4/5/10

La muerte de Tolo Calafat en el Annapurna

Es la primera vez, creo, que voy a escribir de montañismo en el blog, lo cual no deja de resultar curioso, pues es un tema que me apasiona y al que dedico parte de mi ocio. La razón es la trágica muerte del alpinista Tolo Calafat en el Annapurna, en unas circunstancias que no se diferencian demasiado de otros casos anteriores, pero que sin embargo, por obra y gracia de las poco medidas declaraciones de Juanito Oiarzábal acusando al equipo de la coreana Oh Eun Sun de falta de solidaridad, han dado lugar a una batalla dialéctica en el mundo del montañismo de élite que no está siendo precisamente edificante. Me gustaría hacer algún comentario sobre esta polémica.

En éste enlace está la noticia, y en éste y éste detalles de la polémica posterior, para los más interesados en el tema.

Ante todo hay que decir algo que cualquier montañero que haya estado en situaciones de dificultad sabe bien: no se puede juzgar a la ligera, desde el sofá y viendo el telediario, las decisiones que en circunstancias adversas tiene que tomar un montañero. La montaña, sobre todo en invierno, y sobre todo a mucha altitud, es un terreno hostil, que puede jugar malas pasadas. Una situación de dificultad, por ejemplo sufrir un accidente, o simplemente presenciarlo, o perderse en la niebla cuando se acerca la noche y el agotamiento llega, o verse enriscado en un precipicio del que no se sabe cómo salir, etc., es una situación de estrés en la que cualquier persona puede tener dificultades para tomar las decisiones correctas. Esto, que es válido para Pirineos, imaginaos lo que puede suponer en el Himalaya, a más de 7.000 m, con las facultades físicas y mentales muy seriamente disminuidas.

Cualquier alpinista que acude al Himalaya a escalar un ochomil sabe, o debe saber, que por encima de 7.000 m un rescate es casi imposible, sobre todo si el tiempo no acompaña (que no suele acompañar…). Uno bastante tiene con tambalearse para abajo buscando el pequeño refugio que son los campos de altura, como para pensar en bajar a cuestas a un compañero. En el mejor de los casos, se le puede esperar. O, después de descansar e hidratarse durante unas horas, si las congelaciones y el estado físico y mental general no lo impiden, tratar de subir a ayudar al que se ha quedado atrás. Pero para esto hay que estar muy seguro, para no terminar lamentando dos muertes en lugar de una. Y, en cualquier caso, las decisiones que atañen a la propia vida son de uno mismo y de nadie más.

Por eso me llenan de estupor las declaraciones altisonantes de Juanito Oiarzábal, poco menos que acusando a los sherpas de la expedición de Miss Oh de no haber querido ayudar “ni siquiera ofreciéndoles 6.000 € a cada uno”, y acusando a la propia Miss Oh de no ponerse firme con ellos. ¿Cómo es posible que exijas a unos sherpas que hagan lo que tú mismo no te has considerado capaz de hacer? Entiendo que se lo pidas, entiendo tu frustración ante la negativa… pero no entiendo que les exijas que se jueguen la vida, ponerle precio a dicha vida y luego acusarles de no haber aceptado ni por ésas… gesto, éste último, que les honra: me hubiera dejado una mala sensación si hubieran aceptado ir a por Tolo, por dinero.
Hay quien dice que las declaraciones de Juanito fueron en caliente, motivados por la tensión del momento, pero no es así: Juanito se ratificó posteriormente en varias entrevistas. Un tipo de su experiencia no puede ser tan bocazas: debe saber la repercusión mediática que iban a tener sus palabras, la polémica que iban a provocar, y las dudas que iban a sembrar, una vez más, sobre la ética, y por tanto sobre los logros, de Miss Oh y su equipo.

Nada hay en la actitud de los sherpas de Miss Oh que me parezca reprochable. Mucho más me lo parece, si se confirma, el hecho de que la expedición coreana vaya retirando las cuerdas en los pasos clave de la ascensión, durante su bajada, cuando saben que hay otras expediciones arriba que tienen que bajar por el mismo sitio. Es costumbre en el Himalaya no retirar las cuerdas que has colocado, o que han colocado otros, pues suelen servir para el paso de varias expediciones más. Obligar al equipo español a perder tiempo y profundizar su agotamiento bajando a pelo un corredor que creían equipado pudo suponer un antes y un después en la vida de Tolo. Pero eso nunca lo sabremos, pues muchas otras circunstancias confluyeron en el drama: una cima demasiado tardía, una posible mala medición de las propias fuerzas, un bloqueo mental posterior, etc.

No es de extrañar que después de todo esto, otros montañeros e himalayistas de renombre hayan afeado a Juanito su actitud. A partir de aquí se ha desatado una pequeña batalla en la que salen a la luz viejas rencillas y se ponen en cuestión los méritos de unos y de otros.

Todo esto es bastante lamentable, pero no hay que olvidar que entre los alpinistas de élite el ego suele ser casi tan grande como las montañas que escalan. Las polémicas sobre qué pudo hacerse mal y “qué hubiera hecho yo si hubiera estado allí” son habituales, los debates acalorados… y cuando no se quedan dentro del “mundillo”, sino que trascienden a los medios de comunicación la cosa empieza a degenerar.

Creo, sin embargo, que los aficionados a la montaña debemos quitarle importancia a todo esto. Podemos opinar (todos podemos opinar, eso que quede claro) con respeto hacia los que realizan una actividad bella como pocas y en la que lo ponen todo en juego, hasta la propia vida, sabiendo bien lo que se hacen. Podemos opinar teniendo en cuenta las condiciones en un ochomil, tan dramáticamente adversas que no se pueden juzgar las decisiones de los que están allí con la vara de medir de los que estamos aquí. Carlos Pauner y Juanito Oiarzábal posiblemente hicieron mucho, quedándose en el Campo 4 en sus condiciones, para tratar de ayudar y organizar el rescate. Quedémonos además con otros gestos de auténtica grandeza en la montaña, como el del rumano Horia Colibasanu, que trató de subir a por Tolo a pesar de sus malas condiciones físicas, como ya había hecho el año pasado con Iñaki Ochoa. Y sobre todo con los de los sherpas Sonam y Dawa. Éste último, después de haber coronado con Carlos, Juanito y Tolo, y haber bajado al campo 4 tan machacado como ellos, aún tuvo la fuerza interior de subir de nuevo a buscar (infructuosamente) a Tolo con un saco de dormir y una botella de oxígeno, en medio de la ventisca… Eso es, literalmente, jugarse la vida, y nadie se acuerda después de esta gente, de estos auténticos superhombres que son los pobladores del Himalaya. Para contribuir a su recuerdo, os copio aquí (de la web http://www.barrabes.com/) la dedicatoria reciente del propio Carlos Pauner, que no tiene desperdicio:

DAWA, EL HEROE ANÓNIMO , por Carlos Pauner

"Ya estamos en Kathmandú, a punto de dejar este país de montañas. Tras los terribles días pasados, hemos conseguido recuperarnos y descansar antes de iniciar la vuelta a nuestro hogar. Atrás han quedado todos los tristes acontecimientos pasados y los cuerpos se recuperan poco a poco de la tremenda paliza que supone ascender a una montaña como el Annapurna. Gracias a nuestra aseguradora FIATC, las incipientes congelaciones y la ceguera no han ido a mayores y su ayuda en nuestra rápida evacuación ha cobrado suma importancia. Nuestra confianza en vosotros crece día a día. Gracias amigos.
En este momento de reflexión y agradecimientos, no podía dejar pasar por alto a una persona fundamental en toda esta aventura. El Sherpa Dawa, así como su compañero Sonam. Ambos dos han trabajado para nosotros en esta difícil expedición, ayudándonos en el duro trabajo en la montaña. No obstante, su trabajo ha ido mucho mas allá de lo cotidiano en esta extraordinaria vivencia. Cuando Tolo quedó inmovilizado a 7.600 m, pedimos ayuda a Sherpas cercanos del equipo coreano y nos dijeron que estaban muy cansados del ascenso a la cumbre y que no podían hacer nada. Estaban en su derecho y me parece totalmente razonable. Poco más que decir. Sonam se había quedado con Tolo toda la noche e intentó traerlo hacia abajo, hacia la vida, pero Tolo ya no caminó más. El decidió, lógicamente, salvar la vida y bajó por la mañana al campo 4. Juanito, Horia y yo, venidos de la cumbre, no teníamos ninguna posibilidad de llegar hasta arriba, sin un descanso suficiente. Hablé con Dawa, este fuerte Sherpa de casi 50 años. Era nuestro último cartucho allá arriba y la verdad es que no lo dudó. Llevando oxígeno, comida, medicinas y un saco, salio para arriba al encuentro de Tolo, con fe y decisión. Yo se lo sugerí y el aceptó, eso fue todo. Dejó la seguridad del campo 4 y salió hacia la zona de la muerte, no para trabajar, sino para buscar a un amigo, Tolo y devolverlo a la vida.

Cuando volvió tras más de 11 horas de ascenso, sin que el blanco manto de la nieve caída le hubiera delatado ningún signo de vida, Dawa tenía lágrimas en los ojos. No lo he encontrado, no he podido, dijo... Mis lágrimas eran por los dos, puesto que había perdido a un gran amigo y casi había visto desaparecer a otro. Dawa hizo un sacrificio extraordinario, no por dinero, no por gloria, no por fama. Lo hizo tan sólo porque comprendió que era el único que lo podía hacer y sabía que la vida de su compañero, que no de su jefe, estaba en juego. Cuando los hombres están tan cercanos al límite entre la vida y la muerte, aparece lo mejor y lo peor de ellos. Los vínculos entre nosotros se estrechan y los lazos laborales se difuminan, dejando paso a sentimientos humanos y viscerales. Nunca me he alegrado tanto de poder abrazar a un Sherpa noble y poderoso, de decirle que estoy orgulloso de ser su amigo y que puede contar conmigo, al igual que él nos entregó su valía. Gracias Dawa, gracias por tu esfuerzo, gracias por ayudarnos y espero que nosotros podamos hacer lo mismo contigo. Si alguien merece un premio, una ayuda, desde luego, es este héroe anónimo de 50 años, cuyo único modo de vida es subir montanas, arriesgar la vida por un salario y que creo que debería ya descansar tranquilo en su pequeño pueblo. Ojala podamos hacer algo por él."


Ha muerto un montañero, otro más, en una montaña cuyo ratio de muertos en relación al número de ascensiones es del 38%. No será el último. Dejémosle descansar en paz.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que el dato es que en 4 de cada 10 expediciones hay un muerto.

Ender dijo...

Anónimo:

Creo que tu dato no es correcto, pero el mío mucho menos, por lo que te agradezco la puntualización.

El dato correcto es que ha habido 58 muertos de 153 ascensiones, es decir, un ratio de "muertes por ascensión" del 38%, lo que no quiere decir que mueran 4 de cada 10 que tratan de subir, como parece desprenderse de mi última frase. Aún así, es el ochomil que tiene más alto dicho ratio, por lo que se considera el más peligroso.

Cambiaré la frase para que no induzca a error.

J dijo...

Me había perdido este post. ¿Haces montañismo, Ender? Tenemos que hablar.

Ender dijo...

Hola, J.

Sí, o quizás habría que decir que "hacía", porque desde que nació mi niño salgo muy poco y casi siempre salidas de un solo día (aparte de que me acabo de operar del menisco...)

Pero tengo intención de volver a hacer alguna salida a partir de este verano...