La sensación podría ser exagerada, al fin y al cabo no estamos al borde de una guerra mundial (espero), ni de una revolución burguesa que trae nuevas ideas (¿alguna nueva idea flotando en el ambiente?), ni siquiera de la toma del poder por el proletariado y el sacrificio en plaza pública del Tío Gilito y sus dorados saqueadores (para quien no haya pillado la sutil metáfora = Goldman Sachs).
No obstante lo cual, mi sensación sigue siendo que después de la tempestad, nuestro barco ya no navegará por las mismas aguas. Que este es un momento trascendente, al menos para Occidente, al menos para la UE… y también para España. Veamos por qué.
En mi opinión confluyen varias cuestiones vitales en esta crisis. Sin ánimo de exhaustividad, citaría las que se me vienen a la cabeza:
- Es una crisis global, afecta en mayor o menor medida a todos los países, incluidos (y muy especialmente) a los países desarrollados.
- Ha vuelto a poner sobre la mesa cuestiones relacionadas con la competitividad de los países en el comercio mundial. Esta cuestión, cacareada por consultores y gurús desde los años 80 y 90 no había soportado demasiado bien el contraste empírico. En estos momentos, sin embargo, vuelve a estar sobre la mesa la cuestión de si los países occidentales pueden mantener su posición en el comercio mundial frente a China, India, Brasil y otros mediante el “business as usual” o necesitan realizar profundas reformas.
- Ha destapado las debilidades y las malas prácticas de los sistemas financieros, alzándose voces que exigen una mayor regulación y control que disminuyan el riesgo moral (instituciones demasiado grandes para caer, megarescates públicos sin contrapartida). Sin embargo, los políticos parecen incapaces o reacios a atacar ambos problemas, tanto las debilidades del sistema como las malas prácticas de algunos de sus agentes, que han demostrado que tienen que ser salvados hasta de sí mismos.
- Ha puesto una presión brutal sobre la UE y el mismo concepto de la unión económica y monetaria, dando la razón a los que alertaron de sus riesgos y regocijando a los que siempre desearon verla fracasar. La UE se encuentra en una disyuntiva crucial: de aquí puede derivarse su declive definitivo o su refundación sobre pilares más sólidos.
- En los países de la UE, particularmente, la crisis ha puesto en cuestión de manera dramática la sostenibilidad de sus estados del bienestar, sobre los que ya existían dudas fundadas en momentos anteriores a la crisis.
- Confluye un escenario de inminente crisis energética (no ajena a la propia crisis económica) con varios frentes abiertos a nivel mundial:
- Dependencia masiva de un petróleo cuya producción está posiblemente en declive y por tanto final del petróleo barato, con su consecuente necesidad de sustitución.
- Debate mundial sobre el Cambio Climático sin avances significativos desde hace años: a la evidencia masiva de la presión que nuestro modelo económico está poniendo en los ecosistemas y el clima, se le une una gran incertidumbre sobre el impacto que esto puede tener sobre nuestro bienestar y, particularmente, el de las generaciones futuras.
- Esto genera un debate ético sobre si se debe actuar ahora, y sobre el coste de dicha actuación. Sobre todo si el capital a invertir ahora es retirado de otras iniciativas que se perciben como más urgentes: pobreza, enfermedad, acceso al agua potable…
- Crisis de los políticos: dificultad de los partidos y las ideologías tradicionales para renovar el discurso y atraer al ciudadano hacia la participación democrática y responsable (con las limitaciones que el sistema impone, no seamos más ingenuos de lo necesario…) en los problemas de la sociedad. Con la excepción esperanzadora de Obama en EEUU, podríamos citar tanto una “crisis de la izquierda” como una “crisis de la derecha”, a saber:
- La izquierda es incapaz desde hace tiempo de articular un discurso para los nuevos tiempos (con crisis o sin ella). Una vez asumidos por las democracias occidentales gran parte de los principios defendidos por la izquierda, algunos de ellos imbuidos en los estados del bienestar de muchos países, la izquierda se debate entre sus viejos fantasmas (pasado marxista, ideología rancia ingenuamente anti-liberal, pro-ecologista, etc.) y las nuevas veleidades populistas (Morales, Chávez… cuando no Ahmadineyad entre los particularmente necios). Ved por ejemplo éste artículo (con sus decepcionantes últimos párrafos), o ver destellos de brillantez por aquí, por aquí y algunos de los discursos que se leen por aquí.
- La derecha, sobre todo el Partido Republicano de EEUU y los que en otros países ven en él su guía y reflejo, muestra una preocupante deriva radical anti-estado, anti-científica e intolerante (ver aquí). Su versión ibérica queda brillantemente retratada aquí.
- En el caso de España, ha puesto de manifiesto que el “milagro español” no lo era tanto, y que sin profundas reformas que orienten nuestro tejido productivo hacia el crecimiento, nuestros niveles de vida y los de nuestros hijos van a caer muy por debajo de los que veníamos disfrutando. Incluso con dichas reformas, es inevitable un período duro de ajuste y reorganización que no será fácil de gestionar para los políticos y para la gente en general.
Puntos que serían deseables (y soy consciente de lo patéticamente ingenuo que parezco al escribirlas):
- Reforma financiera mundial, siquiera parcial o progresiva, pero imprescindible para no volver a las mismas prácticas que precipitaron la crisis.
- Refundación de la UE, sobre bases más sólidas y flexibles que incluyan gobernanza económica además de monetaria, mayor agilidad en momentos de crisis, incremento de la democratización de las instituciones europeas y pedagogía hacia el ciudadano…
- Altura de miras de los políticos. Considerar al votante como alguien inteligente, apoyarse en el consejo de los que saben, explicar el por qué de las cosas, la necesidad de las reformas y los riesgos que se corren si no se hacen. Aunque esto parece una condición inasumible para un político, me temo que será la única manera de evitar, o al menos disminuir, las protestas y estallidos sociales que pueden llegar a producirse consecuencia del tremendo ajuste que se nos avecina (quizá inevitable en cualquier caso), y cuyo ejemplo a pequeña escala lo estamos viendo en la crisis griega.
- Reevaluación de las acciones contra el Cambio Climático, para hacerlas compatibles con la mejora en los niveles de vida de los países más necesitados. Convertir la crisis energética en una oportunidad.
- Necesidad de un nuevo impulso del movimiento conservador y de una derecha moderna, racional, científica y tolerante… por ejemplo como ésta.
- Necesidad imperiosa de refundar la izquierda de modo que, sin renunciar a unos valores universales de redistribución, justicia social, igualdad de oportunidades de origen, solidaridad ante el desfavorecido por los caprichos de la naturaleza, por la enfermedad o la exclusión social, etc., adopte una visión pragmática de la política, mucho más basada en el empirismo y la evaluación de políticas, dispuesta a defender los estados del bienestar basándose en políticas capaces de sostenerlos (no en “derechos adquiridos e inalienables”), asumiendo la defensa de la sostenibilidad en sentido amplio y el rechazo indiscutible de los totalitarismos y populismos mal llamados “de izquierdas”. Vamos, una izquierda como ésta.
3 comentarios:
Gracias por la mención, Ender. La contrarreforma de la izquierda que pides es exactamente lo que ha pasado desde que tiraron el muro de Berlín. Si quieres algo aún más potente en materia de teología de la mercadización combinada con mecanismos de evaluación cachas de las políticas públicas y unos datos económicos sin parangón, sigue con atención las andanzas de los camaradas del PC chino.
Saludos,
Felicidades por el artículo.
Coincido en casi todo, menos en el final. La politica es, tambien, emociones. Es la esencia que alimenta el cambio y la izquierda siempre ha logrado esas emociones con ideales. No todo el mundo se puede emocionar o movilizar racionalmente ante un balance. Renunciar a los "absolutos" a los simbolos y a los mensajes sencillos puede parecernos logico, facil y necesario a los académicos, pero es una muerte clara de cara a la ciudadania.
Y, mas alla, la politica sin emociones y poesia, dejaria de ser política para ser burocracia.
Yo creo, mas bien, que hay que reencontrar nuestros valores al actualizarlos, encontrar nuevas ideas sencillas y faciles de transmitir que den soluciones a los problemas actuales. Pero con emocion y sentimiento, siempre.
¡un saludo!
Hola, Trimegisto.
Soy plenamente consciente de que el político tiene que llegar a los ciudadanos con mensajes lo más sencillos y claros que sea posible, y si puede engancharlos por la vía de la emoción y los sentimientos, mejor que mejor. Creo que eso no está reñido con el pragmatismo y la eficacia a la hora de pasar políticas: una vez más, pongo el ejemplo de Obama. El tipo arrastró multitudes con un discurso que no sólo decía cosas coherentes, sensatas y prácticas que nadie había dicho en mucho tiempo, sino que lo hizo suscitando la emoción y la ilusión por el cambio de muchísima gente.
Lo que no se debe hacer (o al menos a mi no me gusta que me lo hagan) es tratarnos a todos como a niños de teta, cambiar el discurso cada semana y pretender que todo responde a un plan... simplificar las ideas y los mensajes no por pedagogía hacia el ciudadano, sino porque debajo de ellas no hay nada más... vamos, lo que vienen haciendo Zapatero y Rajoy y todo el equipo de medianías (con alguna honrosa excepción) que les rodea y que nos ha tocado sufrir en estos tiempos aciagos...
Un saludo.
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