15/6/10

La lucha femenina por los 14 ochomiles

Durante los últimos meses ha sido noticia en el mundo del montañismo hispano la lucha que venían manteniendo la española Edurne Pasaban y la coreana Oh Eun Sun por ser la primera mujer que corona los 14 ochomiles, lucha que parece haber ganado la coreana con su reciente ascenso al Annapurna, a pesar de las dudas que existen sobre si de verdad llegó en su momento a la cima del Kachenjunga o realmente no llegó a coronar.

Mis amigos montañeros han seguido la competición con mucho interés, incluso con patriotismo, poniendo en duda el éxito de Miss Oh con mayor pasión si cabe de lo que ya lo hace el entorno de Edurne y algunos medios de comunicación, sobre todo españoles. Causa risa la manera de dar la noticia de La Sexta al día siguiente de la cumbre de Miss Oh, tratando de desprestigiar a la coreana porque “lleva un equipo de más de 20 colaboradores que le hacen el trabajo” y “todo el despliegue de la televisión coreana”… como si Edurne no llevara con ella a un grupo de élite del montañismo español y todo el respaldo de TVE a través de su programa Al Filo de lo Imposible.

Mi interés como montañero por la “carrera” ha sido escaso: la verdad es que me importa muy poco si es Edurne, Miss Oh o paquita la del barrio la primera que conquista los 14 ochomiles. Creo que todo esto no es más que una lucha de patrocinadores, de la que las televisiones respectivas sacan partido tratando de vender espectáculo. No tengo ninguna objeción a eso, siempre que la lucha sea razonablemente leal y no asistamos a ningún episodio bochornoso. Seguro que hay una audiencia importante que disfruta con el espectáculo. Puedo entender también el interés de las protagonistas, pues además de “pasar a la historia” es una manera de conseguir patrocinadores para el futuro y de conseguir fama e ingresos a base de libros, documentales y conferencias… algo nada despreciable para un mundillo, el del alpinismo profesional, que permite a muy pocos ganarse la vida con desahogo.

Por lo que no paso, sin embargo, es porque las protagonistas que se han metido en esta carrera (o que han sido arrastradas por otros) me digan que para ellas ser la primera no es tan importante, y que no van a la caza del record, y que lo más importante es la belleza de la montaña, y las experiencias compartidas, y bla, bla, bla… Reconocer sin tapujos que ésta actividad tiene mucho de marketing no le resta mérito a unas ascensiones que siguen siendo muy comprometidas, a pesar de todo.

Por eso creo que tan exagerada es la presencia continua de Edurne en programas y medios de comunicación y su presentación como heroína de nuestro tiempo, como injusto es el intento de desprestigiar sus logros como si tales ascensiones fueran paseos por el campo.

A este respecto, suelo seguir con gusto e interés las crónicas que Óscar Gogorza dedica al mundo del alpinismo en el diario El País. Sin embargo, su insistencia en la búsqueda de la pureza en el montañismo le está llevando a ser injusto con Edurne y su equipo y dar una cierta sensación de “manía persecutoria” a todos los que seguimos sus crónicas.

Está bien informar al público general de que existe otro alpinismo, el auténticamente “de élite”, llevado a cabo por personas que buscan la innovación en la manera de ascender una montaña, abriendo nuevas vías no trilladas, generalmente buscando la dificultad técnica y el compromiso, y en cualquier caso tratando de dar un carácter de aventura a una actividad que en parte la estaba perdiendo en los últimos tiempos. Es cierto que esta gente no suele salir en los medios de masas, y que muchos de ellos se las ven y se las desean para ganarse la vida… pero al fin y al cabo, éste es el camino que han elegido. Su presencia en el mundo alpinístico está sobradamente reconocida por el mundillo, y que les reconozcan más o menos entre el público general posiblemente no les importa demasiado. Todo ello no le resta mérito, ni dificultad, ni compromiso, a una actividad como la de Edurne: es cierto que juega en otra liga (algo que ella nunca ha negado), pero también es cierto que estamos hablando de ascender ochomiles, una actividad comprometida incluso si la ascensión se realiza por las vías normales y con generosos equipos humanos y técnicos. Me parece injusto insinuar que lo que hace Edurne es “pasear por la montaña”.

Una vez dejada clara mi posición sobre Edurne, volvamos al tema ése de “ser el primero…”. En mi manera de entender el montañismo el concepto de “ser el primero” tiene poca cabida. Desde luego, ser el primero en ascender una montaña tiene el mérito de enfrentarse a lo desconocido, el componente de “exploración” y de “aventura”… algo que tuvo mucha importancia en el pasado y algo menos ahora, aunque sólo sea porque quedan pocas montañas sin ascender. Pero ser el primero en ascender a 14 ochomiles, o a los 300 tresmiles de los Pirineos, o ser el primero en repetir x veces el Everest, o en ascender a la pata coja tal montaña... en fin, este tipo de cosas, carecen por completo de interés para mi.

Esto no responde a una ingenua búsqueda del purismo, sino a algo más egoísta: ¿qué se puede aprender de este tipo de actividad? ¿Qué lecciones puede sacar un joven montañero, alguien que empieza, de todo ello? En mi opinión, muy poco…

Por otra parte, mis referentes en el mundo del montañismo, como por ejemplo Gaston Rebufat, casi nunca fueron los primeros… Este legendario guía de los Alpes, que formó parte de la primera expedición al Annapurna (cuya cima finalmente hollaron sus compañeros de expedición Hezog y Lachenal), nos deja en sus memorias una lección conmovedora de renuncia a la cima en aras de la amistad, cuando sus compañeros vuelven de la cima seriamente tocados y él y Terray, medio ciegos y con congelaciones, deciden cargarlos a la espalda (en las laderas del Annapurna y con material de los años 50!!!!) y tratar de ponerlos a salvo. Os dejo con sus palabras:

“Mientras abandonamos las dos pequeñas tiendas del campo V para tratar de alcanzar los campamentos inferiores, me parece que durante estos momentos Terray y yo somos los encargados de una misión que corresponde a lo que más me gusta de mi trabajo como guía: disfrutar de la renuncia en nombre de la amistad y negociar con la tempestad para poner a salvo a los compañeros. La noticia de su victoria no debe morir aquí, resulta importante que los propios Herzog y Lachenal la anuncien directamente; si no, poco importaría todo”.

De gente como Rebufat, como Troillet, se puede aprender. Que a la montaña se va a vivir, y no a morir, y que el reto está en buscar disfrutar haciendo lo que te gusta. Muy poco he podido aprender “de los primeros”, salvo de Edmund Hillary. Particularmente de Reinhold Messner, un ermitaño moderno, huraño y elitista, estrella para la que ser el primero sirvió para escribir libros que reflejan su carácter solitario y su filosofía de vida tan particular… escasos de interés, en mi modesta opinión, para cualquier montañero novato deseoso de aprender.

¿Qué nos puede enseñar Edurne, o Juanito Oiarzabal, o Miss Oh, a pesar de sus múltiples conferencias? Muy poco. Todo lo contrario que Iñaki Ochoa, o que Horia Colibasanu, o que los sherpas Dawa y Sonam… o tantos otros cuya actuación en la montaña sí puede servir de inspiración para un joven montañero.

3 comentarios:

Alnair dijo...

Cuantos mas años pasan, mas entiendo la actitud de Pierre de Coubertain. El deporte debe ser amateur, sino acaba perdiendo todo rastro de humanismo.

Citoyen dijo...

Cuando he leido el titulo pensaba que era un tema de lucha en el barro entre gordas escrito por democrito. Que decepcion.

Ender dijo...

Demo, mira lo que dice Luis... tu público te reclama, ja, ja...
¿por qué no metes algo de éso en el blog? Todo sea por incrementar un poco el tráfico...