19/6/09

Un buen artículo sobre la cuestión nuclear

Al hilo del debate sobre la energía nuclear que estamos teniendo en Materias Grises, os enlazo uno de los pocos artículos periodísticos que he leído últimamente que sí merece la pena leer. Es éste.

Creo que utiliza el tono que se debe utilizar, y desmonta algunas falacias que están utilizando últimamente los unos y los otros. No es perfecto, tiene algunos párrafos controvertidos que se podrían discutir, pero en lo esencial, es correcto. Leedlo, por favor.

Ah, que queréis que me moje y apunte algún punto que se le podría discutir al autor... joder, cómo sois. Vamos allá...

Se trata del siguiente párrafo, donde el autor trata de desmontar la idea de que cerrar Garoña subiría la luz:

"- Cerrar Garoña subiría la luz. El sector nuclear ha lanzado la idea de que si se cierra Garoña la luz subiría alrededor del 10%. La idea no tiene padre reconocido -salvo "fuentes del sector"- pero ha calado y retumba por el dial. Cada kilovatio que produce Garoña lo cobra al precio de la tecnología más cara que esté funcionando en ese momento.
Red Eléctrica calcula cuánta electricidad va a necesitar cada media hora. Las eléctricas ofertan y primero entran al sistema las más baratas, como la nuclear y la hidráulica. Las renovables entran siempre por ley y finalmente se completa con gas o con carbón, cuyo precio depende de los mercados internacionales. Al final cada una de las plantas en marcha cobra el precio más alto. Garoña cobra al precio del gas natural. Si se cerrara, sería sustituida por una central de gas, así que el precio de la luz apenas se movería."


El autor hace una descripción esencialmente correcta de cómo funciona el pool eléctrico y cómo se forman los precios del mercado libre (está también el mercado regulado, esto es, a tarifa) en España. Su argumentación, por lo tanto, es buena y parece irrebatible. Sin embargo, falla en la conclusión. ¿Por qué?
Efectivamente, el Operador del Mercado Eléctrico, OMEL (no Red Eléctrica, como dice el autor) va casando la oferta y la demanda de electricidad a lo largo del día: cada media hora, recibe oferta de las distintas centrales para cubrir la demanda existente. Hasta cubrir una determinada demanda, OMEL va aceptando ofertas de centrales progresivamente más caras, como es lógico, y cuando la ha cubierto, cierra la subasta recibiendo TODOS el precio ofertado por el último ofertante, que es el más caro y que suele ser, efectivamente, el del gas (aunque esto depende mucho del precio del crudo y del gas), siempre que no entren centrales de fuel, de las que quedan pocas. Sin embargo, lo que el autor olvida, es que si yo tengo que cubrir la demanda de energía que aportaban los "desaparecidos" 466 MW de Garoña, tengo que dejar entrar a la subasta a centrales progresivamente más caras, hasta cubrir esa demanda. Es de esperar, por lo tanto, que si yo voy eliminando centrales de las más baratas y/o de las que entran antes a subastar, y las tengo que sustituir por centrales de las que entran las últimas, el precio final del Mwh se encarezca. Cuánto, ya es otra cuestión.

Esto me sirve además para desmontar el argumento, generalmente utilizado por algunos defensores de las energías renovables, de que el coste de la energía en España es igual si lo genera una nuclear que una renovable o una de carbón...

Decir una cosa así es confundir "coste" y "precio".

Bueno, además de eso, hay algún otro punto discutible en el artículo, pero insisto una vez más: aunque hay algunos puntos matizables, no dice nada que sea esencialmente incorrecto.

8/6/09

SOBRE EL CAMBIO DE MODELO PRODUCTIVO (1ª PARTE). Algunos conceptos básicos: “ventajas comparativas”, “productividad” y “sectores de alto valor añadido

A raíz de la entrada de Egócrata hablando de la “ventaja comparativa”, y de la continuación de Citoyen comentando la idea de la diversificación del modelo productivo de un país, me parece relevante profundizar en un par de ideas al respecto. No pretendo con ello hacer una réplica a ninguno de los dos, pues estoy básicamente de acuerdo con ellos, sino que quiero aprovechar para hablar de varios temas que hace tiempo que me rondan por la cabez…ota.

El enfoque que le da Citoyen al problema de la diversificación es recordarnos que el modelo de especialización del trabajo ha dado resultados espectaculares porque incrementa la eficiencia y permite aprovechar economías de escala. Un país que se especialice en aquello en lo que tiene ventaja comparativa es una gran idea, dice, pero supone asumir un riesgo sobre todo a largo plazo, ante cambios imprevisibles en el mercado. Para gestionar este riesgo, Citoyen propone asegurar ese riesgo de dos maneras: mediante transferencias entre Estados y mediante transferencias hechas a través de los mercados de capital.

Citoyen se ha remontado a unas alturas a las que yo no llego (no es una crítica, es por eso que me gusta leerle, entre otras cosas, je, je…). Aparte de que tengo mis reservas con eso de aplicar el Taylorismo a todo un país (un país entero nunca se especializa en una sola cosa, ni en dos, ni en tres…pero me lo tomaré como una metáfora)…aparte, digo, está el hecho de que se me escapan por completo las sutilezas de tales mecanismos que presenta Citoyen. No obstante lo cual, no los descarto como mecanismos de gestión del riesgo que puedan ser adicionales a otros más pegados a la “economía real”, que son lo que me gustaría comentar en esta, y sobre todo en la siguiente, entrada.

Ahora que llevamos varios meses hablando en blogs y comentarios diversos sobre cambiar el modelo productivo, abandonar sectores de poco valor añadido como la construcción, sobre la necesidad o no de una política industrial, etc., me gustaría desbarrar un poco sobre varios conceptos que están en la boca de todo el mundo: ventajas comparativas, productividad, sectores de alto valor añadido, diversificación. Así que vamos allá, querido lector…

Dos conceptos peligrosos: “competitividad internacional” y “productividad”

Cuando oímos y leemos a cualquiera sobre lo que debe hacer España para salir de la crisis, todos vienen a decir algo así como que debemos aumentar nuestra productividad para ser más competitivos, porque si no otros países se nos comerán por los pies… y cambiar el modelo productivo hacia sectores de más valor añadido que el ladrillo y el turismo de sol y playa, como medio infalible para reducir el paro y competir en la economía internacional en la 1ª división, y bla, bla, bla…

Se manejan aquí dos conceptos que califico de “peligrosos” porque tenemos una fuerte tendencia a simplificarlos: su significado es engañosamente sencillo, se prestan a dar mensajes potentes, aparentemente comprensibles por todo el mundo, y por lo tanto se prestan a que políticos y “expertos” hagan demagogia con ellos, cuando no una mera exhibición de ignorancia. Sin embargo, las sutilezas de ambos requieren de un análisis más profundo. Este análisis, del que hablaré a continuación, no es mío, claro, sino de economistas como Krugman, Solow, Ricardo… (pues aunque me meta mucho con los economistas, me gusta leer a los buenos). Simplemente apuntaré un par de ideas que he creído entender de sus escritos.

La competitividad internacional: la idea de que los países compiten entre ellos por un trozo del pastel del comercio internacional, y que si uno se queda retrasado se verá lastrado en sus niveles de vida, verá incrementar su paro y poco más o menos se verá conducido irremediablemente a la ruina… es, sencillamente, falsa. El comercio internacional no es un juego de suma cero: dos países con intercambios comerciales se verán mutuamente beneficiados de dicho comercio, independientemente de que uno sea muy productivo y otro muy poco, uno compita por la vía de los bajos salarios y otro por la vía de las ganancias de productividad.
Esto de la competitividad está en boca de todo el mundo, y se relaciona habitualmente con el concepto de “ventaja comparativa”, por eso lo he traído a colación… pero normalmente se malinterpreta. Desde David Ricardo, se sabe que un país siempre encontrará una gama de bienes en los que tenga “ventaja comparativa”, y podrá comerciar ventajosamente con ellos, aunque no tenga bienes en que se dé una “ventaja absoluta”.

Seamos claros: es inteligente que un país trate de explotar aquel sector en que tiene una ventaja comparativa, no digamos ya si la tiene por razones naturales o climáticas (by the face, vamos): España tiene sol, pueblos encantadores y muchas playas. Pero esto también lo tienen otros países… sin embargo, España ha sabido posicionarse como destino turístico de primer nivel en todo el mundo: la oferta hotelera es mucha, variada y de muy buena calidad, las playas están limpias y llenas de servicios, la gastronomía se está explotando con inteligencia en casi todas las provincias, etc., etc. Esto es una apuesta inteligente independientemente de que sea un sector de “bajo valor añadido”, y sería estúpido no trabajarlo.
(Lo que no sería inteligente es “especializarse” absolutamente en este sector. Volvemos a lo de no poner todos los huevos en la misma cesta)

Profundicemos un poco en la idea tan repetida últimamente de apostar por sectores “estratégicos” y de “alto valor añadido” para poder “competir”. Normalmente, además, se reclama que esta apuesta sea dirigida desde el gobierno en forma de política industrial. Mis objeciones son dos:

1º.- Los sectores de mayor valor añadido no son los que se piensa habitualmente.

Hay una tendencia casi general a referirse al sector de la alta tecnología y a ponerlo como ejemplo de sector de elevado valor añadido. Esto en general no es más que un prejuicio del imaginario colectivo. Lo lógico es que los sectores con mayor valor añadido por trabajador sean los muy intensivos en capital. No es el caso de los microchips ni de los componentes aeronáuticos, sectores usualmente considerados de alta tecnología. Os adjunto una tabla que, aunque referida a EEUU y un poco antigua, creo que ilustra de sobra esto que digo (Paul Krugman. Foreign Affairs. marzo-abril 1994):







Resulta que los sectores de mayor valor añadido son las industrias pesadas tradicionales. Algo en lo que probablemente nadie está pensando cuando reclaman una reorientación de la política industrial.

2º.- Conocer cuáles son o van a ser los “sectores estratégicos” es complicado. Esto tiene un elevado riesgo de metedura de pata, de orientar mal la política y desperdiciar tiempo y recursos.

Me apoyaré simplemente en una cita de Krugman en el número de julio-agosto de 1994 en Foreign Affairs:

“A lo largo de los últimos diez años un gran programa internacional de investigación ha explorado las posibilidades de las políticas comerciales estratégicas. De él se desprenden dos grandes conclusiones. Primera, la designación de las industrias que deberían recibir ayuda estratégica o la forma y niveles apropiados de ayuda son muy difíciles de determinar. Segunda, aunque la política comercial estratégica tuviese éxito, las ganancias derivadas de la misma es probable que sean muy modestas.”

La productividad: es un concepto misterioso, no en su definición formal (=output por hora trabajada), pero sí en qué mecanismos la hacen crecer, sobre todo a nivel de todo un país.

Kantor tiene una entrada fantástica en la que compara la “productividad” con la “constante cosmológica”, como un factor de ajuste de las ecuaciones del que en realidad lo desconocemos todo. En realidad fue un famoso trabajo de Solow para el gobierno de los EE.UU. el que introdujo el término “productividad” como “la medida de nuestra ignorancia”, pues servía para explicar el crecimiento de la economía cuando no se recurre a movilización de los factores (capital, trabajo, recursos naturales…)… pinchad el enlace, que Kantor lo explica mejor que yo.

El caso es que se terminó definiendo de forma vaga como “la mejora en la utilización de los recursos y los procesos de trabajo”, esto es, usar mejor el pico y la pala: con una cadencia más rítmica, con palas para zurdos y palas para diestros, con palas de diseño más ligero y efectivo, con especialistas en picar y especialistas en dar paletadas… en fin, toda una gama de posibilidades para que se obtenga un mayor resultado de un mismo volumen de factores.

A nivel individual de una empresa o de una actividad productiva, el tema de la mejora de los procesos de trabajo es el área de actividad de la ingeniería industrial (en su acepción anglosajona) o ingeniería de organización (en sentido español). Estudio de “métodos y tiempos”, se le llamaba tradicionalmente, aunque ahora ha evolucionado a temas con mucho más glamour. Casualmente, es a lo que me dedico…

El problema, una vez más, es aplicar estas “mejoras de procesos” al conjunto de las actividades productivas de un país entero. Aquí sí que empezamos a pisar terreno resbaladizo.
Si ya es difícil, y os aseguro que lo es en muchas ocasiones, encontrar en una empresa individual o en un área de la empresa la manera de mejorar la productividad de sus trabajadores, no digamos ya si intentamos mejorar la productividad de todo un país.

¿Merece la pena, entonces, buscar mejoras en la productividad?

Las mejoras de productividad, a persar de lo dicho, son como las meigas: existir, existen. Y tienen una propiedad fundamental: aunque no sepamos muy bien cómo manejar esto de la productividad, la teoría económica nos dice que la tasa de crecimiento de la productividad de un país está directamente relacionada con la tasa de crecimiento en el nivel de ingresos de sus trabajadores, y por tanto, con la mejora de su nivel de vida.

Pero cuidado, pues este resultado puede tardar años en verse reflejado en este nivel de vida. A corto plazo, incrementos de productividad como los asociados por ejemplo a una mayor mecanización y automatización de una industria pueden reducir el nivel de empleo en esa industria, y a largo plazo reducir el peso de esa industria como “empleador” en el conjunto del país (aunque esto último ya tendría poca importancia, pues la mejora ya se habría trasladado al resto de la economía).
Por lo tanto, podemos observar que esto de los incrementos de productividad tiene muchas sutilezas.

Volvamos a las meigas… como las mejoras de productividad, nadie sabe cómo aprehenderlas. Las mejoras de productividad tienen que ver con la innovación, con la mejora tecnológica… pero en el sentido amplio en que los economistas usan el término, que no es (sólo) lo que normalmente se entiende por I+D, sino algo a veces mucho más sutil, relacionado con el cómo se hacen las cosas. Y lograr mejoras en este “cómo” a veces alcanza la categoría de arte, pues a menudo tiene que ver con algo tan cualitativo como las relaciones organizativas, el management de equipos, los procesos de planificación del trabajo… y a menudo sólo se consiguen estas mejoras si logras la motivación y el compromiso de todos los empleados, no sólo la cadena de mando sino hasta el último operario.

Lo repito de nuevo: a nivel de una empresa individual, existen profesionales, o bien de la plantilla de la empresa (como yo mismo) o bien consultores externos, que se dedican a tratar de mejorar la productividad de las distintas áreas y departamentos. El problema puede abordarse con toda una gama de métodos, desde los más simples (casi “a ojo”) como los más sofisticados (6-sigma, investigación operativa…)… y pueden dar resultados espectaculares (filosofías Just in Time, Lean Manufacturing, y un larguísimo etc…), resultados dudosos, o ser simplemente retórica de consultor.

Cuando tratamos de aplicar todo esto al conjunto de un país, y no digamos ya dirigirlo desde un ministerio, ya podemos imaginar la dificultad de la empresa, y lo dudoso de sus resultados. Al final, estas mejoras de productividad, si se consiguen, serán por agregación de las pequeñas o grandes mejoras en la productividad de cada una de las pequeñas y grandes empresas que operan en dicho país. Esto, se puede medir en términos agregados (mediante una “cte. cosmológica”, je, je), pero es muy difícil saber qué teclas tocar y de qué modo para que dicha constante deje de serlo y empiece a crecer de forma sostenida.

¿Entonces… cómo resolvemos este rompecabezas?

Una vez llegados a este punto, podemos retomar las preguntas interesantes:
- ¿Es bueno que un país se especialice en un sector en el que tiene ventaja comparativa?

- ¿Se pueden crear desde el gobierno “ventajas comparativas”?¿Merece la pena impulsar estas políticas?

- ¿Cómo puede una “política industrial” apostar por los sectores adecuados?¿Debe haber “política industrial”, al menos en el sentido descrito?

- ¿Es buena la “diversificación”? ¿Cómo puede un país impulsar la diversificación? ¿Cómo aseguramos que no haya una excesiva dispersión de recursos?

…bueno, amable (y paciente) lector, para indagar en las respuestas, ¡tendrás que comprar el próximo capítulo!