasión, está convencido de que es la correcta, y lo hace durante un tiempo prolongado, se busca el blanco y negro y se olvida uno de los grises. Es decir, se tiende a insistir demasiado en los argumentos más inmediatos, llamativos y que refutan al “rival dialéctico”, en detrimento de otros, posiblemente más importantes, pero sujetos a discusión e incertidumbre.

En el proceso de reforma laboral que el gobierno está tramitando, lo anterior se traduce en lo siguiente: para unos, la reforma es la solución a la mayoría de nuestros problemas, no importa tanto su contenido: es necesaria una reforma y punto. Para otros, la reforma es un ataque a los derechos de los trabajadores, una consecuencia del sometimiento de los gobiernos al “imperio de los mercados”.

Llegados a este punto, es necesario recordar lo obvio:
  • La reforma laboral no es una receta para resolver un problema inmediato. No reconocer esto, incluso por sus más acérrimos defensores, y explicarlo bien al ciudadano, conducirá a frustraciones de algunos y a un clima de crispación en el que los otros enarbolarán el “yo ya lo dije” sin posibilidad de ser rebatidos.
La reforma laboral es una medida estructural o, como dirían mi compañero de blog, Demócrito, y Jorge Galindo, forma parte de un proceso, de un proceso social: debe poner las bases para facilitar un funcionamiento más ágil y racional de un mercado de trabajo, el español, que ha demostrado con creces su nivel de surrealismo. Debe acompañar el crecimiento económico cuando éste se produzca, probablemente (ojalá me equivoque) dentro de algunos años, y mientras tanto facilitar la salida de la crisis y que la próxima no tenga efectos tan brutales sobre el empleo.

A este respecto, no ayuda nada argumentar que el mercado laboral español es de los más flexibles según algún indicador que circula por ahí, obviando que lo es de forma agregada porque es tremendamente (e indeseablemente) flexible para un 30% de la población y relativamente rígido para el resto. Tampoco ayuda ver día sí y día no al Gobernador del Banco de España reclamando la reforma: está bien que una figura cualificada que dispone de mucha información ofrezca su opinión sobre el tema, pero tanta insistencia, cansa. Sobre todo porque aún estamos esperando que se ocupe de lo que debería, que es de la reforma financiera y de las Cajas de Ahorro.
  • El pim-pam-pum antisindical (en palabras de José Rodríguez), no debe exacerbarse. Cambiar el statu-quo no es fácil para nadie. Los sindicatos se enfrentan también ellos a un proceso: no se trata sólo de combatir una medida que consideran que daña sus intereses o los de sus representados, o su posición en el diálogo social… se trata de que los sindicatos deben redefinir su papel dentro de la sociedad, deben reinventarse, y eso no es fácil para nadie… además, “al enemigo hay que dejarle una salida”, si piensas que aún puede hacer daño. El hecho de que los sindicatos reciban palos por todas partes y estén cada vez más acorralados creo que no puede traer nada bueno. Yo, sin embargo, confío en que lo consigan y salgan de todo esto manteniendo posturas y actitudes menos ancladas en el pasado y los eslóganes. Confío mucho menos en que lo haga la CEOE: mientras que de los sindicatos se puede decir que han sido razonables en el pasado reciente, la CEOE aún mantiene como presidente a un despreciable mamarracho cuya actuación y actitud debería avergonzar a cualquier empresario de este país.

  • Otro punto que me preocupa de la reforma laboral es que se está olvidando lo importante, y centrando todo el debate, como siempre, en los costes del despido. Y se está olvidando exigir a la contraparte: se pone toda la presión en los sindicatos, y se pide un esfuerzo a los trabajadores... pero se nos está olvidando exigir al empresario que cumpla su parte. ¿Qué van a hacer las empresas para mejorar la productividad? La reforma no puede ser un cheque en blanco para las empresas y que éstas tampoco cambien el statu quo. Medidas para indexar los salarios a la productividad, por ejemplo, las empresas son las que tienen que crear mecanismos para aplicarlas con rigor… Otra medida posible que recuerde al empresario su responsabilidad es la de penalizar a las empresas según su historial de despidos. Seguro que hay otras: ¿qué se puede hacer para fomentar la tan traída y llevada innovación? Y hablo de innovación quitándole todo el glamour y el idealismo al proceso, como bien se argumenta aquí y aquí. Sobre todo estoy pensando en las miríadas de PYMES y autónomos que configuran la mayoría del tejido productivo de este país, para los que todo esto posiblemente suene a chino…
Antes decía que se está olvidando lo más importante que debería tener una reforma laboral. Otros han argumentado en detalle sobre el tema, por ej. aquí, aquí o varias veces aquí. Resumiendo mucho, para mi lo esencial es lo siguiente:
  • Eliminar la dualidad. No puede seguir habiendo un 30% de “parias”, la mayor parte jóvenes que sin estabilidad laboral no pueden tener proyecto de futuro. La multiplicidad de contratos eventuales fomenta el fraude (y no, aumentar el nº de inspectores de trabajo no es la solución), favorece la inversión en ladrillos y chiringuitos de playa y, sobre todo, conforma una especie de “reserva para los malos tiempos” para los empresarios, una bolsa de gente que saben que no tendrán problemas para despedir cuando las cosas se pongan difíciles, y por tanto que no tienen ningún incentivo para convertir en indefinidos e invertir en ellos.
  • Eliminar trabas burocráticas y confusión legal a los procesos de contratación y despido. (Y que los costes no dependan de la decisión de un juez, como argumenta Citoyen en el enlace anterior)
Los dos puntos anteriores se podrían resolver con un contrato único indefinido con indemnización creciente por antigüedad. Esto no lo contempla la actual reforma.
  • Reconfigurar la negociación colectiva. Este es un punto complejo, pero el objetivo debe ser claro: que los salarios no tengan un efecto procíclico: no pueden estar aumentando cuando la situación económica empeora. Como ya argumentaba en otra entrada, la reforma debe evitar que los ajustes de productividad se produzcan masivamente vía incrementos del paro, y debe favorecer en lo posible (no es la única tecla a tocar) el incremento sostenido del “valor generado”. 
  • Flexiseguridad: se nos vuelve a olvidar mirar a los países escandinavos, o dicho de otro modo: proteger al trabajador, no al puesto de trabajo. La protección debe aumentar, pero debe incentivar la búsqueda de empleo. Una idea que me gusta es la de incrementar los años de cobro del subsidio del desempleo, pero en cantidades decrecientes con el tiempo. El objetivo es evitar el paro de larga duración, con sus indeseables efectos sobre la productividad y la moral del parado. Pero mejorar la empleabilidad del trabajador exige algo más que su propio esfuerzo: también exige unos servicios de búsqueda de empleo y de formación y reciclaje del trabajador parado que funcionen y no sean meras oficinas administrativas para tramitar el cobro del subsidio.  
Como a nadie se le escapa, algunos de estos puntos son complejos, requieren un análisis bastante técnico, y en mi opinión es lo que debería estar ocupando las horas de estudio y negociación de nuestros agentes sociales, en lugar de las obviedades y los “derechos inalienables del trabajador”. Estudiar los detalles, acordar los mecanismos, probar y rectificar las políticas… pero con dos o tres objetivos claros.

11/11/09

Educación vs. Riqueza y Educación vs. Democracia

Os enlazo los dos artículos del profesor Edward L. Glaeser de Harvard que complementan el que escribió hace unas semanas sobre Argentina, al que me referí aquí.

I.- Educación y crecimiento económico

En el primero de ellos, Glaeser profundiza en su tesis sobre la fuerte capacidad predictiva que los niveles de educación pasados de un país parecen tener sobre su nivel de riqueza actual.

A pesar de las dudas y objeciones que tanto yo como Demócrito habíamos planteado, es interesante que leáis el artículo porque Glaeser, a pesar de reconocer que la correlación podría ser espúrea, afirma que según sus investigaciones "la mayor parte de la evidencia sostiene dicha interpretación mejor que cualquier otra alternativa obvia"

Me vais a permitir una digresión sobre esa frase en negrita, cuya utilización por parte de Glaeser no creo que sea casual: es uno de los recursos que se usan en ciencia para considerar una explicación como posible, cuando hay que elegir entre varias que tienen todas un fuerte grado de incertidumbre: elegir la mejor explicación de que se dispone, la que más cosas explica, aunque no sea del todo satisfactoria. Se ha utilizado, y perdón por extenderme en el off-topic, por ejemplo en la búsqueda de causas que expliquen el Cambio Climático, y parece que algún negacionista no entiende bien lo que esto significa. Es obvio que Glaeser conoce la fuerza de dicho recurso, ahora sólo hace falta que lo que afirma sea cierto (es decir, que realmente no hay una interpretación mejor...).

Bien, volvamos al tema. Glaeser nos ofrece a continuación una explicación de cuál puede ser la causa de que dicha correlación se observe tan claramente cuando comparas entre países, pero no es tan fuerte cuando comparas entre individuos dentro de un mismo país. Su explicación son las "externalidades del capital humano": una persona formada provoca que la formación de sus vecinos también aumente, aumentando la productividad del conjunto. Esto genera un "multiplicador social" que hace que el efecto de la educación se observe mucho más fuertemente a niveles agregados que a niveles individuales.

A pesar del interés del artículo, conste en acta que las objeciones de Demócrito siguen siendo válidas.

II.- Educación y calidad de la democracia

En el segundo de los artículos de Glaeser, éste profundiza en uno de los "pasos intermedios" que servirían para explicar la fuerte relación entre educación y riqueza, como es la a su vez fuerte relación entre educación y calidad de la democracia.

Ya desde el primer párrafo Glaeser da la razón a Tomás Eloy Martínez, que en el artículo que enlacé aquí, culpaba a los sucesivos golpes militares del retraso argentino en la segunda mitad del siglo XX... a su vez, también da la razón a Demócrito en cuanto a que dicho retraso se percibe ya a partir de la década de los 30 (cuando Argentina deja de ser una república estable), y no es simplemente achacable a los últimos 40 años.

La tesis principal del autor a la hora de explicar la relación entre educación y democracia es la mayor capacidad que tienen los ciudadanos formados para organizarse y trabajar (incluso combatir) cooperativamente.

Espero que los enlaces sean de vuestro interés.

26/10/09

El caso Argentina


   Argentina es un misterio. O eso al menos quieren creer muchos argentinos, asombrados de que su país, extenso, rico en recursos naturales, origen de las minas* más lindas del mundo, sea ahora relativamente más pobre de lo que fuera en 1910. Un país cuyo siglo XX se ha visto asolado por golpes de estado, por dictaduras militares, por represiones, por la corrupción sistemática, por hiperinflaciones, por corralitos, por Menem y por la cumbia*. A veces, con el gesto cansado, el argentino responde amargamente: “Argentina es maravillosa, lo único malo es que está llena de argentinos”. Os cuelgo un vídeo que puede dar una idea del asunto.






   Yo no creo tan incomprensible el misterio, o no más que el debido al tratar de comprender las obras humanas. Oyendo al argentino medio uno se barrunta que enfrenta el asunto de una forma como ésta: “Pero cómo así. Somos blancos, no bolitas cabezas negras. Tenemos premios Nobel, Jorge Luis Borges, la calle más ancha del mundo, Gardel, el dulce de leche, la pampa, el asado y Maradona. Inventamos la birome, el by-pass coronario, las huellas digitales y los colectivos. Fuimos el granero del mundo y ahora importamos trigo. Acá venían esos gallegos pelotudos porque allá no había con qué, y ahora somos nosotros los que tenemos que devolver la visita. ¿Qué se jodió? ¿Quién nos fundió el país?” Uno, que lo ve todo de cerca y de lejos, no cree que nada tenga que ver una cosa con la otra. Quizá por ser español estas desgracias no lo pillan a uno por sorpresa.

   Nos ofrecía Ender hace unos días una reflexión alrededor de un artículo que escribió respecto al misterio argentino el profesor Edward Glaeser, de Harvard. En él, y con más detalle en un paper escrito junto con Filipe Campante, Glaeser determina como factor más explicativo para el limitado desarrollo de Argentina  en el último siglo el capital humano, especialmente lo referido a la educación. Lo desarrolla mediante una comparación entre la posición económica, educacional y demográficas relativas de Chicago y Buenos Aires en 1910 y actualmente. Comentándolo con argentinos la reacción fue de incredulidad. A Argentina se le pueden echar en cara muchas cosas, pero no su nivel educativo, al menos comparado con su entorno. “Podés decir que la corrupción, que son todos unos chorros, que cada uno va por su lado, que el que no llora no mama y el que no afana es un gil, pero tenés ingenieros trabajando de taxistas y abogados paseando perros. Por ahí no”

   Desde otra perspectiva, yo tampoco estoy de acuerdo con las conclusiones de Glaeser. Por dos motivos principales: porque intenta trazar correlaciones tomando los valores en dos puntos temporales, sin tener demasiado en cuenta la dinámica de procesos relacionados a lo largo de un siglo. En segundo lugar, porque creo que olvida algunas variables importantes a la hora de explicar el desarrollo económico del país. Toma en cuenta el PIB per cápita, pero no la distribución de la riqueza, por ejemplo. También minimiza el efecto del reparto relativo de cada uno de los sectores económicos, que son una variable utilizada comúnmente para describir la modernización económica. De igual forma toma como índice de inestabilidad política el de Marshall y Jagers, que se centra en crisis institucionales y grandes conflictos, pero no hace intervenir índice alguno que de cuenta de la corrupción sistémica y otros elementos de inseguridad institucional de baja intensidad.

   De hecho, en el mismo paper de Glaeser puede verse una gráfica donde sueldos y PIB per cápita se separan en el tiempo mientras que el nivel educativo, medido como índice de alfabetización, va cerrándose. Glaeser no da una explicación satisfactoria a este hecho. He realizado una gráfica comparativa superponiendo la evolución de la alfabetización en Argentina en comparación con la de tres países europeos descriptivos: Reino Unido, Italia y España. La gráfica base y los datos están extraídos de Tortella, G. y Flora, P. (1983-1987), State, Economy and Society in Western Europe 1815-1975 y de Campobassi, Carlos Alberto: El analfabetismo en la República Argentina. Podemos hacer lo mismo con el PIB per cápita para hacer la comparación pertinente con datos extraídos de Maddison: Maddison, Angus. Historical Statistics for the World Economy:  1-2006 AD que son los utilizados por Glaeser. El resultado es que mientras la línea de alfabetización argentina es convergente con los países comparados, la de PIB per cápita es divergente con los dos países más ricos, Reino Unido e Italia, y convergente con España que era más pobre y menos alfabetizada.








   De esta forma, la elevada correlación que extrae Glaeser entre educación (como nivel de alfabetización) y PIB per cápita para 1910 sería muy superior a la que ofrecería en 1950, por ejemplo. Esto no significa que la educación no sea un factor a tener en cuenta en el desarrollo económico de un país, pero sí que, en mi opinión, existen otros que probablemente tengan un mayor peso causal, al menos antes de la tercera revolución industrial. De todas formas los factores a estudiar, como en cualquier sistema social, interactúan y se retroalimentan, por lo que no me parece aconsejable ofrecer explicaciones excesivamente centradas en una sola variable.

   Como esto se está haciendo largo, dejaré para la próxima entrada el desarrollo de mi propia hipótesis explicativa del limitado desarrollo de la economía Argentina en el S. XX.


* A continuación ofrezco un pequeño glosario porteño-español:
   Mina: chica, mujer joven.
   Cumbia: música argentina de origen popular.
   Bolita: término despectivo para denominar a los naturales de bolivia.
   Cabeza negra: término despectivo para denominar a una persona de origen indio o   mestizo. También utilizado para referirse a personas pobres o marginales.
   Birome: bolígrafo, así denominado por los hermanos Laszlo y George Biro, inmigrantes húngaros que vivieron y comercializaron su invento en Argentina.
   Jorge Luis Borges: Dios.
   Gallego: español. Se dice también de la persona tozuda, tosca o tarda.