28/3/08

A LOS QUE NO CREEN EN NADA (O ESO DICEN)

Esto es una respuesta a un blogger que asegura no ha existido progreso ni mejora en la condición humana desde Atapuerca a nuestros días. Es tema que me enciende, así que no esperéis un lenguaje políticamente correcto. Hacía el hombre la pregunta (retórica) de si ha progresado la humanidad, si disfruta ahora de mayor libertad que en el pasado. Esta es mi respuesta:


Bien, la respuesta a tu pregunta es, rotundamente, SI.

Al grano. ¿Qué es el progreso? Según la RAE significa avance, perfeccionamiento.
¿Y qué coño se perfecciona? Nuestra forma de vida. La del ser humano.

El ser humano tiene una serie de necesidades y capacidades. Son biológicas, como comerse un buen cocido madrileño los domingos, salir a dar una carrerita al parque o meter mano a la parienta (y que ella te la meta a ti). Son sociales y emocionales, como el beso de tu pareja cuando llega a casa, el abrazo de tu padre cuando lo visitas, el “bien hecho” de tu jefe, la risa de los colegas en un bar. Son intelectuales, como leer un buen libro, investigar algo que desconocías o escribir tontunas en los blogs ajenos (y en el propio)

Progreso significa que esas necesidades sean cubiertas y esas capacidades desarrolladas mejor que ayer. Y como el hombre es un animal insatisfecho, voraz, siempre hay un escalón más que subir.

¿Tenemos mejor cubiertas nuestras necesidades, desarrollamos más nuestras capacidades hoy que 10.000, 1.000 o 100 años atrás? SI, sin duda. Quizá no toda la humanidad, pero una parte lo ha logrado. El hambre (principal preocupación de la mayoría de sociedades preindustriales y algunas actuales) no existe en muchos países. La esperanza de vida es el doble o más de lo que las sociedades de bandas recolectoras-cazadoras podían disfrutar (y los imperios preindustriales menos aún). Nos defendemos mejor de la enfermedad, la vejez y el dolor. Si consideras que eso no es progreso te pediría amablemente que fueras coherente y no compraras en los supermercados, que te armes de hacha de sílex y valor y caces un jabalí de vez en cuando. O que nunca vayas a un médico o a una farmacia y arrostraras las consecuencias.

También socialmente nuestra vida es más rica y amplia, tenemos acceso a muchos más ambientes, a otras culturas y sociedades. La vida del español medio en el siglo XV, por ejemplo, se limitaba a su aldea y las diez leguas a la redonda que podía recorrer sin excesivo riesgo. Su mundo eran cuatro casas y un horizonte muy cercano. Si consideras que no hemos progresado te pediría amablemente que fueras coherente y no te conectaras a internet, que no aprendas idiomas, que no viajes ni hables con extranjeros, que no veas la tele u oigas la radio, que trates sólo con tu grupo y desconfíes de todos los demás. O ya que dudas de la libertad que ofece nuestra sociedad, emigra a un país bajo una dictadura feroz, algo subsahariano y machetero, y respóndete si somos más libres ahora que en Atapuerca, joder. Pregúntale a tu madre si vivió mas libre su juventud bajo los alegres días del Generalísimo o ahora. La mía desde luego te podrá contar que le obligaron a llevar luto, que no pudo besar a mi padre hasta su boda, que no le permitieron seguir estudiando porque lo que tenía que hacer era casarse. Ahora que está en la universidad y en un grupo de teatro, vete a decirle que nada ha cambiado y todo es lo mismo, ya veras qué risa.

Por no hablar del conocimiento. Lo que intuían los genios del siglo X lo sabe más ampliamente y con mayor exactitud un niño de primaria. Hemos creado y desarrollado la ciencia, y ya sólo eso ha merecido la pena. Tradicionalistas intransigentes y postmodernos tontos del culo tratan de devaluar lo que quizá sea el mayor logro de la humanidad: el método para alcanzar el conocimiento más riguroso y contrastable posible. Me cago en sus balbuceos. Son muchos años de investigación, de esfuerzo, de PROGRESO como para soltar alegremente que nada vale nada y que todo es siempre lo mismo. Que lo diga Ishmael Beah (que no lo dice, sino todo lo contrario) tiene un pase. Que me lo digan niños lindos de papá con SUV y chanclas Camper me saca de quicio.

Así que SI. Tenemos más libertad, puesto que vivimos en sociedades que compatibilizan la máxima libertad individual con orden y paz. No es perfecto, claro que no, pero es MEJOR. Ya sé que esto no sucede en todos los sitios, que mucha gente vive ahora casi como en la edad media, pero la alternativa no es decir “qué mas da, si nada mejora” sino ayudar a que las mejoras se hagan realidad.

1/3/08

LA NIÑA

Diana tiene 29 años, ya no es una niña pero lo fue. Su familia, de mediano pasar, hizo posible que terminara una diplomatura. Costó, a Diana le gusta estudiar pero no es una superdotada, sólo una chica normal que tiene las cosas claras.

Convencida de que le ofrecería más oportunidades en el futuro, Diana decidió completar sus estudios trabajando en el extranjero. No fue fácil. Lejos de su familia, no le quedó más remedio que tirar de ahorros y trabajos accidentales con sueldos bajos y trato infame. A pesar de todo terminó un postgrado y supo, a pesar de todo, dejar en cada empresa por la que pasó buen recuerdo.

Diana comenzó trabajando de encuestadora a tiempo parcial, ganando el equivalente a cuatrocientos euros en negro. Diana ha sido recepcionista, teleoperadora, vendedora de seguros... de todo y casi nada bonito. Pero ahora es secretaria de dirección en una multinacional farmacéutica, gana un sueldo digno y está perfeccionando un tercer idioma. Ya está pensando en realizar un máster que le permita progresar en su carrera. También, medio en sueños, quiere crear su propia empresa y demostrarse hasta dónde puede llegar.

Diana, no hace falta decirlo, cumple las leyes de su país de acogida, se ha adaptado bien, tiene amigos y se ha casado con un nativo. Dentro de un tiempo le darán la nacionalidad.

O no. Porque Diana tiene un problema: nació en Buenos Aires. Y vive y trabaja aquí, en España.

Y todos sabemos lo que opina al respecto el señor Rajoy. Esta mujer, y la niña que fue, no es bien recibida por el señor Rajoy . Diana, que gracias a la regularización del 2005 pudo dejar de trabajar en negro, aportar su esfuerzo y pagar sus impuestos a este país; no es bienvenida por el señor Rajoy. Diana, que no gusta de costumbres tan españolas como el botellón, la juerga hasta las tantas o comprarse un coche más caro que el Mini full equipe de su compañera; no es bien vista por el señor Rajoy. Diana, que no ha estado un solo día en paro desde que se regularizó su situación, que paga religiosamente sus impuestos y que cree que sirven para algo - “no como allá en la Argentina, no sabés, allí nadie entiende dónde va la plata que te afanan” - no es apreciada por el señor Rajoy. Porque no es española, porque no va a misa de domingo, porque es una extraña que no conoce nuestra cultura ni nuestras leyes, porque ha sido, es o será una delincuente como todos esos que abarrotan nuestras cárceles. Por todo esto al señor Rajoy no le gusta esta niña. Aunque, reproduciendo las palabras del señor Rajoy:

“tenga una educación que sea tan buena como la mejor. Quiero que esa niña pueda pasearse por el mundo sin complejos, porque sabrá idiomas, y porque tendrá un título profesional que se cotice en todo el mundo. Que sea un heraldo de la libertad, de la tolerancia y de los derechos humanos, porque habrá crecido en libertad y no tendrá miedo de las ideas de los demás y habrá aprendido a respetar a todos los que respetan la ley.”

No, el señor Rajoy no quiere a Diana. Pero por suerte, y por mérito, sí es querida por sus amigos, valorada por su jefe, apreciada por sus compañeros y amada por su esposo. Ninguno le exigió que firmara un contrato, practicara nuestras costumbres o aprendiera leyes que ni los españoles aprendemos. No nos hizo falta. A ninguno. A vosotros tampoco.
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