11/3/10

Este es un mundo acientífico...

Puede resultar paradójica tal afirmación, cuando no ha habido otra época en la historia en la que la ciencia tenga tanta importancia para el bienestar de los seres humanos y goce de un prestigio tan acorde a dicha posición.

Y sin embargo (y hay quien piensa que precisamente por esa preeminencia de la ciencia) la pseudociencia, la superstición y la superchería proliferan por doquier. No sé si más o menos que antes: debería ser menos. Sin embargo, en una época dominada por la ciencia, este hecho llama mucho más la atención.

Aunque le venía dando vueltas desde hace tiempo (al fin y al cabo hay obras ya clásicas sobre el tema, como el excelente “El mundo y sus demonios” de Carl Sagan), lo que me ha decidido a escribir sobre el tema son las reacciones airadas de algunos comentaristas de mi anterior entrada sobre Niño Becerra y sus predicciones apocalípticas. Y también las que recibieron cambiosocialyaEduardo Robredo o José Luis Ferreira en sus blogs respectivos.

Aunque en este post hablaré algo de pseudociencias, lo que me interesa resaltar de verdad es hasta qué punto mucha gente “normal”, usualmente sensata y a menudo con formación, es capaz de creer en las cosas más extrañas. Hasta qué punto está alejado del discurso de la gente de la calle el método científico y lo que implica como modo de pensamiento: el sano escepticismo, la reflexión crítica ante lo que oímos y leemos, el cuestionamiento de todo aquello que no venga respaldado por el contraste empírico y un mínimo análisis lógico de los hechos.

Las pseudociencias y el auge de programas como los de Iker Jiménez
Cuando yo era niño, el que nos hablaba desde la tele de OVNIs y de fantasmas era Jiménez del Oso. Era gracioso este programa, que rompió records de audiencia para la época, dado el aspecto fantasmagórico del presentador, acentuado por su pinta de profesor chiflado y su peculiar forma de narrar. De aquéllos tiempos románticos hemos pasado a la dura competencia televisiva y radiofónica por las audiencias: y aquí aparece el pequeño aprendiz de brujo que es Iker Jiménez, con el lamentable respaldo mediático del Grupo PRISA.

También los programas de Iker Jiménez alcanzan las importantes cuotas de audiencia que suelen acompañar a otros programas de la “telebasura”. Sin embargo, los programadores de la SER y CUATRO han decidido tragarse los escrúpulos y dar todo el respaldo a su nueva estrella, que cada vez tiene más tiempo de programación y en mejores horarios. Hasta los lectores del diario El País hemos visto horrorizados como se repartían DVD’s con los programas del inefable Iker con el periódico, al que sus responsables parecen arrastrar cada vez más a la mediocridad.

Que un programa como el de Iker Jiménez tenga audiencia no es extraño: como programa de entretenimiento, está bien hecho, y a eso hay que sumarle el interés de la gente por los temas “paranormales”. Lo que a mi me preocupa es que tal programa, que se aprovecha de la credulidad, de la ingenuidad, y desde luego de la irracionalidad de muchas personas, que explota las zonas más tontorronas de nuestra psique, y que defiende la pseudociencia y la superchería, se programe cada vez más y encima reciba premios de colegas periodistas. No me vale que algunos de esos premios sean “a la innovación” o “al entretenimiento”: el programa defiende un modo de ver el mundo que sí que hace, a mi modo de ver, un daño auténtico a la labor de maestros y educadores a la hora de formar ciudadanos pensantes (no como otros “peligros” que se suelen citar, como los videojuegos, las películas de tiros y los juegos de rol…)

Las creencias extrañas de la vida cotidiana…

Como he dicho, no quiero hablar tanto de las típicas pseudociencias como de la actitud de mucha gente que podemos considerar “normal”, que incluso no suele creer en pseudociencias, algunos de ellos considerados gente de “gran cultura” y que gozan de una formación nada despreciable.

Por supuesto, a muchos lectores igual no les parecerán extrañas estas creencias irracionales, lo cual no hace sino confirmar mis temores. Veamos algunos ejemplos:
  • Hay gente que se niega a alojarse en una habitación de hotel que lleve el número 13. De hecho, muchos hoteles del mundo se saltan dicha cifra en la numeración de sus habitaciones.
  • Mucha gente está convencida de que los sueños tienen un significado, que es una forma en la que “alguien” les envía mensajes que deben interpretar cuidadosamente (o pagar a alguien para que los interprete por ellos) por la influencia que pudieran tener en sus vidas.
  • Hay gente que cree sinceramente que tiene algún tipo de conexión mental con alguno de sus parientes. Normalmente este curioso mecanismo sale a la luz cuando ocurre alguna desgracia en la familia, que afirman “percibir” antes de que se produzca: intuir una llamada telefónica, o soñar con la desgracia. Algunos también dicen hablar con su abuela muerta hace años (esto no me parece tan raro… lo raro es que la abuela les conteste).
  • Muchísima gente considera que ciertos encuentros fortuitos no son por casualidad, que hay un sentido profundo y desconocido cuando confluyen en su vida una serie de hechos que son improbables.
  • Hay gente, mucha gente, que asegura que está más que probado que los días de luna llena nacen más bebés. Esto se lo oiréis decir incluso a muchas enfermeras (no me extrañaría que también a algún médico). No importa que haya numerosos estudios que no hayan encontrado ninguna relación entre fases de la luna y nacimientos: incluso (me cuentan que) algunos hospitales refuerzan los turnos de las maternidades que coinciden con días de luna llena.
  • Hay gente que cree que sólo es cuestión de tiempo que ganen un gran premio jugando a la lotería / quiniela / bonoloto / ONCE / etc. Porque “ellos se lo merecen”, porque “nunca les ha sonreído la suerte y a ellos ya les toca”. O que apuestan al mismo número, porque “en algún momento tiene que salir”. También hay gente, muy formada y muy culta, que si les das a elegir entre dos números de lotería como el 00001 y, digamos, el 73418, nunca optarían por el primero.
  • Hay gente que piensa que viajar en avión es muy peligroso. Sin embargo, cogen su coche y se lanzan alegremente a la carretera todos los fines de semana, algunos incluso sin abrocharse el cinturón de seguridad.
  • Hay gente que piensa que las posibilidades de sufrir un ataque terrorista son muy altas. Y que las posibilidades de ser contagiado de SIDA por dar la mano o compartir habitación o baño con un contagiado también son muy altas. Sin embargo, oímos a menudo que el Cambio Climático es algo que se han inventado un grupo de científicos, y también que “el Darwin ése” estaba chalado cuando “dijo que el hombre venía del mono”.
  • Etc.
Posibles explicaciones de la tendencia a la pseudociencia y a la irracionalidad
No todos los ejemplos anteriores son de la misma naturaleza, y el sesgo cognitivo que implican no responde a las mismas causas. Examinemos someramente algunas de las causas de la tendencia a la irracionalidad, al pensamiento acientífico y a la pseudociencia:
  • Problemas para calcular o al menos estimar probabilidades, y en general en el manejo de los números y las magnitudes. Este es un problema esencialmente de formación, pero no sólo de formación, pues conozco gente muy capaz de manejar los números con rigurosidad en el trabajo y algunos aspectos de su vida, y sin embargo no se libran de un comportamiento bastante irracional por ejemplo con la lotería y las apuestas, o estimando los riesgos.
Sobre esta cuestión, los medios de comunicación suelen tener un comportamiento nefasto, ya que son capaces de cometer las peores tropelías imaginables con los números, como José Luis Ferreira nos hace notar a menudo.
  • Tendencia creciente a descubrir coincidencias e improbabilidades, llevando a la gente a postular conexiones, relaciones y fuerzas donde sólo hay coincidencias… sobre todo en una sociedad cada vez más interconectada en un mundo de complejidad creciente. Este fenómeno se encuadraría también en la dificultad de manejar la probabilidad y entender el importante papel que el azar juega en nuestras vidas.
  • Gusto por lo raro. Las rarezas llaman más la atención que lo considerado normal. Una vez más, aquí los medios de comunicación tienen mucha responsabilidad. La atención a gente como Niño Becerra, o los reportajes sobre prácticas médicas no ortodoxas (homeopatía, curanderismo variado…) reflejan este hecho. En palabras del matemático John Allen Paulos:
esta predilección de los medios de comunicación de masas por los reportajes espectacularmente dramáticos favorece, de un modo directo, a los extremismos políticos e incluso a la pseudociencia. Como los políticos y científicos marginales son generalmente más fascinantes que los de la línea principal, atraen una porción desproporcionada de la publicidad, con lo que parecen más importantes y representativos de lo que son en realidad

Dicho sea de paso éste fenómeno se ha multiplicado, y además es muy visible, en internet y en el mundo de los blogs.
  • Cierto gusto por el “romanticismo” y la emoción del “relato frente a la hoguera”: agitar los fantasmas del miedo a lo desconocido.
  • Sentido crítico muy poco desarrollado. Poco cuestionamiento de lo que hemos aprendido de nuestros padres o de lo que todo el mundo cree. En definitiva, una tendencia muy arraigada a “moverse con la manada”, que ofrece más seguridad.
Sobre estos dos últimos puntos, que me parecen muy importantes, hablaré más detenidamente en el siguiente apartado.

¿Es necesario tener formación científica para pensar como un científico?
“Hacer ciencia” no está al alcance de todo el mundo, pues conlleva unas considerables dotes de disciplina mental, una importante formación y también unas capacidades que no todos tenemos. Sin embargo, “pensar como un científico”, al menos hasta cierto punto, creo que está al alcance de cualquiera.

“Pensar como un científico” implica, para empezar, tener una cierta idea de lo que significa el método científico, para lo que sirve y para lo que no sirve. No se trata de aplicar el método científico literalmente a nuestra vida cotidiana: esto no sólo no es necesario en la mayoría de las situaciones, sino que tampoco sería posible. Pero lo que sí nos servirá en nuestra vida cotidiana es saber que el hombre tiene un método para describir el mundo en el que vive, un método para acercarse a “la verdad” (sin entrar en disquisiciones filosóficas sobre la palabra), que supone, de momento, un considerable éxito, y que exige, por lo menos, el razonamiento lógico, el contraste de las hipótesis con la realidad, la replicabilidad de los experimentos y de los resultados, la coherencia entre la explicación que le damos a un fenómeno y lo que ya se sabe de otros fenómenos relacionados con él, etc.

Someter una creencia, o la explicación que recibimos de alguien sobre un determinado fenómeno, o una determinada información periodística… a una reflexión en la que examinemos someramente si la cosa tiene pinta de haber pasado por los filtros que comento en el párrafo anterior, es un ejercicio mental imprescindible para cualquiera que no desee ser engañado o sometido a los designios, a veces nada inocentes, del interlocutor. Posiblemente esto no basta, pero es lo mínimo exigible. Y sin olvidar, además, algo de lo que ya nos alertaba Carl Sagan:

“Para afirmaciones extraordinarias se requieren evidencias extraordinarias”

Este ejercicio mental no es sencillo. Para empezar, no es algo que nos salga de modo natural: el razonamiento lógico, el pensamiento científico y crítico exige un esfuerzo deliberado, pues nuestra tendencia natural es más bien a buscar explicaciones fáciles y rápidas a los fenómenos, ya que es lo que nuestro cerebro necesitó en su momento para hacernos reaccionar rápido y probablemente salvar así nuestra vida. También poseemos una tendencia a la narración: a aprender de otros escuchando sus historias, y a contarnos historias a nosotros mismos. Ya hablé en el apartado anterior del gusto por la “narración a la luz de la hoguera” y a moverse junto a la masa, buscando la seguridad de la manada. Como ya expresó poéticamente Lord Dunsany:

El hombre es una cosa muy pequeña, y la noche es grande y llena de prodigios.”

Necesitamos un manto de seguridad, un agarradero mental para caminar por un mundo, a menudo incomprensible, sin tambalearnos. Sin embargo, desde la llegada de la ciencia moderna, al menos el mundo natural es un poco menos oscuro, un poco menos aterrador: desde luego no lo sabemos todo, y con cada nuevo conocimiento surgen unas pocas respuestas y miles de nuevas preguntas. Pero al menos sabemos que tenemos un arma con el que enfrentarnos a él e ir desentrañando poco a poco sus misterios.

A pesar de ello, muchísima gente no es capaz de vivir sin disponer de algunas “certezas” consoladoras que le permitan enfrentarse al mundo con una batería de “respuestas”: poco importa si estas respuestas, estas certezas, apenas explican nada o son incoherentes entre ellas o literalmente son absurdas.

Esto es lo que ofrece la religión y sus diversas cosmogonías, las creencias más diversas en dioses y demonios, pero también la creencia en que la posición de los astros influye en nuestras vidas, la creencia en el destino, en la vida eterna y en todo tipo de artificios y explicaciones extrañas de fenómenos, cuya función principal es evitar a nuestra mente tener que enfrentarse a la incertidumbre, a la constatación del importante papel que el azar y la contingencia tiene en nuestras vidas, a la posible carencia de un “sentido” en nuestra existencia…

“Examinad fragmentos de pseudociencia y encontraréis un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse. ¿Y qué ofrecemos nosotros a cambio? ¡Incertidumbre!¡Inseguridad!”
Isaac Asimov

¿Hay algún remedio para el pensamiento acientífico?

Como para tantas otras cosas, la educación que uno recibe, ya desde niño, es fundamental. Sobre todo que los maestros inculquen a los niños el gusto por las matemáticas y les inciten a experimentar y descubrir por sí mismos. Esto es una carencia tradicional de las escuelas, al menos en el mundo occidental: no es concebible que una persona “culta” y “educada” sepa mucho de literatura, de historia, de arte y de filosofía (siendo como son conocimientos necesarios) y sea a la vez un analfabeto matemático.

Pero si la educación es muy importante, la práctica cotidiana de nuestras personas-modelo es mucho más importante: de nada servirá que las instituciones educativas fomenten el pensamiento científico si después observamos comportamientos anticientíficos e irracionales en nuestros padres, en nuestros profesores, en el médico que nos atiende, el periódico que leemos… incluso en el blog al que estamos enganchados.

No sé cuál es la respuesta correcta a la pregunta de este párrafo. Pero puedo contar mi experiencia personal. Lo que generó en mi un gusto por la ciencia, desde pequeño, fueron programas de TV como “Los Sabios": un concurso basado en preguntas sobre algún tema científico o técnico durante el cual se emitía un pequeño reportaje de dibujos animados, sencillo y entretenido para cualquiera, donde se explicaban conceptos como la electricidad, el magnetismo, el teléfono, la radio, la hidrostática… Y cómo no, la serie de divulgación “Cosmos”, con su puntito especulativo y la narración sugerente de Carl Sagan. Luego, ya en la adolescencia, la revista Muy Interesante hizo su contribución en el paso hacia lecturas de divulgación más serias y rigurosas: Asimov, Carl Sagan, John Gribbin, Richard Feynman… El propio Einstein defendía la importancia de las obras de divulgación científica a la hora de despertar el interés y la fascinación por la ciencia, no sólo de los jóvenes científicos, sino de cualquier espíritu medianamente inquieto.

Hoy en día en las distintas cadenas de TV, más numerosas que entonces, ¿se puede ver algo parecido?: la programación dedicada a la ciencia es un desierto, salvo honrosas excepciones, aunque claramente para adultos, como el programa “Redes” de Eduard Punset.

¿Es el mundo menos apasionante sin fantasmas, telepatía, posesiones diabólicas y sueños premonitorios…?

Una de las opiniones más extendidas entre los aversos a la ciencia es que el razonamiento científico es mecánico y frío, no deja sitio para los sentimientos y las pasiones, quita belleza y romanticismo al mundo y de alguna manera nos deshumaniza.

Puedo entender que alguien dijera que renunciar a la religión, el arte, la moral u otras manifestaciones culturales, las historias y los mitos, la especulación social o existencial… nos deshumaniza. Pero no hay nada en el método científico (tan limitado, en realidad) y en la práctica de la ciencia que imponga como condición la renuncia a unos valores que sencillamente están en otro plano. Condición que sería en cualquier caso imposible dada nuestra naturaleza humana. Para desmontar esta falacia, así como algunas otras referidas a la ciencia, de forma brillante y profunda, recomiendo la lectura del siguiente miniensayo de Jesús Zamora Bonilla: “El Neopositivismo es un Humanismo

Quien piense que nuestro mundo, visto a través de las gafas que proporciona la ciencia, no es apasionante, es que no se ha parado a pensarlo detenidamente. Y si no, decidme:
  • ¿No es apasionante describir el movimiento de los planetas con un puñado de reglas matemáticas sencillas y ser capaces con ellas (y un poco de ingeniería) de poner un hombre en la Luna?
  • ¿No es fascinante haber descubierto y dominado la energía del núcleo atómico, y haberla puesto al servicio de nuestras necesidades de forma eficiente y segura?
  • Nuestros antepasados ya sabían navegar en contra del viento con la ayuda de un trapo, pero hasta que entendimos de verdad el efecto-vela no desarrollamos la navegación y la aeronáutica hasta los niveles que disfrutamos ahora…
  • ¿No es fascinante descubrir que los árboles disponen de estructuras pretensadas en sus troncos para resistir la fuerza del viento, mucho antes de que los constructores de puentes descubrieran las ventajas de pretensar el hormigón para aumentar la resistencia?
  • Y hablando de puentes, ¿no es dramático descubrir por qué uno que no tenga suficiente resistencia a la torsión puede ser derribado de forma espectacular por una ligera brisa persistente? ¿Y por qué un muro se viene abajo si le fallan los cimientos mientras que un puente de arcos no lo hace?
  • ¿No es fascinante haber roto la “ilusión determinista” del mundo con la llegada de la Mecánica Cuántica y los Sistemas Caóticos? ¿Cómo es posible que una partícula subatómica lanzada contra dos rendijas sea capaz de pasar por las dos a la vez? ¿Por qué no somos capaces de predecir el comportamiento de un sistema caótico a medio plazo (meteorología) y sin embargo sí descubrimos comportamientos predecibles a muy largo plazo (climatología)?
  • ¿Cómo es que la geometría fractal puede aplicarse para modelizar el comportamiento sísmico de una región, las crecidas del Nilo y también el comportamiento de la Bolsa…?
  • ¿No es apasionante entender la verdadera influencia de la Luna sobre nuestro mundo, que no es en el nacimiento de los niños, sino en las mareas? Algo tan difícil de explicar y de entender, a pesar de ser un resultado de las leyes de gravitación de Newton, como por qué hay 4 mareas al día en la Tierra, y de tanta belleza estética en muchos lugares y tanta importancia práctica para los habitantes de las costas…
Sé que me dejo muchos temas: la nanotecnología, los superconductores, los ecosistemas, la vida y la evolución… Con todos estos “misterios” a nuestro alrededor, ¿quién necesita fantasmas, horóscopos y demonios?

Pero me temo que los que utilizamos este mecanismo de pensamiento seguimos siendo “los bichos raros”… mientras esto sea así, este será un mundo acientífico.

Referencias:
“El mundo y sus demonios”. Carl Sagan
“El hombre anumérico”. John Allen Paulos
“El placer de descubrir”. Richard Feynman

17 comentarios:

José Luis Ferreira dijo...

Muy buen post, con su razón y su pasión.

Me gustaría recordar aquel programa "Misterios al descubierto", pionero en la divulgación científica de la televisión en España.

Gracias por los enlaces.

Un saludo.

Anónimo dijo...

No olvide un detalle, por el paltó de Cuarto Milenio han pasado 200 científicos. algunos como Alfredo tiemblo, presidente tantos años de la Real Academia de Física, o J.I Cirac, premio principe de Asturias de la Ciencia, o el Dr. Rosas , descubridor del Grupo Sanguíneo del Neanderthal....y así hasta 200.

Esto también es motivo de reflexión?

Lole dijo...

Metro de Madrid ya ha proyectado la línea 14. De la 13 no hay nada previsto.

Tengo un pariente volcado en temas acientíficos. Debo admirar el grado de erudición que ha puesto en ello. Tiene una generosa colección de libracos gordos y espesos los cuales se ha merendado con pasión.
Erudito sí, pero erudito en monsergas desgraciadamente.

¿Y por qué esa pasión? Pienso que en su juventud no tuvo una formación adecuada, ni curiosidad cultural. Con el paso de los años se ha dado cuenta de que la cultura da lustre; no se puede ir por la vida y sólo poder conversar con profundidad de temas frívolos tipo GH o Belén Esteban. Había que culturizarse y tiró en una dirección supuestamente original: ocultismos, parapsicología, teorías conspiratorias de todo tipo, ufología, pseudomedicinas.
En fin, para llorar.

Destacaría 3 niveles de descenso a estos "infiernos intelecturales":

1º Nivel intelectual: dar crédito a afirmaciones carentes de base.
2º Nivel económico: gastarse una pasta en productos carentes de valor (ej. piedras cargadas de supuestas energías).
3º Nivel sanitario: arriesgar la salud despreciando tratamientos probados en favor de pseudomedicinas.
Todavía no se me ha ocurrido un 4º nivel.

Perdón por el comentario-tocho.

Ender dijo...

Hola José Luis... con quizá demasiada ingenua pasión, me temo...

Saludos.

Ender dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ender dijo...

Lole:

Nada que perdonar, agradezco todo comentario interesante, ya sea corto, largo o en cómodos plazos.

De tus "niveles de infierno intelectual" los 2 primeros son tan comunes que creo que afectan a un % elevadísimo de la población... y, siendo sinceros, el 1º somos culpables casi todos en alguna ocasión.

Lo de gastarse pasta en productos sin valor no me preocuparía mucho (unos lo hacen en piedras energéticas y otros en discos de Bisbal)... (es broma)... me preocupa que el farmacéutico de turno, ahora que tanto reivindican sus conocimientos y su capacidad de dar al paciente una "1ª atención médica", te atienda con una pulsera magnética en la muñeca, o trate de venderte que sirve para algo.

Te propongo un "4º nivel de infierno intelectual": dejarlo todo para seguir a un iluminado"

Saludos.

Ender dijo...

Anónimo:

"por el plató de Cuarto Milenio han pasado 200 científicos"

No sé si 20, 200 o 2000...lo que está claro es que eso contribuye a dar al programa una apariencia de ser lo que no es.

Iker Jiménez es un tipo muy listo. Sabe perfectamente que tiene que dar a sus programas una imagen de seriedad y prestigio, como si se hiciera en ellos investigación seria. En cada intervención hablada de Iker, nombra la palabra "ciencia" y "científico" continuamente...

Los científicos que acuden al programa tendrán sus propios motivos, probablemente loables, pero te voy a decir cuál es el mecanismo habitual: Iker anuncia en el arranque del programa la presencia de tal o cual "científico" que va a ayudar a esclarecer el misterio de turno... durante el programa, a menudo al científico (si es que lo es, que no todos los que se presentan así lo son) se le hacen preguntas que apenas tienen una vaga relación con las cuestiones clave que se tratan en el programa... y cuando la tienen, nada hay en la respuesta del científico que avale ni de lejos lo que Iker y sus otros invitados nos están contando. Sin embargo, y para pasmo del espectador atento, en las conclusiones de Iker al final del programa se insinúa o se afirma directamente, que el científico ha avalado lo que se dice en el programa.

No se si los científicos que pasan por el programa son plenamente conscientes de esta manipulación.

Lole dijo...

"Te propongo un "4º nivel de infierno intelectual": dejarlo todo para seguir a un iluminado""

Yo lo incluiría en el nivel 2, sólo que extremadamente agravado, claro, porque los servicios que puede prestar un iluminado son a la postre productos carentes de valor, como las pulseras magnéticas y las flores de Bach.

Ender dijo...

Lole:

Yo estaba pensando en algo más melodramático: lo dejo todo para seguir a un iluminado y terminamos autoinmolándonos todos en una granja para acudir más rápido hacia el paraíso...

Lole dijo...

Ese sí me parece el 4º nivel.
Después de comprometer el raciocinio, la cartera y la salud, ¿qué queda?: La vida.

Mari dijo...

Ender:

Pero por si acaso, ves el programa. ¿Por que?,
¿Para entretenerte o criticar?, ¿Es una apariencía de lo que no es o una perdida de tiempo la tuya?

Ender dijo...

Mari,

¿Te parecería mejor que opinara sin haberlo visto nunca?

Terapeuta dijo...

"¿Te parecería mejor que opinara sin haberlo visto nunca?"

Claro: es que eso es el empirismo :)

Jordi Planas Manzano dijo...

Gracias por el artículo y por dar ánimos a los que todavía nos escandalizamos por estas cosas.

Ender dijo...

Jordi:

Gracias a ti por leer y comentar.

Bartolomé dijo...

Hacía mucho que no leia algo tan coherente. Saludos y espero el próximo

Anónimo dijo...

Sr. Fernando si quiere leer algo coherente puede visitar el siguiente link.
http://www.facebook.com/home.php?#!/danieljuarez?v=app_2347471856