9/12/09

Crónicas limeñas: impresiones de un viaje a Perú

Acabo de regresar de un viaje de trabajo de 2 semanas en Perú. No había vuelto a Lima desde el 2004, y tenía interés en observar si estos 5 años de una cierta estabilidad política, después de Fujimori, se habían dejado notar.

Mi impresión, muy subjetiva, es de mejora. Ya en el trayecto desde el aeropuerto hasta San Isidro, durante el que uno puede observar los salvajes contrastes de una gran ciudad de un país en desarrollo, algunos detalles me sorprendieron, sobre todo un nuevo (y corto) trayecto de autopista, que promete ser de peaje, de aspecto en todo similar a la de cualquier país desarrollado. Y obra civil, mucha obra civil, a base de calles levantadas por toda la ciudad. Ya no fui testigo de una de las imágenes que más me impactaron la primera vez que visité la ciudad: la de niños de 6 o 7 años a cargo de sus hermanitos menores, pidiendo en las isletas de los semáforos, en el suelo, entre las dos calzadas repletas de vehículos y esas combis de colores que cogen y escupen viajeros de forma alocada tan características de la ciudad.
Lo que no quiere decir que los niños no sigan allí, en alguna parte.

Lo primero que advierte el primerizo cuando llega a Lima es que las casas tienen tejados planos. No hay tejados a dos aguas, salvo por adorno. Algunas de ellas, las más pobres, ni siquiera tienen tejado. Si uno es más observador, se dará cuenta también de que las calles no tienen bocas de alcantarilla. Entonces uno pregunta, ingenuo, a su interlocutor: ¿qué pasa cuando llueve?. La respuesta es la obvia: aquí no llueve. Bueno sí, me cuentan... una vez llovió. En los 70, dicen que fue. Todo lo más, un orballo a lo asturiano que apenas se percibe.

Lima es una ciudad gris, el color de la capa de nubes que casi permanentemente la cobija... "panza burro", la llaman allí, que es lo que uno ve cuando alza los ojos al cielo. Cuando sale el sol, sin embargo, algunos barrios resplandecen: San Isidro, Miraflores, San Borja, Barranco (y también el centro histórico)... pero eso es otra Lima, la Lima rica, la Lima de los pitucos, de las empresas extranjeras, de los hoteles caros, de las haciendas con seguridad privada recorriendo el barrio. Es la Lima por la que yo me muevo, la que me dicen que no abandone. Sin embargo uno es curioso, y sabe que aquello no es real, es una burbuja, un mundo protegido por un campo de fuerza que está dentro de otro que es el mundo real. Y me asomo, siquiera esporádicamente, al mundo real: Pueblo Libre, por ejemplo (con sus fantásticos museos arqueológicos, por cierto), y más hacia afuera: El Callao, y Ventanilla... allí donde mucha gente vive con 1$ al día.

Me cuentan que el Perú ha seguido creciendo, que apenas ha sufrido los efectos de la crisis (¿porque sus bancos y sistema financiero están aislados del mundo?¿Porque su nivel de pobreza le hace jugar "en otra división"...?)

Pregunto a algunos gerentes de mi empresa, peruanos todos, por la reciente evolución política del Perú. El relato que sigue, subjetivo, coloquial, chusco, no es una crónica rigurosa, no busquéis en ella el rigor histórico, sino más bien el costumbrismo de una conversación de café después de una comida. Es como sigue:

Después de los gobiernos militares apareció un joven Alan García como estrella en el firmamento: oratoria brillante, formado en el extranjero, con promesas de modernizar la economía del país sin olvidar a los más necesitados. Su gobierno, sin embargo, fue desastroso: un gasto social descontrolado, un intento de nacionalizar la banca... la economía entró en una hiperinflación escandalosa, a lo que no ayudó la escalada terrorista de Sendero Luminoso y una respuesta chapucera e indiscriminada de las Fuerzas Armadas.

Aquello propició la llegada de Fujimori al poder, que con unas políticas de choque logró sacar la economía del colapso y ponerla en el buen camino. Pero si Fujimori había llegado al poder en el 90, en el 92 ya había disuelto el Congreso. La deriva autoritaria, el autogolpe y la consecuente dictadura no impidieron, no obstante, que Fujimori fuera reelegido en el 95, y con más problemas en el 2000... hasta que él mismo "desertó" durante un viaje a Japón.

A pesar de lo negativo de esa época, me cuentan, el inefable Fujimori tuvo en su haber algo que se le debe exigir a cualquier político: no joder la economía con extraños experimentos. De hecho, los escasos dictadores que no joden sus economías para muchos años, se sirven de este hecho para legitimar su régimen (Pinochet, Franco en su última época...), apoyados generalmente por esas clases altas y medias que son las receptoras principales de estos beneficios y de otros privilegios... para las que nada importan los desheredados del país, los excluídos del tren económico... abocados estos últimos a una deriva izquierdista de la que ya nos habla nuestro compañero en Neoprogs Stanislao Maldonado, una deriva de cuyos planteamientos rancios y radicales es difícil librarse una vez que el país ha recuperado la normalidad.

Pero volvamos a nuestro relato. Pregunté a mis compañeros por qué Fujimori ganó las elecciones a Vargas Llosa, un tipo con prestigio, muy popular en el Perú... ¿sería quizá que la gente no se fiaba de la capacidad de un escritor para llevar las riendas de un país?. No fue eso, me dicen... lo que causó el rechazo de Vargas Llosa fue su discurso excesivamente "liberal", entendido en Perú como "ultraliberal": privatizaciones, liberalización de los sectores clave... demasiado radical para el electorado peruano.

Después del "affaire Fujimori" ganó las elecciones Alejandro Toledo, derrotando a un regresado Alan García. La descripción que mis compañeros peruanos hacen del tipo es casi caricaturesca: juerguista, borracho, putero... pero dotado de un fuerte encanto personal, donde radica, me dicen, el secreto de su éxito. Las anécdotas sobre su mandato son incontables. Sin embargo, hay que agradecerle, bien sea por dejadez, o por sensatez genuina, o por buen asesoramiento, que no tocara demasiadas cosas de la economía y dejara que lo que parecía ir bien, siguiera bien.

Sin embargo, el Perú no terminaba de salir de unos niveles de pobreza y de desigualdad altos incluso para la región. Perú, como otros países de la zona, es un país con regiones aisladas en selva y montaña cuya población, con fuerte presencia indígena, apenas se siente integrada en la modernización, porque la modernización tampoco cuenta con ellos. En una época en la que Venezuela, Bolivia y Ecuador comenzaban los movimientos indigenistas, populistas, con un falso discurso de izquierda, y potencialmente nocivos para el país, tenía que aparecer alguien como Ollanta Humala para reclamar su cuota de protagonismo en el reino de los Incas.

En este punto se produce uno de los hechos más sorprendentes para un observador lejano de la política de Perú, que es la aparición una vez más de un renacido Alan García, de tan infausto recuerdo, para disputarle y finalmente ganarle las elecciones a Ollanta Humala. "Renacido" a la luz de sus dos años de mandato, incluso físicamente, me cuentan, con el doble de peso y tamaño... y que no sólo no ha cometido los errores del pasado, sino que parece haber aprendido de sus prededesores a no estropear nada de lo que ya funcionaba.

Hoy, el Perú ha ralentizado, casi detenido, su crecimiento económico debido a la crisis internacional, sin embargo la percepción general es que no la está sufriendo demasiado, y sus perspectivas son volver a crecer con vigor los próximos años.

Me presentan la victora de Alan García sobre Ollanta Humala como una muestra de la sensatez del pueblo peruano que, a diferencia de sus vecinos, ha preferido "lo malo conocido" a la deriva indigenista de Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Yo, que no creo en eso de "el pueblo peruano ha elegido", "el pueblo español ha hablado claro" y todas esas frases que interpretan los resultados de unas elecciones como si el electorado tuviera una identidad única, sino que creo que los resultados son el agregado de millones de voluntades y motivaciones individuales, no puedo dejar de notar que Ollanta Humala fue el ganador de la primera vuelta, y que si perdió la segunda, por escaso margen, seguramente fue por la mano que Alejandro Toledo le echó a Alan García conminando a sus partidarios a que no optaran por el "autoritarismo".

Pudiera ser que el pueblo peruano fuera más sensato que sus vecinos. Ahora bien, hay algo que ni Alan García ni sus predecesores parecen haber entendido: y es que mientras no integren en su crecimiento a toda la masa de probreza que existe en el país, indígena o no, el Perú no alcanzará el nivel de los países desarrollados, y el peligro de los Ollanta Humalla seguirá existiendo, y no se les podrá culpar por ello.

Un país que cuenta con uno de los índices más bajos del mundo en comprensión lectora, por ejemplo, tendrá muy difícil hacer sostenible la mejora económica, multiplicarla y hacerse un hueco entre los países desarrollados.

Hay que comprender, y es sólo un ejemplo que se replica en muchos países de Latinoamérica, lo que entiende por mejora económica cierta sociedad limeña: como un beneficio y una necesidad para el país, sí, pero en la medida que sirve a su propio bienestar, sin ninguna preocupación por la necesidad de disminuir la desigualdad. Para esta sociedad, los cholos son poco más que un animal molesto al que hay que esquivar por las calles... gente a la que pagas unos soles para que te aparquen y vigilen el coche, para que te empaqueten la compra y te suban las bolsas a casa, para que se ocupen de todas las tareas domésticas por el sueldo mínimo, para que te pongan gasolina, te limpien los cristales, te revisen los niveles y te vayan a la tienda a por tabaco, y así tú no pierdas el tiempo ni te manches las manos. "Menudo nivel de vida disfrutamos aquí", me espetó un ejemplar característico de la sociedad pituca de San Isidro, y no me extraña que lo crea así, con tanto personal dispuesto a servir sin rechistar a tus menores deseos.

¿Estarán dispuestos este tipo de peruanos a ceder parte de sus privilegios en aras de la mejora económica global? ¿Entenderán que la mejora económica, o llega en mayor o menor medida a todo el mundo, o no llegará? Con esta gran masa de excluidos de la modernidad, que no cuentan para nadie, ¿alguien se puede sorprender de que los Chávez y los Evo terminen ganando las elecciones?

¿A quién hay que culpar si Ollanta Humala termina ganando las del Perú? Seguramente, no será a la "irresponsabilidad del pueblo peruano".


ACTUALIZACIÓN  31/12/09: Interesante artículo del expresidente de Bolivia Carlos Mesa, que hace un repaso de los últimos acontecimientos de la región...

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